Javier Anca tiene 17 años. Vive en Monzón, donde estudia un grado de Informática. Desde finales de 2015 se desplaza en una silla de ruedas eléctrica. Una noche, David Mur, profesor del colegio Salesianos de la misma localidad, lo vio por la calle y le preocupó que el joven circulara sin luces, con los reflectantes laterales como única forma de avisar de su presencia. "La silla solo disponía de los captadióptricos, que son obligatorios pero con un evidente peligro", comenta el docente.

Mur, junto con otro profesor del centro, Ángel Senach, se pusieron manos a la obra para instalar iluminación en la silla y contribuir a la visibilidad y seguridad de su ocupante. Los departamentos de Electricidad y Mecánica del colegio, donde además de Bachillerato se imparte Formación Profesional, colaboraron para sacar adelante el proyecto.

En las ortopedias venden ‘packs’ con luces, pero esto incrementa el precio de una silla eléctrica. "Optamos por las led, que gastan poco y, por tanto, consumen menos batería", explica Mur. Colocaron dos luces delanteras, con tres niveles de intensidad, y una regleta trasera.

El profesor señala que se trata de una iluminación homologada, ya que la que le han puesto delante es como la que llevan las bicicletas y la trasera es similar a la que se pone en los ‘quads’. "Con esto hemos conseguido facilitar su comodidad y seguridad en los desplazamientos, ya que las personas que circulan pueden verlo a mayor distancia", apunta Mur.

Javier Anca, que ahora está de prácticas, reconoce que desde que lleva la silla iluminada se siente "más seguro" cuando va por la calle de noche. "Ahora veo a los coches y los conductores me ven a mí", señala el joven, que reconoce que, cuando puede, circula por el carril bici porque "al ser liso es mejor". También dice que no suele salir hasta muy tarde y que ahora, en verano, apenas tendrá que utilizar la nueva iluminación.