La cara (y la cruz) del sector vitivinícola de Aragón

Un informe de la interprofesional del vino evidencia con cifras la importancia económica del sector del vino en la Comunidad. Es la cara amable de una actividad que atraviesa ahora una complicada situación.

El vino, desde su producción hasta su comercialización, es uno de los activos de la economía aragonesa, pero también uno de los pilares del medio rural.
El vino, desde su producción hasta su comercialización, es uno de los activos de la economía aragonesa, pero también uno de los pilares del medio rural.
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Se extiende por 35.880 hectáreas repartidas por las tres provincias aragonesas. En ellas comienza a avanzar el cultivo ecológico, que ya representa el 6,1% de la superficie total de viñedo.

Aporta el 1,5% del producto interior bruto de la Comunidad y ayuda a mantener y generar el 2,2% del empleo equivalente a tiempo completo, especialmente en el medio rural. Y su músculo exportador se refleja en una balanza comercial de más de 105 millones de euros.

Son algunas de las cifras que hablan de la relevancia del sector vitivinícola en Aragón. Las recoge un detallado informe, ‘La importancia económica y social del sector vitivinícola en Aragón’, elaborado por Analistas Financieros Internacionales (Afi) para la Interprofesional del Vino de España (OIVE), que destaca cómo la calidad de las producciones aragonesas y la apreciada diferenciación de suelos, altitudes y climatología han consolidado la presencia de cinco denominaciones de origen (una de ellas correspondiente a vino de pago) con las que puede presumir en los mercados la Comunidad, que, además, forma parte de la suprautonómica D. O. Cava.

Estos datos son la cara amable de un sector que también tiene su cruz, provocada por una caída del consumo y de las ventas que comenzó con la pandemia de la covid y se agudizó con la guerra de Ucrania. Una crisis que, sumada a la extrema sequía que sufre el campo aragonés, está poniendo en serio riesgo la rentabilidad del preciado viñedo.

La importancia de la vitivinicultura en Aragón se demuestra con cifras. Es lo que ha hecho la interprofesional del vino (OIVE) con un estudio realizado por Analistas Financieros Internacionales (Afi), que recoge también algunas de las debilidades a corregir en un sector que no solo destaca por su impacto económico sino también por su reconocida calidad y su notable contribución a la fijación de la población al territorio.

El viñedo aragonés se extiende por 35.880 hectáreas de las que el 70,5% son tierras de secano. La cifra supone el 3,8% del total nacional y el 0,5% de la superficie mundial. Y aunque los datos podrían parecer poco significativos, su impacto en la economía de la Comunidad da buena cuenta de la relevancia del sector. De su cultivo se ocupan nada menos que 55.225 viticultores, que convierten Aragón en la cuarta autonomía con el mayor número registrado de profesionales agrarios.

Aragón es la cuarta autonomía con el mayor número registrado de profesionales agrarios

Si algo tiene la viticultura es que la necesidad de capital humano es mayor que en otros cultivos y requiere además una elevada dedicación durante todo el año. Por eso, señala el documento de la OIVE, es también una actividad que contribuye a fijar población al territorio y se convierte en una herramienta idónea para hacer frente a la despoblación. De hecho, el estudio evidencia que en aquellos municipios que disponen de viñedos la población ha crecido un 11,6%, mientras lo ha hecho en un 10,7% en aquellas localidades en las que no se cultivan vides, aunque también es cierto que las localidades de menor dimensión no han sido ajenas a la pérdida de población a pesar de ser productoras de uva.

Pese a ello, como reconocen sus representantes, este sector se enfrenta a las dificultades para impulsar el necesario relevo generacional y al reto que supone atraer y mantener a nuevos y jóvenes profesionales, como le sucede también a la actividad primaria en general.

Por toda la Comunidad

Este cultivo está presente en 363 municipios, la mitad del total de localidades de Aragón. Su localización no es, sin embargo, homogénea. Ocupa la primera posición la provincia de Zaragoza, en la que se encuentra el 62,5% de los municipios con viñedo. Un ranquin que cierra Teruel, donde las localidades productoras se reducen a 62 (un 42,6% del total). Entre una y otra se encuentra la provincia oscense, que aglutina el 58,4% de los municipios que dedican tierras al cultivo de la vid.

Y si no es homogénea su distribución, tampoco las características de sus suelos, altitudes y climatología, una diversidad en la que se han fraguado las cuatro denominaciones de origen que ligan sus apreciados vinos al territorio (Cariñena, Campo de Borja, Calatayud y Somontano), a las que se suma la denominación de Vino de Pago Ayles. Aragón también produce cava, y lo hace bajo la marca de calidad suprautonómica en la que se integran además Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja, Navarra y el País Vasco.

En toda esta superficie, en la que se produce una media de 143.000 toneladas de uva de la que se elaboran alrededor de 1,1 millones de hectolitros, ha ido ganando terreno el cultivo ecológico. De hecho, a pesar de las complicaciones que añaden a este tipo de producciones la climatología y las enfermedades de la vid, esta práctica agraria avanza ya por 2.191 hectáreas.

No solo ha aumentado el número de hectáreas, sino que también han mantenido un crecimiento sostenido el número de bodegas y embotelladoras de producción ecológica, que ya superan la treintena, frente a las 25 que se contabilizaban en 2018.

No solo la tierra da los buenos frutos de los que puede presumir la vitivinicultura aragonesa. Alrededor del sector productor se ha ido consolidando un tejido empresarial formado por unas 200 bodegas, de las que la mayoría, un total de 125, pertenecen a alguna de las denominaciones de origen.

