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Garnachas recuperadas para cumplir su sueño de enóloga

Itziar Ibarra ha sido galardonada con el premio ‘OW Woman of the year’ por la pasión que pone en su trabajo, actualmente en Bodegas San Alejandro.

Itziar Ibarra con su vino ‘Carraviver’, cuyas uvas proceden de una finca ubicada en Orera.
Itziar Ibarra con su vino ‘Carraviver’, cuyas uvas proceden de una finca ubicada en Orera.
Toni Galán

"Al mayor y más ejemplar compromiso, entusiasmo, pasión y dedicación por la cultura y conocimiento del vino". Esta es la dedicatoria que puede leerse en el galardón que hace unos días recibió Itziar Ibarra Ruiz, el ‘Ow woman of the year’ de la academia Outlook Wine de Barcelona, una de las más prestigiosas a nivel mundial.

Un galardón con el que empresas con gran reputación y prestigio, líderes en el sector vitivinícola, reconocen a los mejores estudiantes del año académico. Premio que valora su esfuerzo, dedicación, compromiso y actitud, así como su capacidad de comunicación.

"Es un galardón muy especial para mí porque se refiere a mi trabajo y a la pasión que le pongo a todo lo que hago dentro del mundo de la enología, en el que llevo inmersa muchos años, desde que hice mis primeras prácticas en la comarca del Somontano, allá por 1999, continuando luego en el consejo regulador de Campo de Borja; en Grandes Vinos y Viñedos, en concreto en su sede de Alfamén; en Codorniú, donde estuve un año y me sentí muy apoyada y aprendí mucho de cavas; y ahora en Bodegas San Alejandro, un proyecto más pequeño pero donde puedo intervenir en cada una de las fases de elaboración del vino, el gran sueño de un enólogo", explica esta joven entusiasta y emprendedora, que estudió ingeniería agrícola en Huesca y que, aunque no había tradición en su familia, siempre ha tenido claro que sus pasos iban encaminados hacia el apasionante mundo del vino.

Consciente de la necesidad de formarse para ser una de las mejores en su sector, se matriculó en Enología en La Rioja y después amplió su formación en Wine and Spirit Education Trust (WSET), una institución que se dedica a la formación en temas relacionados con el vino y los alcoholes, reconocida por el gobierno británico y que goza de una gran reputación mundial, ya que es un referente en más de 60 países.

Artesanía alimentaria

El resultado de esta formación se materializa en Bodegas San Alejandro y también en sus propios proyectos personales, ya que, como ella misma recuerda, "el sueño de todos los enólogos es poder realizar y comercializar nuestro propio proyecto de artesanía alimentaria".

Un sueño que ella ha materializado con su vino ‘Carraviver’, elaborado con uvas garnachas y blancas recolectadas en una finca que es propiedad de un amigo suyo. "Mi compañero en esta aventura se hizo con la finca de su bisabuelo, ubicada en Orera, y que llevaba más de veinte años sin cultivar ni podar. En un principio tenía pensado arrancarla, pero afortunadamente no lo hizo y le dio una oportunidad a la viñas, que volvieron a dar sus frutos, casi 1.000 kilos de uvas con los que hemos elaborado un vino diferente, explosivo, que estamos criando en damajuanas de cristal", explica Itziar Ibarra.

Para comprobar el resultado final todavía habrá que esperar un poco, pero ellos ya tienen claro cómo va a ser la botella y la etiqueta de un vino que es fruto del trabajo y la constancia de esta joven enóloga, una firme defensora de la conservación del patrimonio vitivinícola y la apuesta por la vida rural.

Y para demostrarlo, ha dejado su día a día en la ciudad para asentarse en Miedes, en una casa alquilada en la que disfruta "de la paz y el silencio. Es una sensación difícil de explicar, pero me siento otra persona y gozo de mucha mayor tranquilidad. Por la noche, solo oigo el sonido de las campanas y eso es indescriptible", matiza Itziar, quien insiste en la necesidad de asentar población en el medio rural. "Hay que vivir por y para el pueblo y no del pueblo. En mi caso, tengo claro que es una opción de vida. El campo es magia, pero no valoramos lo suficiente todo lo que nos aporta", señala la joven, quien también hace sus pinitos como apicultora.

Y, de esta manera, ha logrado cumplir sus sueños y ha convertido su pasión en su profesión. Un trabajo que ya está viendo sus recompensas en forma de premios. "El mundo del vino engancha. Es cultura y conservación del patrimonio, porque el que planta una viña la transmite a sus hijos, nietos y biznietos. Permite unir el pasado con el presente", concluye.

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