Entrevista

Emilio Molinero, arquitecto: "En Zaragoza se ha abusado de un urbanismo muy duro"

Nacido en Soria en 1946, es socio del estudio A4 Arquitectos, que con 50 años recién cumplidos ha diseñado obras relevantes como el pabellón Príncipe Felipe o los centros comerciales Augusta y Caracol.

El arquitecto Emilio Molinero, en el despacho de A4 Arquitectos en la plaza del Carmen.
El arquitecto Emilio Molinero, en el despacho de A4 Arquitectos en la plaza del Carmen.
Guillermo Mestre

"Esta mesa tiene 45 años", dice el arquitecto Emilio Molinero del Río (Soria, 1942), mientras señala un mueble noble de madera. Tiene los mismos años que el despacho en el que trabaja -y diseñado por él mismo y sus colegas-, A4 Arquitectos, que este año cumple medio siglo haciendo ciudad en Zaragoza. En el haber del estudio se encuentran proyectos como el pabellón Príncipe Felipe, los centros comerciales Augusta y Caracol, las viviendas del Parque Hispanidad, entre muchos otros de especial relevancia.

Medio siglo de historia. ¿Qué destacaría?

Lo primero y más importante, sobre el año 74, fue el proyecto de Parque Hispanidad. Son unas 1.300 viviendas que están cerca de la carretera de Madrid. En Zaragoza fue algo notable. Fueron 200.000 metros cuadrados sin tráfico rodado. Allí se pretendió hacer una arquitectura con unas plazas reducidas a escala humana, unos edificios que envolvían el espacio. Eran cuatro plantas, con lo cual la persona se encuentra a gusto allí y no se ve aplastada por grandes moles de cemento. Yo creo que se consiguió una disposición global bastante agradable. La gente vive a gusto en Parque Hispanidad. Luego hicimos el Centro Independencia, ahora llamado Caracol. Y luego, sobre todo, viviendas. En aquella época estábamos más o menos 40 arquitectos en la ciudad. Había mucho trabajo. Hoy estamos varios centenares, no sé si 700. Con lo cual, la situación es bastante diferente. Hoy en día, desafortunadamente, un arquitecto que termine tiene pocas opciones de poder montarse su propio despacho.

¿Qué proyecto de su estudio dirían que ha sido el más complejo?

Es uno en el que se hizo el proyecto básico, pero no salió a flote y está encarpetado. Es un hospital grande que se proyectó en el barrio de San Gregorio, a la salida de la carretera a Huesca. Un hospital es un proyecto muy complejo porque hay que combinar las circulaciones que puede haber en un hotel, con las de los médicos, además de tecnologías específicas que, sobre todo en algunas zonas concretas, exigen tratamientos especiales. Realmente fue un proyecto complejo. Nos duró bastante tiempo hacerlo, y estaba previsto para la época de la Expo, pero la sociedad promotora no lo pudo llevar a término.

¿Qué anécdota vinculada a lo profesional le queda durante estos años?

Mira, no he encontrado ninguna. Casi todas son pequeñas cosas que te pasan, pero que mejor no contar.

Han visto la ciudad cambiar hasta convertirse en lo que es ahora. ¿Es como la imaginaban?

Creo que la ciudad ha estado viviendo durante mucho tiempo de espaldas al Ebro. Realmente, había razones para no cruzar el río. Una de ellas, entre otras cosas, el costo de hacer puentes para cruzarlo. Pero al final se consiguió, cuando se planteó el Actur, y se consiguió integrar el Ebro en la trama urbana y Zaragoza se empezaba a desarrollar en las dos zonas. Otro tema importante fue la creación de los cinturones. Todo el mundo tenía que pasar por el centro, pero en el momento que se crean los cinturones ya se desvía el tráfico y se hace más habitable esa zona central. También fue relevante la recuperación de las riberas, que las teníamos muy olvidadas. Aunque más de una vez sueño con lo que hubiera podido ser Zaragoza, si aquellos solares que ocupaban los colegios de Sagrado Corazón y de Jesuitas, donde hoy está Ibercaja, el Corte Inglés o Residencial Paraíso, se hubieran convertido en el gran parque central. Me imagino que tendríamos una ciudad absolutamente diferente. No obstante, creo que en la evolución de Zaragoza se ha convertido en una ciudad tremendamente cómoda, agradable y en la que se vive bastante bien.

La famosa ciudad de los 15 minutos.

Puedes ir andando a casi todos los sitios o, por lo menos, a los que te importen, a los servicios básicos. Los tenemos muy bien cubiertos, tenemos una ciudad razonablemente ordenada.

