"Los ecosistemas saludables eran la vacuna contra el virus"

El profesor de Ecología del campus de Huesca José Manuel Nicolau y otros colegas defienden que la actual pandemia es una llamada de atención sobre la inadecuada relación con la naturaleza.

El profesor José Manuel Nicolau, del Grado de Ciencias Ambientales del campus de Huesca.
El profesor José Manuel Nicolau, del Grado de Ciencias Ambientales del campus de Huesca.
Rafael Gobantes

Usted y otros profesores de Ecología de Huesca (José Daniel Anadón, Juan Herrero, Jaume Tormo y Rocío Flores) defienden que la actual pandemia es una llamada de atención sobre nuestra inadecuada relación con la naturaleza ¿Por qué?

La asociación Ecohealth Alliance hace un seguimiento de este tipo de enfermedades infecciosas, las zoonosis, que se originan en ambientes naturales, y ha visto que la deforestación de las selvas tropicales puede estar detrás del 31% de los brotes registrados en los últimos años (virus nipa en Asia, zika en América y ébola en África). Son virus regulados en el medio natural que han podido salir y nos han podido contagiar. Un ecólogo español, Fernando Valladares, dice que la vacuna ya la teníamos, pero la hemos destruido: esa vacuna eran los ecosistemas saludables, porque en ellos están controlados los virus.

¿Cómo la deforestación puede contribuir a esta pandemia?

El ejemplo es el virus nipa en Malasia. Se deforestó la selva para producir aceite de palma, los murciélagos perdieron su hábitat, se acercaron a los hábitats humanos, a los pueblos que están colonizando la selva, fueron a esos huertos, comieron los frutos y en ellos dejaron el virus. A su vez los cerdos se alimentaron de estos frutos. Un millón de cerdos tuvieron que ser sacrificados porque eran transmisores de patógenos a los humanos.

Parece describir las siete plagas de Egipto como castigo por maltratar la naturaleza.

No quiero ser moralista, pero un modelo de consumo globalizado a estas escalas, que obliga a deforestar más y más selva para que haya superficie cultivable, nos sumerge en una espiral incesante. En Malasia y en algún país africano se está conteniendo la deforestación porque han visto que produce más malaria, y esto tiene un alto coste en vidas humanas y en recursos sanitarios. Ya se gestiona la selva sabiendo que su destrucción implica pérdida de salud y coste económico.

¿Cree que la pandemia puede cambiar el actual modelo de consumo?

No sabemos si será posible pero sí sería deseable. El consumo globalizado y más intensivo ha hecho que en algunas zonas se trasformen drásticamente los paisajes y se produzcan estas consecuencias. El modelo actual tiene un coste ecológico muy grande: cambio climático, extinción masiva de especies, desertificaciones, pérdida de calidad de agua, muertes por contaminación atmosférica… Son efectos graves que están socavando nuestro bienestar.

¿Y ahora se cuelan los virus?

Sí. Los virus se colaban en esos países pero ahora se han colado en el corazón de Occidente. Hay que replanteárselo. Como ecólogos, vemos que detrás de la degradación de la naturaleza, que está afectando mucho a nuestro bienestar, hay un modelo económico de consumo global que hay que replantearse. El cómo ya no es asunto nuestro.

¿Esto hecha por tierra la hipótesis conspirativa de que el virus se diseñó en un laboratorio?

Las revistas científicas más importantes dicen que no.

¿Y tienen claro el origen?

En principio el origen es animal. Este virus está muy emparentado con otros procedentes de murciélagos. Lo que no se conoce es la especie intermediaria, si es el pangolín. Será importante descubrirlo, y por eso muchos países presionan a China para que lo explique.

Los ecólogos defienden que además de apostar por la tecnología, por contar con respiradores, por ejemplo, habría que mejorar los ecosistemas para prevenirnos de las pandemias. ¿Es una lección a aprender?

Ojalá. Pensamos que el bienestar del que gozamos procede de la tecnología, y eso es evidente. Lo que es menos conocido es que también nos lo dan los ecosistemas, como el aire que respiramos. La biodiversidad nos proporciona el 25% de los fármacos que consumimos. Los antibióticos de este siglo se buscan de organismos que están en el fondo de los océanos. Es tan evidente que la naturaleza es fuente de bienestar que parece mentira tener que recordarlo.

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