Un siglo a la sombra del Aneto

El refugio de la Renclusa, un referente del montañismo, prepara la conmemoración de su centenario. Es el más antiguo del Pirineo y el segundo de España.

Un helicóptero transportó esta semana los suministros necesarios para los próximos meses. En el centro, Antonio Lafón con su mujer, María Romero, y su hijo David, en la cocina. En el refugio todavía se acumula mucha nieve.
Un helicóptero transportó esta semana los suministros necesarios para los próximos meses. En el centro, Antonio Lafón con su mujer, María Romero, y su hijo David, en la cocina. En el refugio todavía se acumula mucha nieve.
Rafael Gobantes

La inquietud del Centro Excursionista de Cataluña y de unos hosteleros de Benasque, las familias Abadías y Sayó, permitió edificar en la Renclusa el primer refugio de montaña del Pirineo y el segundo más antiguo de España. Fue hace nada menos que un siglo. El centenario se cumplirá el 5 de agosto y en su conmemoración se han implicado la entidad responsable de su construcción, la Federación Aragonesa de Montaña (encargada actualmente de la gestión) y el Ayuntamiento de Benasque, que se reúnen este fin de semana para empezar a preparar el programa de actos.


La Renclusa es hoy el refugio alpino por excelencia, rodeado de cimas de 3.000 metros. Aquí hacen parada y fonda los montañeros antes de emprender la ascensión al Aneto y a los numerosos tresmiles que jalonan el macizo de las Maladetas. En invierno, la actividad se reduce por las temperaturas extremas y la nieve, pero en esta época de primavera es un paraíso para los practicantes del esquí de travesía. Con más de 9.000 pernoctas al año, figura como el segundo más visitado de los 16 de red aragonesa, después de Góriz.


En España solo hay otro más antiguo, el de Ulldeter, en Gerona, aunque este no conserva el edificio original. La Renclusa se reformó en 2006 y se amplió hasta las 92 plazas a partir del primer inmueble. Desde entonces, abre todos los días del año, ya sea Navidad o Año Nuevo.

Una inauguración con duelo

Una placa a la entrada recuerda la inauguración en 1916 por iniciativa del pirineista Jaume Oliveras, según el diseño del arquitecto Josep María Pericas, y financiado por suscripción popular. Las ascensiones al techo de la cordillera habían comenzado a mediados del XIX, y décadas después se vio la conveniencia de acortar las 10 horas entre Benasque y el Aneto, parando en algún lugar resguardado de los rigores de estas altitudes. El pico atraía a muchos montañeros de Barcelona que viajaban en tren hasta la Seu d’Urgell para luego ir en autobús a Benasque, donde contrataban mulas y porteadores.


Las primeras cortas de madera para la obra datan de finales de ese siglo y la edificación se inició en torno a 1912, con la colaboración de todo el valle. La inauguración está marcada por un hecho trágico. Una semana antes, José Sayó, guía, uno de los constructores y dueño de la cabaña que le precedió, murió en el Paso de Mahoma camino del Aneto alcanzado por un rayo.


Sergio Rivas, responsable de refugios de la FAM, recuerda que el siguiente más antiguo en Aragón, el de Góriz, comenzó a construirse casi 50 años después. "Son muy importantes para el montañismo. El aniversario de la Renclusa demuestra que no los hemos inventado hace 30 años, llevan mucho tiempo jugando un papel fundamental. Hace cien años, los pocos montañeros que andaban por ahí ya sentían esa necesidad".

La saga de los Lafón

Casi la mitad de la historia de la Renclusa está asociada a un nombre propio, el de Antonio Lafón, el guarda, que ya lleva 46 años, desde que con 15 subió a ayudar a su tío. Actualmente lo regenta junto a su mujer, María Romero, y la saga familiar tiene continuidad con su hijo, David Lafón. El albergue da trabajo a entre tres y siete personas, según la época del año, ya que en invierno, con el frío y la nieve, hay poco trasiego de montañeros.


Cuando se inauguró, abría de julio a septiembre y algunos días en Semana Santa o mayo. Más tarde, las instalaciones se adecuaron para soportar el frío invernal. "Puedes estar semanas enteras a 20 grados bajo cero", cuenta Lafón, que acostumbrado a vivir en la alta montaña le quita importancia. "Si hay ventisca, nos quedamos en casa tranquilos, no puedes hacer otra cosa".


Las condiciones han mejorado sustancialmente. Lafón recuerda cómo subían los suministros con mulas, tres caminando, antes de que la carretera llegara hasta la Besurta. "Cargábamos hasta gallinas y corderos, que matábamos en el refugio para tener carne. Se conservaba bien". Ahora el trayecto es de apenas tres cuartos de hora, y por aire se tarda un minuto. Y es que la tracción animal para portear la carga se ha sustituido por el helicóptero. Esta semana, un aparato de una empresa del valle de Arán se ocupó de llevar todo el material necesario para los próximos meses, en total 11 fardos de 800 kilos cada uno. Solo en comestibles, 6.500 kilos, además de gasoleo para la calefacción y para alimentar los motores de las cámaras frigoríficas o el sistema eléctrico. "He llegado a estar cuatro días esperando para subir las cargas por el mal tiempo. Es lo que más inquieta", explica Lafón.


Pese a las mejoras, la vida a más de 2.000 metros sigue teniendo sus limitaciones. No hay cobertura de móvil, aunque el albergue sí cuenta con teléfono y radio. Para vivir aquí, señala, hay que ser "montañero". Él además es "montañés", nacido en Fonchanina, en el valle de Castanesa.


Y con tantos años como guarda y como guía, se conoce al dedillo los tresmiles que envuelven la Renclusa. Conocimiento y experiencia que pone al servicio del visitante, porque además de alojamiento y comida, ofrece buenos consejos sobre las rutas y el modo más seguro de hacerlas. "Me da igual que se queden a dormir, pero quiero que entren y pregunten". No todos se dejan aconsejar, lamenta recordando casos que han acabado trágicamente.


Las principales páginas de la vida de los Lafón se han escrito entre estos gruesos muros, donde los tres hijos pasaban los veranos y donde incluso aprendió a andar la pequeña. Aquí estaba Antonio cuando sufrió un problema cardíaco. Casualmente, el helicóptero de la Guardia Civil evacuaba a un accidentado y el médico aconsejó su traslado. Ahora, ya recuperado, sigue en el tajo, a 2.140 metros, a la sombra del techo del Pirineo.GALERÍA DE VÍDEOS RELACIONADOS:



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