NACHO FUERTES

"Ellos no venían a por mí, sino a por mi amigo. Por él salvé la vida"

Sobrevivió en el Moncayo al alud que, sin embargo, se cobró la vida de su amigo, Jesús García. En un mes, tres personas han fallecido en este solitario monte

Nacho Fuertes, el montañero que salvó la vida en el Moncayo tras ser arrastrado por un alud, en la terraza de su casa en Zaragoza.
"Ellos no venían a por mí, sino a por mi amigo. Por él salvé la vida"
maite fernández

Nacho Fuertes (Zaragoza, 1982) salvó milagrosamente la vida el 6 de marzo, cuando un alud les arrastró a él y a Jesús García cuando estaban a punto de alcanzar la cumbre del Moncayo. Enterrado dos horas en la nieve antes de ser rescatado, su ruego final fue caer en la inconsciencia y evitar así una muerte angustiosa. Su amigo desde parvulario, Jesús, no corrió la misma suerte. Montañero experimentado, integrante de la selección aragonesa de escalada junto a su hermano Dani, Nacho cuenta su dramática experiencia.

 

¿Cómo se encuentra? ¿Anímicamente ya está mejor?

 

Sí, poco a poco... Con la gente, la familia... Te van ayudando. Aún he de recuperar la mano, que continúa dormida (sufrió congelaciones en un dedo). Y tendré que volver a la normalidad, claro. Al trabajo y todo eso.

 

Ese día, el Moncayo estaba muy nevado. ¿Cómo fue la ascensión?

 

Habíamos salido sobre las doce. La subida fue cómoda, aunque no había nadie. Hasta la mitad del trayecto íbamos bastante bien, no te hundías. A partir de entonces empeoró. Pero, vamos, habíamos subido así en multitud de ocasiones.

 

También el Moncayo.

Muchísimas veces, sobre todo en invierno. Es una montaña muy cambiante: solitaria, sopla mucho viento. Nuestro problema fue que el suelo se encontraba helado y la nieve se había depositado encima, sin agarrar. Arriba hay tanta pendiente que resulta más inestable.

 

El accidente les sucedió pasadas las dos de la tarde. ¿Cómo fue?

 

Puede que el alud lo provocáramos nosotros, andando: en un momento, noté que se movía el suelo, que se empezaba a rajar. En sí, ruido no oyes. La nieve se empieza a abrir y caes sin poder parar. Estábamos prácticamente en la cima, a solo 15 o 20 metros.

 

¿Qué hizo en ese momento?

 

Yo solo intentaba que la caída no me dominara, que no me revolcara. Improvisé: me puse boca abajo e hice como si nadara. Fueron unos momentos muy angustiosos. Sabía que, si no permanecía lo más arriba posible, no me salvaría.

 

¿Qué distancia recorrieron así?

De altura, 300 o 400 metros. En distancia, no sé, igual 600.

 

Entonces se detuvo.

 

Sí. Empezó a caer nieve encima. El brazo izquierdo se quedó atrás, no lo podía mover. El derecho lo tenía delante. Veía luz y me dije: estoy aquí, puedo respirar. Conseguí hacerme algo de espacio y me tranquilicé un poco. Llevaba el móvil en un bolsillo en el pecho, lo desenterré, abrí la cremallera y me saqué el guante. Entonces fue cuando llamé.

 

Así permaneció casi dos horas.

 

Yo gritaba todo el rato. Al final, el móvil se me había escurrido. Empezó a entrar nieve, me tocaba ya la cara; me empezaba a quedar cubierto. Notaba que me llamaban, pero no lo podía coger. Las fuerzas se me iban acabando. En ese momento, los gritos eran ya de desesperación. Pensé que a ver si me podía quedar dormido para? no sé? para no pasarlo tan mal? Creía que me iba a morir.

 

Y ¿cómo le localizaron?

 

Fue gracias a mi amigo. Fueron de lado a lado, pasaron cerca; se abrió un claro y vieron algo raro. Era la pierna de Jesús: nos habíamos quedado a tres o cuatro metros de distancia. Ellos no venían a por mí, iban a por mi compañero. Por él salvé la vida, entonces me oyeron.

 

De su muerte no se enteró hasta bastante más tarde.

 

Sí. Para mí fue lo peor. Se me había pasado por la cabeza, porque cuando me desenterraban preguntaba por él y contestaron que me preocupara únicamente de mi situación. Me lo olí. Pero, claro, todo era irreal, como si estuviera en una película. Más tarde, en el hospital, vi a la gente llorando por los pasillos. Así me enteré.

 

¿Qué dicen sus padres? ¿Le dejarán volver a la montaña?

 

Por supuesto. De hecho, a mi padre le pasó algo muy parecido: en el Balaitus se le mató también un amigo que resbaló y cayó por un cortado. Me dijo en el hospital que sentía que hubiéramos tenido que pasar por lo mismo. Pero en fin, así es la montaña. No puedo dejar de volver: es lo que creo que a Jesús le gustaría que hiciera. Solo se vive una vez y tienes que hacer lo que te gusta. Esto que ha pasado es muy fuerte, pero...