"El mejor premio es ver la cara de agradecimiento de un montañero cuando lo rescatas"

Miguel Domínguez, jefe del Greim de Boltaña y el guardia que lleva más años en el rescate en España, se retira.

El último vuelo en helicóptero. El pasado martes, el jefe del Greim de Boltaña se subió por última vez al helicóptero para hacer un vuelo sobre el valle de Bujaruelo en busca del senderista que se perdió el día 23.
El último vuelo en helicóptero. El pasado martes, el jefe del Greim de Boltaña se subió por última vez al helicóptero para hacer un vuelo sobre el valle de Bujaruelo en busca del senderista que se perdió el día 23.
Guardia Civil

Es historia viva del rescate en el Pirineo. Pese a nacer junto al mar, en Isla Cristina (Huelva), siempre le atrajo la montaña. Llegó a Boltaña con 18 años y se convirtió entonces en el socorrista más joven del país. Ahora el subteniente Miguel Domínguez ha batido otro récord y se jubilará este mes, al cumplir los 60, como el más veterano, el que lleva más tiempo en las unidades de rescate españolas de la Guardia Civil. Él salió de la academia ambicionando muchos destinos, pero el salvamento en el Pirineo lo atrapó. En Boltaña conoció a su mujer, han nacido sus hijas y aquí han transcurrido los 42 años de su vida laboral, los últimos como jefe del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim).


La última vez que se subió al helicóptero fue el pasado martes para participar en la búsqueda del montañero desaparecido en Bujaruelo. Ese mismo día dirigió el rescate de un joven francés muerto en la Escupidera de Monte Perdido, donde han fallecido más de 50 personas.


En estas cuatro décadas ha sido testigo de la evolución del socorro alpino. En 1974, cuando empezó en el entonces denominado Grupo de Esquiadores Escaladores (creado en 1967), luego reconvertido en los Greim, los socorristas no tenían trajes de neopreno ni contaban con helicóptero. Lo prestaba la Gendarmería francesa, si era muy necesario, y los trámites para autorizar la entrada, con mediación del prefecto y el gobernador civil, podían retrasar el operativo varias horas.


"Se hacían 15 o 20 rescates al año. No existía el auge del barranquismo y solo había dos grupos de rescate, Jaca y Boltaña", cuenta. Comparado con el trabajo actual, por el número y el tipo de intervenciones, es "como el día y la noche". "Íbamos andando muchas horas y con la camilla a hombros. Para acudir a un socorro por encima de 3.000 metros necesitábamos 12 o 14 especialistas. Acababas exhausto".


Los rescates se incrementaron y en 1982 se consiguió trasladar en verano un helicóptero de Madrid. Dos años después se creó la unidad aérea de Huesca. "El rescate se hizo más técnico y el reto era igualarnos con el socorrista francés. A día de hoy estamos en las mismas condiciones". La tipología de los accidentes, afirma, también cambió. "Ya no eran solo senderistas, empezamos a tener que ir a los barrancos. Los turistas franceses venían con trajes de neoprenos cuando nosotros no teníamos, ni habíamos recibido una formación específica para entrar en esas zonas. También comenzaron los accidentes de espeleología, parapente...".Los supervivientes

El subteniente tiene en su haber más de 1.000 rescates, "pero no llevo la cuenta exacta". Ha sufrido siendo testigo de la muerte de un compañero en un accidente en Panticosa o sacando el cadáver de un niño de 9 años de una poza. Sin embargo, su vida profesional también le ha reportado grandes satisfacciones, como encontrar sana y salva a una excursionista francesa que sobrevivió 11 días en Ordesa. "La buscamos día y noche, y cuando ya lo íbamos a dejar todo, haciendo un reconocimiento aéreo, el piloto dijo por la emisora: ‘La hemos localizado y está viva’. Fue impactante". No ha sido un caso único en su carrera. También se localizó con vida a una excursionista cerca de Bergua, a la que se buscó durante cinco días con muy mal tiempo. "Después de una jornada tras otra pensando en que estas personas tienen muy pocas posibilidades, el hecho de que logren sobrevivir resulta muy gratificante".


Por eso, a pesar de que cuando llegó a Boltaña con 18 años se planteaba "cambiar de especialidad, conocer más sitios, probar un poco de todo...", y de que desde entonces ha habido días "de mucho frío, mucho calor, mucha fatiga física, con más de 24 horas de rescate interminables... también he encontrado muchas cosas buenas".


"El mejor premio es ver la cara de agradecimiento de un montañero cuando lo rescatas. A veces se quedan solos, su compañero ha tenido que ir a pedir auxilio y no ven nada fácil que los puedas sacar de allí. Personas con traumatismos graves o hipotermias que tienen claro que han vuelto a nacer. Ha habido casos en los que sabíamos que si no los evacuábamos en una hora a un hospital, iban a fallecer irremediablemente, en condiciones meteorológicas muy difíciles", explica, destacando la labor de los pilotos del helicóptero que, muy concienciados de su papel, "no escatiman esfuerzos" y les toca arriesgarse.El drama familiar

Domínguez asegura que cuando los llaman para una emergencia, "no damos a nadie por muerto, siempre vamos pensando que todavía podemos hacer algo", aunque lo cierto es que no siempre hay un final feliz. Lo que peor lleva es el drama familiar. "Detrás de un fallecido siempre hay alguien. A veces tengo en la oficina a unos padres, una esposa, un hijo... o hay que coger el teléfono y dar una mala noticia. Nunca me he acostumbrado a eso. El rescate no termina al dejar a un accidentado en el hospital. Es necesario acompañar a las familias, incluso buscarles hotel. Ese sufrimiento hace daño", confiesa emocionado.


En su carrera ha habido muchos momentos tristes, como la muerte de un compañero que cayó del helicóptero, de la que fue testigo. Entonces, su familia le llegó a sugerir cambiar de servicio, pero ni se le pasó por la cabeza. "Corremos un riesgo, nos movemos en un entorno hostil, pero tenemos una preparación técnica y nos reciclamos para intentar minimizarlo, porque nuestra seguridad es la del accidentado". Sobre todo ha aprendido que el socorrismo es un trabajo en equipo. Cuando los especialistas se suben al helicóptero o ascienden a 3.000 metros, "sabemos que estamos todos en el mismo barco", dice. Mira el calendario y cuenta con tristeza los días que le quedan de servicio activo después de 42 años.

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