NATURALEZA

Caracoles de alta montaña, vestigios vivos de épocas glaciares

Algunas especies de invertebrados, característicos de la montaña aragonesa, han encontrado en las altas montañas su isla-refugio, donde por aislamiento y diversificación han dado lugar a especies diferentes desde el punto de vista evolutivo.

La Pyrenaearia carascalensis es la más abundante de este género de moluscos de nuestras montañas.
Caracoles de alta montaña, vestigios vivos de épocas glaciares
E. V.

Cuando recorremos paisajes de alta montaña esperamos ver animales típicos de lo que son estas elevaciones frías y nevadas durante muchos meses del año. Nos referimos a fauna alpina como son los sarrios o rebecos, las perdices blancas, las marmotas o el gorrión alpino. Pero pocos son quienes conocen otro tipo de animales invertebrados característicos de la montaña aragonesa, caso de una serie de moluscos representativos de los ambientes montañosos, y muy especialmente aquellos que pertenecen al género Pyrenaearia, así llamados en latín en alusión a la cordillera pirenaica. Se trata de reliquias vivas de épocas glaciares que han encontrado en las altas montañas su isla-refugio, donde por aislamiento y diversificación han dado lugar a especies diferentes desde el punto de vista evolutivo.


En una excursión por el puerto de la Glera con un grupo de amigos, al menos hace un par de años, encontramos muy cerca del ibón de Gorgutes, a unos 2.350 metros de altitud, un caracolillo de caparazón blanquecino y algo aplanado entre las grietas de unas rocas. Nadie conocía muy bien de qué especie se trataba. Así que a partir de la fotografía de este artículo un malacólogo, gran experto en moluscos aragoneses, que es Ramón Manuel Álvarez Halcón, la examinó. Tras sus observaciones, indicó que se trataba de una Pyrenaearia carascalensis, la especie más extendida de este género endémico de España y de la parte francesa de los Pirineos.


Desde ese entonces, he continuado la investigación a través de Ramón Álvarez Halcón y de otras fuentes bibliográficas sobre estos animallilos discretos que, como la perdiz nival, son capaces de sobrevivir ante los rigores de la alta montaña. A partir de la consulta de fuentes especializadas, se puede saber que hay al menos otras nueve especies distintas que taxonómicamente pertenecen al género Pyrenaearia, y que son: Pyrenaearia cotiellae, Pyrenaearia daanidentata, Pyrenaearia molae, Pyrenaearia navasi, Pyrenaearia oberthueri, Pyrenaearia organiaca, Pyrenaearia parva, Pyrenaearia poncebensis y Pyrenaearia velascoi. A excepción de P. carascalensis cada especie es exclusiva de un macizo montañoso, que está presente en zonas como los Picos de Europa, los Montes Vascos, los Pirineos, el Moncayo y un par de muelas de la provincia de Tarragona.


Dos especies de ellas están inscritas en el 'Catálogo de Especies Amenazadas de Aragón', dentro de la categoría de 'Sensibles a la alteración de su hábitat', y como tales aparecen descritas en el volumen de 'Fauna Amenazada' que hace cuatro años publicó el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón: la P. cotiellae y la P. navasi, endémica de la Sierra del Moncayo y dedicada al naturalista Longino Navas.


La Pyrenaearia cotiellae lleva en su nombre el topónimo del macizo de Cotiella, y es que estos animales únicamente se pueden encontrar en esta montaña de la provincia de Huesca, en el circo de Armeña, citándose lo más lejos en el collado de Sahún. Se sabe que este caracolillo de color blanquecino y amplio ombligo vive en torno a los 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, que está presente en fisuras de rocas calizas y bajo las piedras.


Como el resto de las Pyrenaearias se muestran activos fundamentalmente en los meses de verano, en días de elevada temperatura ambiental, alimentándose de diminutos hongos, algas y líquenes que raspan del suelo o de las piedras mediante un órgano llamado 'rádula', una especie de lengua dentada. También se sabe que son hermafroditas y que entierran los huevos en el suelo.


Pero en general son muchos los aspectos de biología, ecología y distribución que aún se desconocen de estos caracoles de alta montaña debido a la falta de estudios científicos. Sin embargo, los propios malacólogos advierten que una de sus grandes amenazadas para su conservación puede provenir de la captura por parte de coleccionistas de conchas, dada la singularidad de estos animalillos. Además de por el temido cambio climático.


En la revista 'Quercus', el naturalista Arturo Valledor de Lozoya habló hace unos diez años de estos caracoles únicos para las cumbres ibéricas, cuyo hábitat son las gleras y laderas rocosas de entre los 1.000 y los 3.000 metros de altitud, siempre por encima del límite de los bosques más altos.