La vida a 2.000 metros con la nieve y el frío como compañeros

En los refugios más altos del Pirineo el invierno dura seis meses. Sus guardas pasan días aislados a 20 grados bajo cero y con nieve hasta la ventana. Tras un verano de intensa actividad, es el momento de descansar y de cuidar el edificio

Ibán Urbieta, guarda del refugio de Góriz, subió el 31 de octubre y permanecerá aquí un mes
Ibán Urbieta, guarda del refugio de Góriz, subió el 31 de octubre y permanecerá aquí un mes

Ibán Urbieta subió al refugio de Góriz para trabajar el 31 de octubre y aquí permanecerá hasta el 1 de diciembre. Caminó por la nieve con un cachorro de perro en los brazos. Hondar, la anterior mascota, murió en verano y a 2.200 metros de altitud, más en esta época, se agradece cualquier compañía.

El invierno ya ha llegado a los refugios de montaña del Pirineo. Tras un verano recibiendo a miles de visitantes, entran en ‘hibernación’ con las primeras nevadas. "Ya estamos paleando la nieve en la terraza y preparando las estufas", cuenta Urbieta, que es uno de los 43 guardas encargados de mantener los 16 edificios que integran la red de la Federación Aragonesa de Montañismo (FAM). Las condiciones son especialmente duras en los siete refugios de altura, sin acceso rodado: uno está a casi 1.900 metros y el resto, por encima de los 2.000. El más cercano a una carretera es la Renclusa, a 30 minutos caminando, y el más alejado, Góriz, a 3.30 horas, una más en invierno, "según si hay huella".

A partir de ahora la afluencia caerá en picado. Pero aún con dos metros de nieve en la entrada y 20 grados bajo cero, seguirán abiertos. Aragón es la única Comunidad cuyos refugios dan servicio los 365 días del año, incluso en Navidad y Año Nuevo (solo Respomuso cierra por peligro de aludes). Aquí no hay habitaciones para dos, la mesa también se comparte y la cena se sirve a las siete, pero la puerta siempre está abierta.

Para los guardas de los refugios de altura, empieza la estación de la soledad. En Góriz son cuatro titulares, que hacen los turnos de dos en dos. "Si nos ponemos enfermos o nos vamos a dar una vuelta y no regresamos, el siguiente relevo no llega hasta pasados 30 días. Además, se necesita un compañero para jugar al pimpón o al ajedrez", bromea Urbieta. Está tan lejos que no conviene andar subiendo y bajando. "Es por el riesgo de aludes. A veces incluso tenemos que posponer el relevo", precisa. La guardia se hace dura, sobre todo por la familia. "Mi hijo, de 12 años, siempre me ha conocido así. Cuando hay problemas en casa, o el niño tiene fiebre, no puedes hacer nada". Para él, la recompensa es vivir en un paraje increíble, pero además asume que es su medio de vida.

"El camino hace la selección"

El verano y el invierno son como el día y la noche. "En verano prima la atención al público, el trabajo en cocina... En invierno, que se prolonga de octubre a marzo, es el momento de hacer mantenimiento y de tener el refugio guardado por si llega algún cliente, aunque no sean muchos", dice Fernando Román, guarda del Ángel Orús (2.150 metros). Frente a los 2.000 clientes de julio, en noviembre o febrero, los meses más flojos, no pasan de 25 o 30.

Las condiciones cambian entre un refugio de altura y uno más accesible. José Ángel Sánchez, con 20 años de profesión, forma parte del equipo que gestiona la Casa de Piedra (1.636 m) y el de los ibones de Bachimaña (2.200), el primero a pie de carretera, y el segundo a casi dos horas andando. "Abajo hay montañeros y turistas; arriba, en invierno, el camino hace la selección natural". Aquí el relevo es cada dos semanas. "Si hay peligro de aludes no nos movemos de casa, salvo a las 9.00 para coger los datos meteorológicos. Luego cada uno se busca sus tareas: arreglar algo antes de comer, limpieza... Por la tarde, la tele, y ya se hace pronto de noche. En alguna tanda, he estado 15 días sin ver a nadie. Mientras hablas solo, la cosa va bien, pero cuando te contestas...". Sánchez cuenta que alguna vez toca echar mano del helicóptero para hacer el cambio o si un guarda enferma, como el año pasado.

Cómodo, pero también sostenible

La próxima semana, los días 16 y 17, los guardas están convocados en Benasque al II Coloquio Internacional de Refugios del Pirineo para reflexionar sobre la gestión sostenible, la mejora de la acogida a los visitantes o la seguridad y el socorro. Durante los tres últimos años, los de Aragón han mejorado sus cifras de ocupación: 85.919 pernoctas en 2015; 93.826 en 2016 y 98.352 en 2017. Un estudio de la FAM vincula el crecimiento del senderismo (lo practican el 20% de los 4 millones de visitantes anuales) con el aumento de la frecuentación. El 80% de los usuarios tienen entre 30 y 60 años, pero se les une ahora otro nicho de mercado más jóven, los corredores de montaña.

Ibán Urbieta, Fernando Román y José Ángel Sánchez han visto evolucionar el perfil del usuario. Coinciden en que quiere más comodidades, pero dejan claro que un refugio no es un hotel. El Ángel Orús fue el primero en poner baños en las habitaciones, "porque es lo que la gente demanda", comenta su guarda. Hay que equilibrar "comodidad y confort con sostenibilidad, estamos en un medio muy crítico. Y también pensar en el impacto económico en el valle. Según un estudio hecho en la zona de Benasque, por cada noche de un cliente en el refugio hace dos en el valle".

Góriz se reformó este verano. Antes, las duchas eran "de agua fría tirando a helada, pero había cola", y los baños estaban fuera. Este refugio encabeza las estadísticas de ocupación, con 10.000-12.000 pernoctas cada año. Casi todas en julio y agosto. "En verano tenemos completas las 80 plazas, pero en invierno puede haber algún mes que no venga nadie", dice Ibán Urbieta, que en 14 años en el oficio ha asistido a muchos cambios. "Antes no te pedían ducha, ahora la exigen, y lo primero que preguntan es la clave de la wifi". Para su colega José Ángel Sánchez, es necesario adaptarse. "La última casa del pueblo marca las condiciones de vida aquí: antes el baño estaba en el corral, ahora ya no". En 1993, Respomuso fue el primer refugios de altura con aseos en el interior.

Aragón es la única Comunidad con una regulación propia para lo que define como alojamientos en zonas de montaña o alta montaña, sin acceso rodado o a través de pista, aislados y orientados a facilitar las actividades deportivas. También existe un reglamento interno de la FAM que limita la estancia o marca unos horarios. El desayuno, a las 6.00 y 7.30. A las 8.30 hay que dejar las habitaciones y la cena, a las 19.00 o las 20.00, en un único turno. En estos ‘hoteles’ a 2.000 metros, las estrellas no están en la puerta pero casi se pueden tocar con la punta de los dedos.

"Hay días de no salir del refugio, salvo a las 9.00 para coger los datos meteorológicos"

Góriz pasa de llenar en verano sus 80 plazas a algún mes

sin recibir a ningún cliente

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión