VÍCTOR ULLATE

«Con la Expo se ha crecido, pero faltan pasos para dar imagen de gran ciudad»

El bailarín Víctor Ullate (Zaragoza, 1947) habla de sus inicios con María de Ávila, esboza sus proyectos presentes y sus planes de futuro, valora el panorama cultural aragonés y da su opinión sobre la Comunidad Autónoma.

En la imagen, el bailarín zaragozano Víctor Ullate, en los jardines de la sede de su centro de danza en la Comunidad de Madrid.
«Con la Expo se ha crecido, pero faltan pasos para dar imagen de gran ciudad»
ENRIQUE CIDONCHA

Espero que esta pregunta no le ofenda, ¿tiene en sus planes retirarse?

No me ofendo, es ley de vida. Y la verdad es que no creo que dure mucho. Es verdad que seguiré siempre vinculado, siempre daré clases. No estaré del todo retirado, pero el carro hay que pararlo. Por desgracia, hay muchas cosas en la vida que no he hecho, y querría hacer, tener tiempo para mí. Sobre todo desde los infartos que me dieron, tomé conciencia de muchas cosas.


¿Cómo ve Aragón?

Aragón, a partir de la Expo, ha crecido muchísimo. Cada vez que voy a Zaragoza, que es muy a menudo, la veo muy crecida, muy cambiada. Aún quedaría quitarle algo de aire provinciano. Faltan aún pasos para que dé la imagen de gran ciudad.


Una buena programación cultural quizá ayudase.

Sí, la cultura es también clave en esto. Tener una buena programación cultural, que haya ópera, un buen teatro, etc. Eso hace crecer a las ciudades.


¿Y qué tal las infraestructuras?

El Teatro Principal es muy bueno, lo adoro. Y tiene una gran historia. Pero es pequeño para muchas obras. Sí hay un espacio ahora que da para grandes espectáculos, que es el Palacio de Congresos de la Expo. Es un teatro magnífico, muy emblemático. Podría ser genial para Zaragoza, habría que darle una programación, hacerlo funcionar. Pero desgraciadamente está descuidado.


Ha habido muchos problemas con la contrata, falta dinero, etc.

La situación que vive es una pena. Habían gastado muchos millones en él. Ahí lo que tienen que hacer es poner un buen director que lo gestione, una buena administración y tirar para adelante. No pueden dejarlo caer. Con muchos de los aragoneses que hablo del ámbito artístico, se nota cierto descontento hacia Zaragoza. También a los artistas nos tienen muy olvidados. Para algunas cosas sí parecemos interesar a las instituciones. Por ejemplo, te preguntan si quieres ser imagen de Zaragoza. Y sí, claro que sí, pero no es eso.


Los aragoneses que triunfan fuera de la Comunidad no siempre son los que encuentran un apoyo en las instituciones. ¿Por qué cree que sucede?

Lo primero, un artista es internacional. Tú no puedes quedarte en un sitio. Tienes que viajar, mostrar tu arte al mundo entero. Ahora estoy en Madrid, que es donde tuve mis comienzos como profesional, con el ballet de Antonio. Hubo un momento dado en que me propusieron dirigir el ballet de Zaragoza y acepté, pero no llegué a firmar nada. Y no sé qué pasó entre las administraciones y no cuajó. Llegó a decirse que claro, si vuelve a Aragón, será porque ya no tiene otra cosa. No llegó a nada, pero pienso que menos mal, porque si llego a ir en esas condiciones y con ese planteamiento...


¿Aragón es muy duro con su gente?

No lo sé, yo me siento totalmente aragonés. Quiero a Aragón, pero sé que si hubiese nacido en otro sitio, me habrían empujado también. Sobre todo fuera de España. La prueba está en que los artistas españoles, cuando han sido conocidos, es cuando se han marchado fuera.


¿Qué tal ve el panorama cultural? ¿Afecta mucho la crisis a la cultura?

Sí afecta, como en todo. Muchas veces, los teatros dependen de los ayuntamientos y ahora estos no tienen ni un euro. Lógicamente, los teatros tienen que programar, pero los pagos se hacen a largo plazo. Lo que antes valía tres, ahora lo tienes que hacer por medio.


Parece muy complicado hacerlo rentable en esas condiciones.

Es casi imposible. Y yo no me puedo quejar. Mi compañía (el ballet Víctor Ullate-Comunidad de Madrid) tiene ya mucha reputación y donde va, no falla y tiene éxito. Eso hace que la programación se mantenga, pero si no... sería imposible.


¿Desaparecerán algunos y quedarán los mejores?

Bueno, los mejores o los más conocidos. Muchas veces... No lo digo por mí, que me ha costado mucho trabajo tener lo que tengo y ser quien soy. A mí no me han regalado nada, y estoy muy orgulloso de decirlo, porque lo que he conseguido ha sido con todo mi esfuerzo. Hay gente con la que no ha sido así. Le caen bien a alguien y ya les soluciona el panorama.


