Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

Refugios climáticos: qué pueden aprender de los Pirineos ciudades como Zaragoza

Bosques y sombras ayudan a crear microclimas donde vivir mejor, a salvo del calor. Estudiarlos puede servir para mejorar la vida en la ciudad.

Refugio climático localizado en una ladera Sur de los Pirineos (imagen digital, arriba, y térmica, debajo). La pared rocosa vertical mantiene una temperatura en superficie más fría que el resto del paisaje, en la que se localiza Androsace cylindrica, una planta rara y amenazada.
Refugio climático localizado en una ladera Sur de los Pirineos (imagen digital, arriba, y térmica, debajo). La pared rocosa vertical mantiene una temperatura en superficie más fría que el resto del paisaje, en la que se localiza Androsace cylindrica, una planta rara y amenazada.
María Begoña García / Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC)

En el actual escenario de creciente amenaza por calentamiento global, la comunidad científica está aumentando su interés por localizar refugios climáticos en el medio natural e identificar sus características. Este concepto es transversal, nos da las claves para adaptar nuestras ciudades y mitigar los efectos del cambio climático sobre los ciudadanos durante las cada vez más frecuentes y prolongadas olas de calor. Sombras, arbolado… son elementos a promover en los planes de infraestructura verde para reducir los daños por calor.

Un cambio veloz

No cabe ninguna duda de que los seres humanos estamos engrosando la capa de gases de efecto invernadero, y por ello somos los principales responsables del archiconocido calentamiento global. Este fenómeno ocurre a tal velocidad que muchos seres vivos no tienen tiempo de adaptarse a él o migrar grandes distancias hacia lugares mas fríos, ahondando significativamente la actual crisis de biodiversidad.

El freno al cambio climático tiene un indudable remedio: el recorte de emisiones. Mientras los gobiernos debaten cómo consensuarlas y adquirir los compromisos que suponen, los científicos del medio natural persiguen identificar los lugares donde este efecto nocivo será menor. En los últimos años, los métodos y estudios de clima y sus consecuencias han experimentado un enorme avance, gracias a la aparición de sensores miniaturizados, la disponibilidad de imágenes térmicas o la adquisición de datos geoespaciales y de vegetación por sensores remotos. 

Todo ello ha redundado en mejorar considerablemente la resolución espacial de los modelos climáticos y validar sobre el terreno modelos que incluyen las modificaciones locales de la temperatura producidas por diferentes variaciones del terreno, como la presencia de bosques o las sombras topográficas. 

Estas variaciones del terreno ayudan a crear mosaicos de microclimas en los que se produce un desacoplamiento del ‘macroclima’ general pronosticado por modelos tradicionales.

Imagen digital (izquierda) y térmica (derecha), tomada con cámara de infrarrojos, de un paisaje forestal.
Imagen digital (izquierda) y térmica (derecha), tomada con cámara de infrarrojos, de un paisaje forestal.
IPE

Conservación de la biodiversidad

También estamos comprobando que algunos de estos lugares específicos con un microclima diferente son muy interesantes desde el punto de vista de la conservación de la biodiversidad, porque suelen acoger especies que no son propias de esa latitud, y además son mas estables frente a las temperaturas extremas. 

Un buen ejemplo sería la base de un saliente rocoso orientado al norte, ventilado y sombreado durante las horas de más calor. Muchos animales buscan activamente estos lugares para reposar en los momentos de temperaturas críticas. También los lugares con mayor abundancia de vegetación herbácea o arbustiva o con la humedad generada por la proximidad a regatos o ríos, amortiguan las temperaturas máximas. A este tipo de ambientes con unas condiciones ambientales distintas al paisaje térmico en el que se encuentran los denominamos refugios climáticos, y juegan un gran papel en la persistencia a largo plazo tanto de especies como de recursos naturales.

Supervivientes

A diferencia de pájaros o grandes mamíferos, las plantas y animales de escasa movilidad no pueden desplazarse para buscar refugio en los momentos críticos. Es en estos microclimas donde encontramos las especies adaptadas durante miles de años a esas condiciones locales, especies que si se saliesen de allí, morirían. Androsace cylindrica es una planta muy rara y amenazada en Aragón, localizada en un refugio térmico. Poco a poco vamos descubriendo que este no es un caso aislado, y que en los terrenos topográficamente complejos abundan microclimas en los que persisten especies de antiguos linajes o cuya distribución general se localiza mucho mas al norte.