De Zaragoza se dice que las plazas han terminado siendo más duras y se pasa mal en verano...

Creo que se ha abusado de las plazas duras. Se pusieron de moda en décadas pasadas y realmente tiene una ventaja, es de mantenimiento muy barato. Pero qué duda cabe que un árbol tiene un encanto que una plaza dura no te da. No obstante. yo creo que ya han pasado de moda. La ciudad, igual que las personas, pasamos por épocas de moda. Pasa lo mismo con los edificios muy altos. Opino que la ciudad de alguna manera te tiene que proteger, y eso es que no te impresione con bloques muy grandes. Aunque, evidentemente, tiene que haber bloques de 15 alturas.

¿Cómo se consigue adaptar la arquitectura al momento social que se vive?

Necesariamente el arquitecto tiene que ser muy consciente de cuál es el deseo del usuario y estar a su disposición. Tenemos que ser guías para ir con el usuario que quiere una cosa, para ser intérprete de sus deseos y guiarle hasta que la consiga. Evidentemente los gustos cambian a lo largo del tiempo y hay que admitirlo porque es así. Tenemos que ser conscientes de los cambios. Hace 40 años o 50 años una vivienda de lujo no se concebía si no tenía una entrada de servicio, aparte de la entrada principal. Esto es absolutamente inconcebible hoy. Ese cambio que se va produciendo en la sociedad, de alguna manera el arquitecto no lo tiene que capitanear, pero sí que tiene que guiar al usuario para llegar a darle aquello que él quiere.

¿Los arquitectos cambian vidas?

No, no somos superhéroes. Lo que menos podemos hacer es que la gente viva a gusto en su casa. El usuario tiene que pagar una cantidad de dinero muy, muy importante en su vida, posiblemente la mayor inversión, y naturalmente tenemos que procurar por todos los medios que el producto que va a recibir sea acorde con sus posibilidades y sobre todo con sus necesidades.

¿En qué se inspira para su trabajo?

Procuras estar al día de cuáles son las tendencias nuevas de la arquitectura, procuras leer un poco de sociología, ver también cómo cambian esos deseos que comentaba la sociedad. Pero básicamente es el trabajo. Y cambiar. No estar nunca contento con una solución. A veces incluso cuando ya tienes una solución que te parece suficientemente buena, si la dejas reposar un tiempo, o estás en un despacho, pues lo que a ti te parece, evidente, llega uno de tus compañeros y te dice que no, estás equivocado, hay soluciones mejores.

¿Cuál es para usted el mayor icono arquitectónico de Aragón?

Sin ninguna duda, el Palacio de la Aljafería. Vemos las culturas que han pasado por Zaragoza y luego, a mi modo de ver, es muy destacable lo que hicieron los arquitectos, Mariano Pemán y Luis Franco, que en la actuación que hicieron sobre las Cortes integradas, a mí me parece de las cosas más logradas. Y es muy difícil actuar además en un edificio que, para mí, es el de más categoría. Y no es suficientemente conocido.

¿Y su lugar preferido del mundo?

Mallorca. Mi mujer es mallorquina, llevo cincuenta tantos años ya casado, y voy desde los 20 años. Me parece un sitio ideal. Es un pequeño continente. Tiene todo.

¿Cómo vive un arquitecto?

Esta profesión es bastante vocacional. Tenemos algo que nos impregna la vida. Siempre se dice que un hombre en su vida tiene que plantar un árbol y escribir un libro. Es que el arquitecto además hace o colabora a hacer un edificio. Esto es importante. Cuando yo voy por la calle, veo muchas huellas mías. Seguramente alguien las hubiera podido hacer mejor, pero yo he contribuido a que parte de la ciudad y parte de lo que voy viendo por la calle sea parte de mi vida. Ese componente me parece que es muy importante para el arquitecto. Esas decisiones que tomas hace 50 años siguen estando.

¿Cocina abierta o cerrada?

Yo de lo que me digan. Pero depende de la circunstancia. En mi casa pues tenemos una cocina que está con una ventana abierta a una zona de comer. Entonces, en la cocina no comemos, pero simplemente pasas los platos por la ventana. La sociedad y las costumbres y los usos y los gustos de la sociedad pues condicionan y el arquitecto no puede oponerse a eso. Lo que tiene es guiar para que las cosas se hagan un poco bien.

¿Qué deseos tiene y qué espera para los próximos 50 años?

Seguir un poco relacionado con la arquitectura, pero muchísimo más relajadamente que antes, evidentemente. Y dedicarme a mi mujer, mis nietos y mis hijos, claro. Nada más. Y nada menos.

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