El salón del Tanto Monta del antiguo Palacio Episcopal de Huesca, ubicado tras el ábside de la catedral, se abrió ayer al público con una visita guiada para enseñar el resultado de dos años de restauración del alfarje policromado del siglo XV, que da nombre a la estancia por las inscripciones con el lema de Fernando II de Aragón, el Católico (1452-1516). Aprovechando los andamios que permiten contemplar de cerca la obra, el Museo Diocesano ha organizado esta actividad, también para hoy y mañana, aunque ya están las plazas agotadas. Pero no se podrá ver de nuevo hasta principios del próximo año, que se incluirá como parte del recorrido por dicho centro expositivo. Además, la diócesis de Huesca quiere que se abra a la ciudad con la organización de conciertos y de otros actos culturales. Y es que se trata de una obra que pocos oscenses han visto porque la estancia de los obispos se cerró en 1955.

Los andamios se desmontarán la próxima semana y el obispado de Huesca tendrá que retirar las placas que protegen los muros de la estancia, en una actuación conjunta con el Gobierno de Aragón, que rehabilitó el edificio en 2010 tras firmar un convenio con el Ministerio de Cultura.

Entonces se podrá contemplar a siete metros del suelo, que es la altura de la estancia en la que se ubica esta pieza (de 26,4 de largo por 8 metros de ancho), en la que dominará la visión de la inscripción del Tanto Monta con letras troqueladas en los papos (cara de la viga orientada al suelo) que datan del siglo XIX. La propuesta de la directora de la obra y restauradora del Instituto del Patrimonio Artístico (IPCE), Ana Carrassón, que condujo ayer la visita, fue eliminar estos elementos. No obstante, se consultó con profesionales de Aragón y la decisión de la Comisión de Patrimonio fue mantenerlos. Con todo, no afectan a la conservación sino en todo caso a la compresión de la obra que sí conserva este mismo lema en una de las vigas en el modo en el que se plasmó en 1478, cuando fue construida por encargo del obispo Antonio de Espés, del que son la mayoría de los escudos de los canes (piezas de remate de las vigas?).

En ese momento, se creó con forma de tijera bajo una cubierta a dos aguas y fue en 1610 cuando el obispo Berenguer de Bardaxí (también aparece el escudo de su familia) ordenó la construcción de una planta sobre este salón, lo que provocó que se convirtiera en un forjado de piso y perdiera alguna de las jácenas, que ahora se han reintegrado. Una de ellas se encontraba almacenada en el tinel del edificio del siglo XIII sobre el que se construyó el salón y la otra se había reutilizado en un comedor a principios del siglo pasado.

Entre los siglos XIX y XX también se produjeron varias intervenciones con las que se puso de manifiesto que el alfarje no estaba preparado para soportar el peso de la planta superior y se añadieron piezas de sujeción que ahora se han eliminado. Esa estancia se demolió en los años 80 y se enganchó el alfarje a un tejado metálico, que ahora hay que impermeabilizar. Para ello, el obispado, el cabildo, el Ayuntamiento y la Diputación Provincial ya han comprometido una partida, según explicó ayer el delegado de Patrimonio de la Diócesis de Huesca, José María Nasarre, para intervenir ahora.

Aunque falta ese paso, valoró como "increíble" que ya esté restaurado, porque recordó que la restauración estuvo doce años bloqueada hasta que a finales de 2014 la empresa Rearasa, de Zamora, inició los trabajos que han tenido un coste de 410.122, a los que se suman los 112.000 que se invirtieron en 2008 en el estudio previo. De hecho, tendría que haber estado acabada en 2006. Con todo, ahora la restauradora Ana Carrassón incide en la necesidad de conservar la obra, porque es tan importante como recuperarla. De ahí, la necesidad de actuar en la cubierta.