SD HUESCA

Carreras divergentes

Víctor busca su redención en el Betis, mientras que el Huesca puede ser una plataforma para Calderón

Calderón ha adquirido prestigio a nivel nacional por su trabajo en Huesca.
Carreras divergentes
HERALDO

Antonio Calderón y Víctor Fernández. Un técnico que empieza y otro con dos décadas en los banquillos. Dos perfiles con algunas similitudes. Y con otros matices que les distancian. Jóvenes ambos, eso sí. Calderon, andaluz de Cádiz, regenta el banquillo del Huesca. Fernández, aragonés de Zaragoza, dirige al Real Betis. Constituyen la historia paralela del duelo de mañana, en el que hay muchísimo en juego. Tanto, que el que pierda va a comprometer seriamente su objetivo.


Calderón, con 42 años, está en una fase emergente de su trayectoria como entrenador, que nació donde se apagó la de futbolista, en el Raith Rovers escocés. A tierra de gaitas y faldas a cuadros llegó de la mano de Bahía Internacional, empresa accionista del Huesca, y la misma que ha confiado en él para conducir al equipo azulgrana. Agustín Lasaosa ha sido siempre y es todavía su principal valedor.


Entre el periplo por las islas y su aterrizaje en la capital oscense, el preparador gaditano cubrió una breve etapa en su ciudad natal. Tomó las riendas del primer equipo hace dos años en Segunda División. La temporada ya estaba empezada y no logró terminarla. El Cádiz descendió. Calderón se ha quejado amargamente de que la prensa no fue amable con él.


En Huesca se ha encontrado una balsa de aceite en comparación con la Tacita de Plata. El viento le ha soplado a favor, aunque él también se ha sumado a esa inercia con un trabajo más que digno, en el que ha destacado su capacidad para exprimir un grupo con notables limitaciones, con mucha materia prima barata tanto en el primer proyecto como en el segundo. Y cuando han venido mal dadas, siempre ha gozado del escudo protector de Lasaosa, vicepresidente, director deportivo y ahora consejero delegado de la Sociedad Anónima Deportiva.


En su ideario futbolístico, Calderón apuesta en la medida de lo posible por el juego combinativo, amable con la pelota. Si peca de algo suele ser de exceso de valentía. Y es mejor diseñando estrategias que cambiándolas sobre la marcha a tenor de lo que ocurre.


El míster andaluz tiene una concepción muy corporativa de su trabajo. Asegura que consulta y escucha, aunque luego decida él. Se integra perfectamente en el sentir del club y se convierte en su altavoz cuando lo cree necesario o se le requiere.


Fernández, un autodidacta


Conocido es el inicio de Víctor Fernández -de 49 años- en la elite. Radomir Antic era entrenador del Zaragoza. El serbio quería un técnico joven a su lado. Víctor fue el elegido y con apenas treinta años agarró el toro grande por los cuernos. La Recopa de París en 1995 fue su logro más sonado. Añade una Copa del Rey también con los maños y una Supercopa de Portugal y una Intercontinental con el Oporto. Pero sus días de vino y rosas han sufrido un receso. De sonar como candidato en la agenda del Real Madrid y ser un aspirante a la Selección ha pasado a coger un proyecto de Segunda para intentar recuperar su prestigio. Su crédito sufrió un golpe bajo en la segunda etapa en el Zaragoza, como cabeza visible del proyecto de Agapito Iglesias.


Víctor se sometió a un desgaste importante y fue cesado en su segundo año de contrato. Muy reticente a entrenar en el extranjero -salvo la experiencia, también acabada en cese, con el Oporto-, el técnico formado en el Stadium Casablanca se ha resignado a bajar un peldaño para procurar que su imagen y la del Real Betis resurjan de la mano. La empresa no es sencilla, porque el entorno verdiblanco vive una profunda fractura social alrededor de la figura del accionista mayoritario, Manuel Ruiz de Lopera.


Fernández suplió a Tapia en el banquillo bético y enderezó el juego y los resultados de los andaluces, pero una racha repleta de empates lo alejó del ascenso. Las dudas del resto de aspirantes le han devuelto las posibilidades.


El preparador aragonés comparte con Calderón el gusto por el fútbol de toque, aunque le persigue la fama de descuidar demasiado el aspecto táctico en beneficio de un espectáculo que no siempre ha podido conseguir. Tampoco destaca por su cercanía con el futbolista, lo que le ha supuesto 'quemarse' a menudo en diferentes vestuarios.