Pocas veces ha estado tan clara la gobernabilidad de Aragón. Desde el 28-M se sabe que solo la derecha puede asumir las riendas de la Comunidad. Aunque al PP le salen las cuentas, los cuentos, el relato, son difíciles de pergeñar. Por eso Pedro Sánchez, en otra huida hacia adelante, convoca elecciones generales: dice que quiere obligar a los españoles a elegir entre un presidente amigo de Biden o uno de Trump;_de Lula o de Bolsonaro... Entre él o PP-Vox, en un postureo electoral de final incierto. Aunque con el adelanto aguó en menos de 24 horas la fiesta ‘popular’ y acalló las críticas de los barones desalojados por sanchistas sin serlo, en realidad no depara nada bueno. Media España se queja de tener que votar en chanclas y a 40 grados; la otra media, de que les obliguen a dejar sus vacaciones en suspenso. Ha conseguido el presidente esta vez que todos los ciudadanos, de izquierda y de derecha, se pongan de acuerdo: la mayoría está en contra de votar en verano.

Desde que se anunció el 23-J se han volatilizado las referencias a Vox de los líderes ‘populares’. Como si Santiago Abascal no tuviera en sus manos la estabilidad de varias autonomías, Aragón entre ellas. Y ahora, cuando llega la hora de echar cuentas y diseñar cuentos, relatos, todos miran al calendario, sabedores de que el 23-J es una fecha clave a la hora de fijar las investiduras y dar a conocer los gobiernos.

Quien para ser presidente deba sacrificar la moderación, optará por llevar los fastos a finales de julio. Si la exigencia es menor, podría adelantarlo. En realidad, solo se sabrá si hay pacto cuando se nombre a los consejeros.