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Así era Javier Sánchez, el sacerdote muerto en Zaragoza: “Un buen cura, un rockero y un buen amigo”

Los dos últimos alcaldes de San Gregorio y la hermana mayor de la Cofradia La Humildad destacan la personalidad cercana de este cura

El sacerdote Javier Sánchez en la última procesión de Semana Santa que participó.
El sacerdote Javier Sánchez en la última procesión de Semana Santa en la que participó.
Heraldo

Los dos últimos alcaldes del barrio de San Gregorio -José Antonio Hernández y José Miguel Alonso Montesinos- tienen muy claro que el párroco Javi Sánchez era “un buen cura, un rockero y un buen amigo”, además los vecinos le veían “como una persona muy cercana y querida”. Llevaba casi cinco años en este destino, después de haber pasado por la parroquia de La Jota, que compatibilizó también con ser el capellán del hospital Royo Villanova.

Tenía 60 años y era sacerdote de la Archidiócesis de Zaragoza, párroco de San Gregorio, consiliario de la Cofradía de la Humildad y capellán de las Concepcionistas Franciscanas del barrio de Santa Isabel, donde estaba celebrando la Vigilia Pascual cuando se produjo el accidente la noche del pasado sábado, en el que sufrió quemaduras en el 50% de su cuerpo.

Hemos perdido a una buena persona para el barrio porque era muy sincero”, cuenta José Antonio Hernández. “Estaba muy ilusionado con las obras de la casa del párroco”. De hecho, el barrio de San Gregorio hizo una permuta del edificio donde residía él situado al lado de la parroquia, donde realizaban la catequesis, por otro terreno situado frente a la iglesia y estaban en obras desde hace unos meses. Por eso el sacerdote residía temporalmente en el convento de Santa Isabel donde era el capellán y donde se produjo el suceso.

Tenemos mucho dolor por su pérdida. Estaba en todo lo que se vivía en nuestros tiempos. Era entrañable y discreto en las formas. Mandaba mensajes claros en lo religioso y en lo personal. Nos da mucha tristeza”, señala José Antonio Hernández, que ha estado 32 años como alcalde del barrio. Su cercanía le llevó a que le regalara un CD con su último disco que firmó como rockero, aunque en San Gregorio no recuerdan ningún concierto suyo. “Siempre venía a la celebración del 2 de mayo que hacemos en la parroquia del campo de San Gregorio junto al cura del Arrabal”, recuerda.

Para José Miguel Alonso Montesinos, el cura Javier Sánchez era “atípico”, “altruista” y “una persona muy cercana” a todos los vecinos del barrio. “La gente de aquí lo seguía también por su catequesis. Además, celebró en San Gregorio un festival con varios inmigrantes de Perú y Ecuador que trajo a la iglesia”, destaca. “No pudo venir a la procesión de la Coronación del barrio en Semana Santa porque coincidió con la Cofradía de La Humildad”.

Estudió en Delicias y ejerció en Andalucía y Zaragoza 

Llegó  con 15 años a Zaragoza y estudió en el colegio de Teresianas, en el barrio de Delicias, cuando estaba con la orden de los Franciscanos Conventuales. Aunque procedía de Madrid, su vida religiosa le llevó primero a Andalucía y después regresó a Zaragoza, donde también recuerdan que empezó de cura del barrio de Delicias y en varios hospitales públicos, pero en 2009 fue destinado a la parroquia de San Pío en la plaza de la Albada de La Jota.

En la Cofradía de la Humildad ha supuesto un drama la pérdida de este consiliario al final de la Semana Santa. Valle Laya, hermana mayor, destaca que Javi era “una persona joven” que siempre les fue “muy cercano” y “ayudaba a todo el mundo”. “Estuvo muchos años en Andalucía de sacerdote y luego vino a Zaragoza, donde ya estuvo en ‘el Cascajo’, luego pasó por La Jota y ahora estaba en San Gregorio”, relata.

Otro cofrade recuerda que el cura fallecido daba los sermones fuera del altar, andando con un micrófono inalámbrico y hacía partícipes a todos los feligreses que iban a sus misas, tanto para los compañeros de La Humildad como en la parrquia de San Gregorio.

Aun así, este párroco “era misionero también”, agrega Valle Laya, porque se encontraba muy ligado con “una ONG de Nicaragua” y solía ir todos los años a visitar a ese país. “Nunca paraba, y en el último verano no pudo ir porque su padre estaba enfermo y al final murió”, relata la hermana mayor de la Cofradía de la Humildad.

"Javi era un tío especial, de los que merecía la pena conocer, aunque no estaba bien visto por algunos religiosos. Yo lo conocí cuando tenía 15 años y estaba con los Franciscanos", relata un vecino de Zaragoza que prefiere su anonimato. "Con personas como ésta sí que tienen sentido muchas cosas. Y no lo digo ahora con esta desgracia, pero va a dejar un hueco enorme y muchos recuerdos".

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