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Alberto Hijazo-Gascón: "Nuestras palabras son nuestra huella dactilar"

El filólogo aragonés es también profesor universitario y lingüista forense.

Alberto Hijazo-Gascón, en la faculta de Filosofía y Letras.
Alberto Hijazo-Gascón, en la facultad de Filosofía y Letras.
José Miguel Marco

Polarización es la palabra del año 2023, según la RAE.

Define 2023 como un año de mucha tensión, sobre todo política. Desde el punto de vista lingüístico, es interesante porque supone una extensión semántica, un cambio de significado. Polarizar nos remite a los polos, al magnetismo. Ahora, una metáfora nos transporta a la situación política.

Había más candidatas.

Las palabras seleccionadas giran en torno a tres temas: la tecnología, la política y el medio ambiente. También las de esta última edición: amnistía, euríbor, guerra, seísmo… También estaba humanitario, que reúne un contenido más positivo. En origen, humanitario es bondadoso, pero ha mutado su significado al valor actual: alivio de un conflicto.

Pedro Sánchez acaba de poner de moda la palabra fachosfera.

Es muy nueva para figurar en el diccionario de la RAE. Si se populariza, podría entrar. Para ello, tiene que ser un término de uso común y perdurar en el tiempo.

Aunque se supone, me interesa la etimología del palabrejo.

Viene del francés: ‘fachosphère’. Surge a partir de escribirla un periodista en Francia en 2008.

¿En Francia se considera facha todo lo situado a la derecha del Partido Socialista?

Yo diría que describe el entorno mediático de distintos tipos de extrema derecha francesa. Engloba a grupos antifeministas, antiinmigración, anti-LGTBI…

¿El lenguaje significa una herramienta de poder?

Sí. Saber utilizarlo es una herramienta poderosísima para ejercer el poder. Y también, para defenderte de ese poder. Nuestras palabras son nuestra huella dactilar.

También nos define cómo vestimos, cómo olemos…

Sí, pero de traje o de perfume se puede cambiar en un día; de forma de hablar, no.

Además, no existe pensamiento no lingüístico.

Hay diferentes hipótesis.

Eso decía en sus clases de Lengua y Literatura el profesor y escritor Javier Barreiro.

Precisamente Barreiro me dejó un libro sobre el lunfardo, que es una variedad de español recogida en el tango. Era en origen una jerga delictiva argentina de los bajos fondos.

¿Y a qué fin le dio a usted por estudiar lunfardo?

Me interesa la lingüística aplicada, por eso también soy lingüista forense.

O sea, trinca asesinos y chorizos a través de la lingüística…

Lo intento, o más bien, ayudo a que los atrapen.

¡Estamos ante un Sherlock Holmes de las palabras!

Cuando me fui a Inglaterra, comencé a trabajar con Luna Filipovic y descubrí esta parte tan apasionante y amplia de la lingüística. Una de las partes es la atribución de autoría: ¿quién es el autor de una nota de suicidio, de un mensaje de texto, de un tuit…?

Elemental, querido Watson. Perdón, querido Hijazo…

Se estudia el idiolecto, que es la variante propia de nuestras características: el léxico, la longitud de las oraciones, el uso de la puntuación, la forma de abreviar…

¿Analiza también la fonética?

Sí se analiza, pero no lo hago yo. Así, se puede trazar el perfil de un asesino y de una víctima.

¿Un asesino famoso que haya sido detenido por la lingüística?

‘Unabomber’, asesino en serie de Estados Unidos. Fue detenido por el uso de determinadas palabras, por las construcciones sintácticas que utilizó en el manifiesto que envió y se publicó en el periódico.

¡Genial!

A través de una carta enviada por él mismo y publicada en ‘The New York Times’, se encontraron rasgos propios de su origen (era de Chicago), de su variedad social (fue profesor universitario) y de su personalidad. Con estos datos, se creó un perfil lingüístico del asesino y su propio hermano lo identificó.

¿Cuál fue la clave concreta de su detención?

Escribió algo así como que no se puede estar en misa y repicando, que en inglés se dice algo parecido a que no puedes comerte un pastel y seguir teniéndolo. Este es un ejemplo de la utilidad de la lingüística forense.

Muchas gracias por su explicación. Y ahora que estamos concluyendo la entrevista, le tengo que decir también que me quedo muy tranquilo después de que me haya visto escribir y no haya solicitado mi detención…

¡Ja, ja, ja! Usted es alumno de Javier Barreiro.

De lo mejor de mi vida, Javier Barreiro. Por cierto, ¿cómo me ha pillado?

Porque usted utiliza la lengua académica o culta junto a palabras de la lengua informal de la calle. E incluso se atreve con la de los bajos fondos, como trincar... No es sencilla esta mezcla lingüística tan rica e interesante.

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