Alicia Asín: "Una ‘datocracia’ empoderaría a la ciudadanía"

Nacida en Zaragoza en 1982, esta ingeniera fundó, junto con un compañero de carrera, la empresa Libelium. Está especializada en IoT, IA y otras tecnologías que cambiarán el mundo.

Alicia Asín en las oficinas de Libelium. toni galán
Alicia Asín en las oficinas de Libelium. toni galán
Toni Galán

Su concepto de ‘datocracia’ aparece en la lista Forbes de ideas brillantes que podrían revolucionar el 2024. ¿En qué consiste?

Es un término que nace del origen de los datos y que podría cambiar el paradigma mundial. Nunca antes habíamos tenido tanta información ni tantos elementos para tomar decisiones tecnificadas como ahora. Pero eso es solo una parte de lo que la tecnología puede ofrecernos. Debemos ir un paso más allá, haciendo públicos y disponibles para la ciudadanía todos esos datos. Se trataría de adoptar un nuevo lenguaje de comunicación entre administración y ciudadanía, que permitiera no solo tomar mejores decisiones al margen de ideologías, sino empoderar a la población para que fuera más partícipe de la gobernanza de las ciudades, lo que redundaría en una democracia de mayor calidad.

La población urbana crece a un ritmo exponencial. ¿Cómo imagina las metrópolis del futuro?

En seis años, las ciudades tendrán que acoger a 5.000 millones de personas y, en 2050, el 70% de los individuos vivirán en los núcleos urbanos. Para mantener el bienestar y la salud de los ciudadanos será necesario hacer una serie de cambios.

¿Por ejemplo?

Uno de los grandes problemas a resolver es, sin duda, el tema de la movilidad. A día de hoy, el 75% de las emisiones de carbono se generan dentro de las ciudades y el objetivo es reducir estos indicadores a la mitad para el 2050, lo que supone un reto faraónico.

¿Qué papel juega la tecnología en todo esto?

Uno muy importante.Desde monitorizar la calidad del aire que respiramos hasta identificar a qué se deben los problemas de contaminación, la tecnología es fundamental ante el reto de la sostenibilidad. Incluso, como hacemos en Libelium, podemos ser capaces de simular, como si estuviéramos en un videojuego, qué pasaría si se incrementase el transporte público en una zona, si se fomentasen medios de transporte alternativos, si pusiéramos un parque con árboles, etc.

El mundo se está transformando a pasos agigantados...

Ante la inundación que tenemos de retos regulatorios, éticos y de seguridad, existen dos perspectivas. La primera, la que están adoptando muchas personas mayores que, ante el miedo por las múltiples formas en que pueden engañarles, se desconectan por completo de todos los avances tecnológicos. La segunda, la protagoniza esa gente joven que, bien por nihilismo, bien por inconsciencia, llevan el móvil abierto, dejan un enorme rastro digital o, incluso, venden su iris.

¿Cómo lograr que nadie se quede atrás?

Nos falta ese camino del centro, que se construye a través de una mayor conciencia digital. Debemos conocer los riesgos que hay, ser responsables de nuestras acciones y no dejarlo todo a la regulación. Es necesario educar a la ciudadanía para que sea capaz de tomar decisiones conscientes y libres.

Muchos jóvenes se han dejado escanear el iris a cambio de unas criptomonedas...

Más de 400.000 personas en España y 300.000 en Portugal aceptaron las condiciones de esas empresas. En el resto de Europa, ninguna. Es un dato muy significativo. Los adolescentes de ahora son súper usuarios de muchas tecnologías, pero eso no quiere decir que comprendan lo que hay detrás de ellas.

¿Existe una falta de alfabetización digital?

Efectivamente. Es cierto que, en las aulas, les enseñan a utilizar las tecnologías necesarias para labrarse un futuro laboral, pero echo en falta que les hablen de esas implicaciones éticas y de las consecuencias que puede conllevar el mal uso de las mismas. Son dos líneas de formación complementarias e independientes.

¿Se debe avanzar más en derechos digitales?

Creo que deberíamos hablar tanto de derechos como de deberes. La regulación está avanzando, pero sería un error que confiásemos en que eso fuera lo único. Siempre va a haber un resquicio por el que colarse.

Y, ¿entonces?

Ahí es donde entra nuestra parte de civismo. Por ejemplo, han salido varias noticias de adolescentes que han creado con inteligencia artificial fotos de sus compañeras desnudas y las han difundido. Eso no tendría que pasar. Hay que concienciar a la gente de que una agresión por internet es igual de grave. Igual que no vamos insultando a las personas por la calle, tampoco deberíamos hacerlo en redes sociales. La regulación puede avanzar en este campo, pero lo ideal es actuar por principios y no por el miedo a un castigo.

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