¿Qué tal está el plantel de bailarines aragoneses actuales? ¿Hay relevos?

Sí hay buenos exponentes. Está por ejemplo Natalia Arregui. A mí me hubiera gustado tener más bailarines aragoneses en mi compañía, hubiese sido fantástico, pero la inmensa mayoría de los aragoneses que destacan se van a Estados Unidos. Es el caso por ejemplo de Gonzalo García Portero. Es un gran bailarín, buenísimo. Empezó también con María de Ávila y ahora está en el New York City Ballet. Y aunque ya estoy algo retirado en esto, sé que hay dos grupos de danza en Aragón, uno que dirige Elia Lozano y el de Víctor Jiménez, LaMov. Tienen que tener ayudas, apoyos para poder crecer y darse a conocer.


¿Por qué cree que Aragón no apoya a sus compañías artísticas?

No digo que no las apoyen, no conozco exactamente ese extremo.


Parece que las instituciones de la Comunidad no acaban de apoyar siempre de forma decidida a los artistas aragoneses.

Sé que yo, como aragonés, he querido ir y quiero ir con mi compañía a Aragón. Y en mi caso, cada vez que lo hago, corro el riesgo de columpiarme, porque voy exclusivamente a taquilla. Y tengo que hacerlo, porque a diferencia de en otras Comunidades, no me dan un caché. Me parece algo injusto que sea en mi tierra donde tenga que ir así, y que el Ayuntamiento o el Gobierno autonómico no haga por potenciar que los artistas aragoneses reconocidos actúen en la Comunidad.


Usted que vivió los buenos tiempos del teatro Fleta, ¿qué le parece la situación actual?

Me pareció una aberración que lo tirasen sin antes haber previsto mínimamente los problemas que podía haber. Ha faltado voluntad para sacarlo adelante. También había muchos problemas en la construcción de la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia o con el Museo Reina Sofía cuando lo impulsó el Gobierno central. Pero en esos casos se actuó de forma decidida, protegiéndolo todo, y ahora son una realidad que con su buena programación potencia las ciudades en las que están.


María de Ávila y su escuela de danza son una institución en Aragón

A María la adoro, no dejo de reconocer su gran valía, su talento, su dedicación, su amor hacia la danza, su pasión... Es una mujer que nos transmitió el alma que hay que tener para bailar.


¿Fue su primer alumno?

Sí. Y el inicio fue casi imposible. María de Ávila solo aceptaba alumnas. Por una recomendación, aceptó no darme clases, pero sí que lo hicieran tres de sus alumnas más aventajadas. Tanto le hablaron sobre mí, que me aceptó como alumno suyo. Ahí se rompió la cosa. El caso es que ella nos contaba historias, tan necesarias para que el bailarín se haga su propia historia. Y nos enseñaba libros de danza, nos hablaba. Yo iba encaminado hacia el flamenco, pero nos metió tal gusanillo por el baile clásico, que me volvió un bailarín clásico.


Del flamenco al baile clásico. Vaya giro.

Sí. Y siendo su alumno, estuvo Antonio Ruiz Soler (Antonio, El Bailarín), unos días en Zaragoza, y ella le invitó a ver un ensayo. Y preguntó por mí y me dio un contrato para bailar en su compañía. En aquel momento había una crisis económica parecida a la de ahora. La fábrica de mi padre iba mal y pensé que, si me iba, también dejaba de ser una carga para mis padres. Y entonces, a los 15 años, me marché de mi casa. Mis padres tuvieron presiones de amigos, familiares y hasta un sacerdote para que no me dedicase al baile. Pero mi padre estuvo fuerte y decidió que si quería bailar, por supuesto que lo haría. Hizo muy bien. En el baile soy alguien, en otra profesión, a lo mejor era uno de tantos.


¿Qué proyecto está centrando actualmente su atención?

Acabo de hacer Wonderland. En España tenemos ya muchos compromisos cerrados, también en el Teatro Principal de Zaragoza. Vamos además a ir con esta obra a Jordania, acabamos de recibir una propuesta para representarla en Israel, etc. Estoy muy contento porque está siendo un éxito impresionante.


Y está inspirada en el psiquiátrico de Zaragoza.

Sí, ahí está mi hermana. Y lo que me dio la pauta para hacer este ballet es la rabia que me produce cada vez que voy. Los enfermos se pasan los días esperando en las salas de visita. Eso a mí me afectó. Pasa lo mismo con mi hermana, con todo el mundo que está ahí. Son seres que a lo mejor, una visita, un gesto, un abrazo, les hace felices. La obra está muy diversificada. No es un ballet que salgas diciendo «qué pena», sino que por momentos está planteado para divertirse muchísimo.