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De vacaciones y en campaña

Pedro Sánchez saludando al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), en La Moncloa.
Pedro Sánchez saludando al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), en La Moncloa.
EFE/Sergio Pérez

Suben los partidos el telón de la campaña electoral, si es que en algún momento lo llegaron a bajar. Son tantos y tan variados los dardos que se han lanzado los candidatos en el último año que hasta los reproches se les están agotando. Los buscan y (casi) siempre los encuentran sus equipos de campaña, que necesitan hacer llegar las propuestas y los desplantes a los millones de electores que o ya están de vacaciones o solo sueñan con ellas.

Su apuesta en la precampaña fue que los líderes políticos se colaran en nuestras casas y, si era en horario de máxima audiencia, mejor que mejor. Parece que funcionó. Hay quien piensa que charlar con Évole, Motos, Wyoming o Ana Rosa impacta más en el votante que los mítines a 40 grados en plazas semidesiertas. La sonrisa amable con la que Sánchez y Feijóo conquistaban a sus fieles a través de la pantalla desaparecerá de sus rostros el lunes en su primer cara a cara.

Muchos votantes estarán de vacaciones y en campaña. Es lo que tiene llamar a las urnas en pleno verano. Si en 44 años de elecciones en democracia y 14 legislaturas nunca se han fijado las generales en julio, será que no es buena idea. Solo hay que pensar en las largas filas en Correos, y en las más largas aún de los juzgados a los que van agraciados de las mesas el 23-J a pedir una dispensa que les permita seguir veraneando.

Con fatiga electoral o sin ella, con las elecciones en julio se banaliza lo mucho que nos jugamos en esta España polarizada al máximo. Dos modelos de país, dos modelos antagónicos.

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