Bajo la densa capa de vegetación de un bosque se vive mejor: llega menos viento y radiación solar, la humedad se mantiene y se amortiguan las temperaturas.
Bajo la densa capa de vegetación de un bosque se vive mejor: llega menos viento y radiación solar, la humedad se mantiene y se amortiguan las temperaturas.
María Begoña García / IPE-CSIC

Otro ejemplo paradigmático de refugio climático son los bosques. Las grandes superficies con una densa capa de vegetación crean bajo ellas unas condiciones más amables que fuera del manto protector: reducción del viento y radiación que llega al interior, mantenimiento de la humedad y amortiguamiento de las temperaturas extremas (mínimas y máximas menos extremas).

Incluso se ha podido probar que albergan linajes de plantas singulares evolutivamente y que en aquellos bosques en los que más se ha incrementado la masa forestal durante las últimas décadas, menores han sido los efectos del cambio climático para la biodiversidad que albergan. Esto realza la importancia del uso y gestión del territorio como estrategia de lucha climática.

Refugios naturales como los expuestos son piezas clave que se deben identificar, conocer y tener en cuenta a la hora de planificar las estrategias de conservación de la biodiversidad por parte de las Administraciones competentes. Esta información, combinada con la red de espacios protegidos, puede ayudar a dirigir y priorizar los esfuerzos en conservación de forma más efectiva y mitigar los efectos del calentamiento global sobre la biodiversidad local y otros recursos naturales y socioculturales.

¿Qué ocurre en las ciudades?

Ahora cambiamos a la otra cara de la moneda, porque queremos usar la información de refugios naturales para mejorar nuestra vida en la ciudad. La problemática de las ciudades es que su composición y estructura las hace muy susceptibles a sufrir los efectos del cambio climático. 

La escasez de vegetación, la abundancia de materiales de construcción, la producción antrópica de calor, etc. hacen que la temperatura alcance valores más extremos y frecuentes, llegando a ser nocivos para la salud humana. Se nota especialmente en un aumento en las temperaturas nocturnas, así como en la presencia de bolsas de aire más cálido, lo que se ha denominado el Efecto Isla de Calor Urbana (EICU). Nuestro organismo no está preparado biológicamente para soportar estas condiciones de temperatura y ya se monitoriza y analiza cómo las máximas extremas están asociadas a las muertes por calor.

Este fenómeno supone un gran problema de salud global al que nos enfrentamos como sociedad, puesto que las últimas previsiones de Naciones Unidas anuncian que, para el año 2050, el 70% de la población mundial va a vivir en grandes ciudades. Crear refugios climáticos dentro de nuestras ciudades ayudaría a mitigar el efecto isla de calor urbana, y las claves para ello las encontramos en los refugios naturales (son ‘soluciones basadas en la naturaleza’ y en el sentido común).

Los principales elementos identificados en la función de refugio son la vegetación, el agua, la sombra o reducción de la radiación, el flujo de aire…. Así que se trata de introducir modificaciones urbanísticas que aumenten estos elementos. Podríamos, por ejemplo, utilizar colores menos oscuros en materiales de construcción para que reflejen el calor, instalar toldos en las calles céntricas más castigadas por el sol, aumentar las pérgolas, crear jardines verticales, plazas o parques con un denso dosel arbóreo, habilitados con zonas de agua, pacificar el tráfico para reducir las emisiones de CO₂…

Los resultados del efecto refugio son verdaderamente sorprendentes. Las fotografías térmicas permiten apreciar la gran diferencia de temperatura en superficie entre una zona arbolada y otra desprovista de vegetación y sombra, donde el sol calienta el asfalto durante todo el día. Y en lo que concierne a los viandantes, ya existen interesantes iniciativas para ayudar a elegir rutas sombreadas en las ciudades en función de la hora del día (una página web creada por investigadores de la Universidad de Sevilla donde se puede consultar la disponibilidad de sombra en una ciudad, calle a calle, en cualquier momento del año).

