EDITORIAL

Golpe al Canfranc

El cortoplacismo y la desorientación parecen haberse adueñado del Ministerio de Fomento. Si el duro ajuste impuesto por la Unión Europea aconseja replantearse infraestructuras prescindibles, se entiende mal que los recortes afecten a obras ya comprometidas. Es el caso del primer tramo del ferrocarril del Canfranc, que ha sido suspendido pese a que las obras estaban ya adjudicadas. Renunciar al tren es un grave error


Del  ministro Blanco se esperaba que, relegada la línea del Canfranc a categoría regional, pese a que su trazado une dos países, cumpliera el compromiso de renovación de una infraestructura a la que la desidia política busca dejar despojada de todo sentido. En un círculo vicioso, el maltrato a la línea aleja a los viajeros y reduce al mínimo el transporte de maíz francés. Así las cosas, difícilmente se produce el aumento de demanda que daría rentabilidad a la inversión en la línea. La anulación, por parte de Fomento, de las obras adjudicadas entre La Peña y Anzánigo y el retraso del resto de la intervención suponen un golpe que puede ser mortal para el futuro del Canfranc. Y, sobre todo, significa un enorme contransentido, ya que en la reciente cumbre sobre transportes europeos celebrada en Zaragoza, el ministro Blanco, y el resto de participantes, apostaron por el ferrocarril por razones medioambientales y económicas, fundamentalmente. Su carácter deficitario amenaza el mantenimiento de muchas líneas regionales. Así lo ha advertido el responsable de Transportes. Pero es evidente que el Estado no puede o, al menos, no debe fiar la política de comunicaciones al lucro. La crisis no debiera hacer olvidar el compromiso con el futuro.