Javier Sardaña Polo y Raquel Agraz Fuster esperaban nerviosos, y rodeados de familiares y amigos, en la puerta de la sala de la Escuela Politécnica Superior (EPS) en la que ayer por la mañana iban a recibir el reconocimiento a dos años de trabajo: el premio al mejor proyecto fin de carrera de Ingeniería Técnica Agrícola e Industrial, respectivamente. "Me lo comunicaron hace poco más de una semana", confesó Sardaña, un oscense ya ingeniero que ha aplicado sus conocimientos al estudio de las granjas de montaña en el valle de Broto, de donde procede su familia. "Quería mirar la dependencia de las explotaciones ganaderas respecto a las familias propietarias, y contemplar sus expectativas de futuro", apuntó el joven, quien ha estado acompañado en su estudio por el profesor Juan Ramón Reiné. Aunque ayer recibió el galardón de mano del representante del colegio de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Aragón, Francisco Javier Lorén, como también lo hicieron los alumnos David Sallán, Rodrigo Mur, Víctor Val, Óscar Olivera y María Pilar Francés por sus trabajos.

Por su parte, Ardaz se llevó dos galardones: por su proyecto de una almazara para la producción de aceite de oliva virgen extra y por su expediente académico, con el que ha obtenido el premio extraordinario fin de carrera. "No me lo esperaba y estoy muy contenta por todo el esfuerzo y trabajo que ha supuesto", afirmó esta barbastrense que ha cursado sus estudios de Ingeniería en el Campus de Huesca. La joven, que ha compatibilizado el proyecto con un empleo, ha realizado todas las fases de desarrollo del molino, desde el diseño hasta la implantación real (con presupuestos incluidos). Subió airosa al escenario en el que el director de la EPS, Luis Pardos, y el representante del colegio de Ingenieros Técnicos Industriales en Aragón, Guillermo Planas, le entregaron el diploma, y también a Raquel Otal y Beatriz Villamón.