Fotografía térmica de un parque. La cámara está apuntando a la carretera, donde se alcanza una temperatura de 35,3ºC, mientras que el césped a la sombra de los árboles en el que hay sentadas varias personas se encuentra a una temperatura superficial de 21ºC.
Fotografía térmica de un parque. La cámara está apuntando a la carretera, donde se alcanza una temperatura de 35,3ºC, mientras que el césped a la sombra de los árboles en el que hay sentadas varias personas se encuentra a una temperatura superficial de 21ºC.
Roland Ennos

Estas medidas y acciones para la construcción de ciudades más resistentes al cambio climático se engloban dentro del concepto de la Infraestructura Verde, introducido y coordinado por la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas, originada a partir de la normativa europea Green Infrastructure-Enhancing Europe’s Natural Capital. Esta estrategia recoge los beneficios de los ecosistemas naturales para la sociedad y los redirige para mejorar la habitabilidad de las ciudades y el bienestar de los ciudadanos.

Árboles y vegetación para el microclima urbano

Según el Real Decreto 1057/2022, todas las comunidades autónomas y grandes ciudades van a tener que desarrollar y aplicar próximamente un plan de Infraestructura Verde, y muchas de ellas ya los han empezado a aplicar. Casos muy famosos son los de Vitoria, Copenhague o Madrid. El Ayuntamiento de Zaragoza, desde 2017, también cuenta con el plan de Infraestructura Verde de Zaragoza. En estos planes se buscan soluciones a medida para cada parte del territorio de la ciudad y sus alrededores, de modo que se maximicen los servicios ecosistémicos posibles. Por ejemplo, se han propuesto numerosas medidas para la mejora ecológica del río Ebro u otras como la introducción de vegetación en la plaza del Pilar y su entorno. Este plan cuenta con más de 10 años para llevarse progresivamente a cabo.

Recreación paisajística de la plaza del Pilar, con el arbolado propuesto en el plan de Infraestructura Verde de Zaragoza.
Recreación paisajística de la plaza del Pilar, con el arbolado propuesto en el plan de Infraestructura Verde de Zaragoza.
Ayuntamiento de Zaragoza. Equipo Atalaya.

En estos planes, la vegetación y los árboles juegan un papel fundamental. Como en los bosques, los árboles urbanos van a ser el pilar básico para modificar el microclima de las ciudades. Árboles que den sombra y requieran poca agua. Se intenta, por ello, poner en relieve el valor del arbolado, ya que, además de crear microclimas beneficiosos para los ciudadanos, los árboles aportan servicios ecosistémicos que a menudo no vemos: amortiguan la temperatura y el viento, mejoran la calidad del aire o retienen el suelo frente a avenidas y lluvias torrenciales, y son a su vez refugio para una biodiversidad totalmente desplazada del medio urbano. 

Lógicamente estas funciones las crean las hojas y las copas, no los troncos grandes severamente podados como los que estamos acostumbrados a ver en muchas de nuestras ciudades. Por ello, en los planes de Infraestructura Verde se intenta potenciar al máximo el tamaño del arbolado.

Refugios climáticos: desde ya, y para todos

En todos los planes de Infraestructura Verde cobra gran relevancia la participación ciudadana, ya que, por un lado, es necesario que exista un apoyo por parte de la ciudadanía para que estas medidas se lleven a cabo y, por otro lado, las medidas tomadas deben darse a conocer entre los ciudadanos para que las comprendan y respeten. Y también es importante para poner de manifiesto situaciones de ‘desigualdad verde’. Es decir, si el desarrollo de la infraestructura verde no se hace de una manera racional, pueden quedar barrios olvidados y que las medidas acaben repercutiendo en desigualdades sociales, como un mayor gasto de aire acondicionado en barrios menos arbolados o un menor precio de venta de los inmuebles.

Es urgente empezar a tomar medidas efectivas para mitigar el cambio climático, cada uno desde su día a día o su responsabilidad. Tristemente, en las ciudades a menudo abunda el urbanismo de fácil conservación: sin vegetación no es necesario usar agua para el riego, no se requiere personal para su cuidado ni la limpieza de sus restos… Las decisiones sobre cómo urbanizar o mejorar las ciudades con escaso sombreado y vegetación deberían tomarse durante las olas de calor, cuando se sufren temperaturas extremas. Porque nos guste o no, ese va a ser el inmediato escenario futuro al que tendremos que enfrentarnos.

Carlos Díaz Gil y María Begoña García Instituto Pirenaico de Ecología (IPE–CSIC)

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