La mayoría de ellas, eso sí, señala el informe elaborado por Afi, son empresas de reducida dimensión (micropymes), que facturan menos de dos millones de euros. Un 10% tienen la consideración de pymes, esto es, su volumen de negocio se sitúa entre los dos y los nueve millones, solo un 8% son empresas medianas y «no hay presencia de grandes empresas» en las Comunidad, afirma con contundencia el documento. Y, aunque su presencia es desigual en el territorio, ocupa un lugar significativo el modelo cooperativo, al que corresponde casi el 80% de la producción de vino.

Músculo exportador

Una de las fortalezas de este sector es su penetración en los mercados exteriores. El estudio recoge que durante el periodo 2018-2022, un total de 286 empresas han vendido vino al exterior desde Aragón. De ellas, un 30% ha consolidado su actividad exportadora, o lo que es lo mismo han exportado vino de forma continuada en el último cuatrienio.

Sus exportaciones superan los 106 millones de euros anuales, que representan alrededor del 3,3% del total nacional, mientras que las importaciones se mantienen por debajo de 1,5 millones de euros, lo que propicia un holgado superávit comercial que supera de promedio los 105 millones de euros.

Y aunque los caldos aragoneses son apreciados en numerosos países, Alemania, el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá son sus principales mercados, a los que se dirige el 53,2% del total de las ventas. Con todo, señala el documento, "el grado de internacionalización y la exposición a los mercados exteriores no es homogénea en la vitivinicultura aragonesa". Prueba de ello es que mientras en las denominaciones zaragozanas la facturación exterior se sitúa en torno al 70%, en la de Somontano es más limitada, ya que apenas el 30% de su volumen de negocio llega de las ventas internacionales.

Con todos estos mimbres se teje la destacada contribución del vino a la economía aragonesa y al dinamismo del medio rural. La producción de uva y la elaboración y comercialización de vino representa el 1,5% del producto interior bruto (PIB) de la Comunidad y genera un valor añadido bruto (VAB) de 586 millones de euros, una cifra que incluye los efectos directos, pero también los que generan las actividades suministradoras del sector.

No menos importante es su impacto en el mercado laboral. El sector contribuye a la generación y mantenimiento de más de 6.550 puestos de trabajo directo en Aragón. Esta cifra se eleva hasta 11.700 empleos si se suman los efectos indirectos e inducidos de esta actividad, lo que representa el 2,2% del empleo en la región.

Una vid en Cariñena.
Una vid en Cariñena.
Macipe

El golpe de la covid, la guerra de Ucrania y la sequía

No está viviendo la vitivinicultura aragonesa (ni mundial) su mejor momento. En sus bodegas, como en las del resto de España, se acumula el excedente, cae el consumo y con él las ventas, y lo único que ha subido en los últimos años han sido los costes de producción, porque la extrema sequía también ha mermado notablemente la producción.

Los golpes comenzaron a llegar en 2020. El primero lo asestó la insólita situación que provocó la pandemia de la covid, con el cierre total y las posteriores restricciones en la hostelería, que paralizaron las ventas en este canal impactando de lleno en aquellas bodegas con mayor exposición. Tras dos complicados años y cuando parecía que el sector comenzaba a levantar cabeza, el mazazo procedía de Rusia, que provocaba con la invasión de Ucrania una impensable guerra a las puertas de Europa en pleno siglo XXI. Con el drama humano que todo conflicto bélico supone llegaba también un desorbitado aumento de las materias primas y de la energía, que han hecho insostenibles los elevados costes de producción, pero también la pérdida de mercados "importantes" para el sector.

La guerra de Ucrania ha hecho insostenibles los elevados costes de producción y ha generado la pérdida de mercados "importantes" para el sector.

Y por si todo esto no fuera suficiente, la vendimia de 2023 «fue ruinosa», como la califican sus productores, con una merma de entre un 20% y un 40% según la zona productora. Tuvo la culpa la sequía, pero también el intenso calor que el fruto tuvo que soportar durante ocho días consecutivos en agosto, en los que el mercurio se resistía a bajar de los 38 grados.

UAGA-COAG ha puesto cifras a esta complicada situación. La organización agraria lleva meses advirtiendo dela pérdida de rentabilidad de los viticultores aragoneses, que arrastran pérdidas de hasta 1.200 euros por hectárea. "Ante la profunda crisis que vive el sector, llevamos tiempo insistiendo al Gobierno de Aragón para lograr ayudas directas como las que se han comprometido en otras comunidades como Cataluña", señala Nicolás Aldea, responsable en UAGA, que recuerda que este sector se ha quedado fuera de las subvenciones habilitadas por el Ministerio para hacer frente a la sequía y al impacto de la guerra de Ucrania.

Mientras llegan estos apoyos, si es que lo hacen, la organización agraria, que pide además una mayor bonificación para la contratación del seguro de la uva, espera que el Departamento de Agricultura active en breve la vendimia en verde, una vez que el Ministerio ha decidido activar este mecanismo dotándolo de 21,4 millones de euros. Porque es cada comunidad autónoma la responsable de publicar las respectivas convocatorias de ayudas y el plazo para presentar las solicitudes que permiten acogerse a esta herramienta.

Mientras, los productores miran al cielo, porque aunque ha llovido más que en la pasada campaña, "la situación no es muy halagüeña", añade.

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