Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La vida de las piedras

Las montañas de granito sí son de fiar

De toda la variedad de rocas que aflora en el Pirineo, las montañas formadas por granito y sus familiares cercanos brindan una sensación de seguridad.

Paraíso granítico en el ibón de Leners y los picos de Eriste (valle de Chistau, Geoparque Sobrarbe-Pirineos).
Paraíso granítico en el ibón de Leners y los picos de Eriste (valle de Chistau, Geoparque Sobrarbe-Pirineos).
Ánchel Belmonte Ribas

Para un geólogo, las rocas siempre dicen la verdad. Cierto es que algunas juegan contigo y se hacen las misteriosas. Otras vienen de frente y te la gritan a la cara. El granito es una de ellas. Y de toda la bendita variedad de rocas que aflora en el solar pirenaico, las montañas formadas por el granito y sus familiares cercanos brindan una agradable sensación de seguridad…, al menos intelectual, algo es algo.

El granito pirenaico carga con unos 300 millones de años a sus espaldas, una edad venerable. Heredero de montañas más antiguas, de paisajes de otros tiempos y latitudes, la naturaleza tuvo a bien reutilizarlo incorporándolo al cuerpo más antiguo y elevado del Pirineo. No en vano, su cima más alta –el Aneto- reina sobre el resto desde el cielo limpio del Alto Aragón.

Si las montañas calcáreas, de las que ya hemos hablado, te someten a una incertidumbre continua, las graníticas son otra cosa. De entrada, incluso en la distancia parecen levantar la mano diciendo "aquí estamos". Los macizos graníticos son de un característico color claro que los distingue en el paisaje

La roca, que proviene del enfriamiento lento de un magma rico en sílice, adquiere originalmente formas de enormes bolsas petrificadas. La compresión que levanta cordilleras puede deformarlas y fracturarlas, preparando el terreno para que la erosión se cebe con ellas cuando afloren a la intemperie. 

Cada una de esas masas será un macizo granítico, como los que salpican el Pirineo ya al oeste en las peñas de Aia –tan destacadas y espléndidas vistas desde San Juan de Luz– y donde el olor a salitre atlántico perfuma la roca. El granito también bebe agua salada cuando el Pirineo se confunde con el Mediterráneo en la costa de Gerona

Pero es en la alta montaña del centro de la cordillera donde toca techo y se ofrece en su versión más descarnada. Los elevados macizos de Panticosa-Cauterets, Maladeta, Ardiden, Perdiguero, Eriste o Andorra-Mount Louis, son parte de este zócalo cristalino que muchas veces supera los tres mil metros de altitud.

Y esas masas, esos macizos, se ven tallados como a golpe de gubia, vaciándose para crear un patrón de valles que suelen distribuirse con geometrías regulares. Allí donde los glaciares se apuntan la autoría del paisaje, el esquema de valle principal y artesas colgadas es indefectible. Si las ascendemos, iremos superando un perfil escalonado donde cubetas y umbrales darán lugar a ibones. Finalmente, un circo glaciar rodeado de aristas almenadas nos conducirá hasta una cumbre escarpada.

El papel de las grandes fracturas es decisivo. Controlan la forma de los ibones y sus direcciones de desarrollo, la ubicación de los collados y el propio trazado de algunos valles. Sus cruces generan zonas de debilidad donde, con frecuencia, se han formado los circos glaciares. Al surcar los paredones rocosos, las fracturas darán lugar a corredores de nieve o a diedros donde escalar acariciando la roca en el templado verano de las alturas.

A escala de detalle, el granito aparecerá finamente pulido por el paso del glaciar y mostrando estrías y acanaladuras producidas por la abrasión de las rocas que el hielo arrastró. El observador avezado podrá distinguir marcas en media luna, resultado de la fractura de la roca por la brutal carga que los glaciares ejercieron sobre el sustrato. A veces veremos lienzos enteros de roca afectados por alveolos, enrejados producidos por erosión diferencial al haber zonas donde el resistente cuarzo abunda más. Es una de las pocas concesiones a la creatividad que la roca se permite en los sobrios pedregales graníticos pirenaicos.

Montañas generalmente altas, escarpadas. Fortalezas aisladas que miran a casi todas las demás por encima del hombro de sus aristas. Relieves predecibles para ir, geológicamente, a lo seguro. Aunque, en honor a la verdad, hay que decir que no siempre es así. Que en otros lugares al granito se le va la pinza y nos regala paisajes de pura fantasía y delirio. El Cabo de Creus, la Pedriza del Manzanares o, en latitudes más lejanas, Córcega, Cerdeña o los desiertos de Namibia son ejemplos de relieves imposibles modelados en esta roca. Pero eso ya es otra historia…

Ánchel Belmonte Ribas Geoparque Mundial de la Unesco Sobrarbe-Pirineos 

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