Los colonos, un ejemplo de entrega, lucha y convivencia

La DPH otorga el premio Félix de Azara a los pueblos de colonización. El historiador José Mª Alagón, nieto de estos pobladores, habla de aciertos y errores en el proceso.

José María Alagón, con algunos de los vecinos del pueblo de San Jorge, colonos de primera y segunda generación.
José María Alagón, con algunos de los vecinos del pueblo de San Jorge, colonos de primera y segunda generación.
Javier Broto

"El principal valor de los pueblos de colonización son sus gentes, ya que son un ejemplo de entrega, constancia y lucha así como de unión, convivencia y solidaridad. De hecho, sumando esfuerzos e ilusiones, fueron los verdaderos artífices de uno de los proyectos más ambiciosos del siglo XX". Así lo señala el doctor en Historia del Arte, José María Alagón, uno de los principales conocedores de este importante episodio de la historia reciente de España. De hecho, tras diez años de trabajo, el pasado mes de junio defendió su tesis doctoral, ‘Pueblos de colonización en la cuenca del Ebro: urbanismo, arquitectura y arte’, que obtuvo la máxima calificación (sobresaliente cum laude).

El joven, de 29 años, forma parte de este capítulo histórico, ya que "es nieto de colonos" y, como muchos descendientes, está "orgulloso" de la lucha llevada a cabo por sus predecesores, que acaban de ser reconocidos con el XX galardón Félix de Azara, concedido por la Diputación Provincial de Huesca. A través de este premio, la institución reconoce el "compromiso" de aquellos pobladores que se instalaron en las décadas de 1950 y 1960 en las nuevas localidades creadas en los entornos del canal de Monegros, la zona del Flumen y el canal del Cinca. De hecho, su trabajo posibilitó la reconversión de tierras de secano en fértiles cultivos, que, hoy por hoy, son una parte fundamental del Alto Aragón.

Para Alagón, se trata de un "merecido" galardón, que pone en valor una "callada y vital labor". El joven reside en uno de los nuevos pueblos, San Jorge, y en su día, escribió un libro sobre la historia del primero en fundarse, El Temple, que fue creado en 1948 y cinco años después, inaugurado por Francisco Franco.

La política de colonización se convirtió en un símbolo de reconstrucción del país, de nuevas oportunidades de futuro, y del tan esperado regadío. A través del Instituto Nacional de la Colonización (INC), el régimen franquista movió a más de 50.000 familias en todo el país; construyó 11.000 kilómetros de acequias y canales; niveló más de 113.000 hectáreas de terreno y levantó casi 300 pueblos. De ellos, 30 fueron creados en Aragón y 15 en la provincia de Huesca.

Todos han ido perdiendo población: un millar de habitantes en 50 años en los diez levantados en la comarca de Los Monegros. Además del éxodo general del medio rural, sufrieron las consecuencias de una serie de errores de planificación. De hecho, aunque se dio prioridad a las familias numerosas, el lote agrícola "solo podía pasar a uno de los herederos, lo que obligó al resto a emigrar en busca de trabajo, provocando su disgregación", indica Alagón. Asimismo, al mecanizarse el campo, la extensión de las explotaciones "resultó insuficiente", y además, hubo fallos en su nivelación, lo que perjudicó el desarrollo de los cultivos, así como en el modelo elegido, puramente productivo, sin prever un sistema de comercialización. Y la celeridad de la repoblación hizo que muchos llegaran a localidades "sin luz ni agua".

"Más aciertos que errores"

A pesar de todo, Alagón, que trabaja como profesor en la Universidad de la Experiencia, considera un logro que las 15 localidades hayan resistido, un síntoma de que hubo "más aciertos que errores". En su opinión, se alcanzaron muchos de los objetivos iniciales, entre ellos, la pretensión de "elevar el nivel de vida del medio rural, haciéndolo más atractivo, con servicios que ni siquiera había en los pueblos más grandes". Alaba la "coherencia y calidad" urbanística de los núcleos, similares a las modernas urbanizaciones, con casas de planta baja, calles anchas y zonas ajardinadas. Ahora bien, insiste, los colonos debieron superar muchas dificultades y en ello fue fundamental su espíritu de "unión y solidaridad, señas de identidad que todavía conservan estas poblaciones, en las que encuentras gente excepcional", concluye.

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