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Las 48 horas frenéticas de un zaragozano en Eurovisión: “La gente nos miraba como dándonos el pésame”

El zaragozano Alberto Baeyens vivió el festival desde Liverpool en un viaje “frenético para compartir la música y vivir una emoción conjunta”.

El zaragozano Alberto Baeyens, a las puertas del Eurovillage para ver la final de Eurovisión, en Liverpool.
El zaragozano Alberto Baeyens, a las puertas del Eurovillage para ver la final de Eurovisión, en Liverpool.
A.B.

No pudo ser y Blanca Paloma, la representante española de Eurovisión, se quedó fuera de los primero puestos en la clasificación del festival que tuvo lugar este pasado sábado en la ciudad inglesa de Liverpool.

El zaragozano Alberto Baeyens, fan incondicional de este evento musical, no quiso perder la ocasión de vivirlo de primera mano y el viernes viajó hasta la ciudad que acogía este concurso con la esperanza de acompañar en su éxito a la delegación española. “Es una experiencia muy emocionante”, dice. “Se vive de una manera muy diferente, conoces gente de otros países y son 48 horas muy intensas”, explica este fan.

No era la primera vez en la final de Eurovisión para Baeyens. En 2018 viajó a Portugal y el año pasado hasta Turín para ver la actuación de Chanel. “Nunca he estado en unos Juegos Olímpicos o una Eurocopa, pero imagino que el ambiente que se vive en Eurovisión es parecido”, señala este zaragozano.

El zaragozano Alberto Baeyens con Chanel, el domingo, en el aeropuerto de Milán.
El zaragozano Alberto Baeyens con Chanel, tras su actuación en Eurovisión 2022, en el aeropuerto de Milán.
Heraldo.es

Del ensayo general a la final

Él consiguió entradas para el ensayo general del viernes por la noche con el jurado en el Liverpool Echo Arena, donde se emiten ya los votos técnicos de los países y “te juegas la mitad de los puntos”, afirma Baeyens. “Me customicé, porque es una parte fundamental de un evento como este y la gente se lo curra muchísimo”, puntualiza.

Aunque, “entré solo porque los amigos con los que había quedado para ver la final no consiguieron entrada para el viernes”, lamenta. Sin embargo, "enseguida conocí a gente y después de la gala nos fuimos de fiesta al Euroclub, la discoteca oficial de Eurovisión, a la que se accede también con entrada y en la que puedes ver a algunos de los participantes de años anteriores”, afirma Baeyens.

El zaragozano Alberto Baeyens vivió el festival de Eurovisión de primera mano desde Liverpool

Sin embargo, le fue imposible conseguir entrada para ver la final en el mismo lugar “porque ha habido mucha más demanda que otros años y media hora después de sacarlas a la venta ya se habían agotado”, recuerda. Por lo que, él y el grupo de españoles con los que iba ya sabían que la final la verían desde el Eurovillage, un recinto al aire libre en la zona de los muelles turísticos de la ciudad, donde acaban todos los fans que no han podido encontrar entrada. 

Es como si se celebrase en la plaza del Pilar, un espacio amplio en un lugar simbólico y céntrico en el que colocan varios escenarios, zonas de comida y grandes pantallas para ver todas las actuaciones”, enumera este zaragozano. “Fuimos con nuestra bandera de España, nuestras camisetas y algunos con gorros de cascabeles, pero la gente va con pelucas y gorros de vikingos. Todos con complementos muy llamativos. Es como si fuese Carnaval”, detalla.

Ambiente a las puertas del Eurovillage de Liverpool durante la final de Eurovisión.
Ambiente a las puertas del Eurovillage de Liverpool durante la final de Eurovisión.
A.B.

Cuando le tocó el turno a Blanca Paloma “la gente la recibió súper bien. El grupo que teníamos al lado no eran españoles pero la reconocieron y se vio que les gustaba. Los ‘ole, ole’ entre los asistentes no paraban de escucharse durante toda su presentación”, asegura Baeyens. Y al acabar, “recibió una buena ovación”, aunque reconoce que “no fue de las más ovacionadas. Con Finlandia, sobre todo, la gente se volvía loquísima”, señala.

"Blanca Paloma no fue de las más ovacionadas por el público. Con Finlandia, la gente se volvía loquísima"

Emoción, expectación y decepción

Y llegó el momento de las votaciones. “Estábamos todos expectantes y nos preguntábamos si se cumplirían nuestros pronósticos o si habría sorpresas. Pero lo bonito es vivirlo con el resto de visitantes de otros países que tienen la misma expectación que tú. Es muy emocionante”, asegura este eurofan. 

El zaragozano Alberto Baeyens, a las puertas del Eurovillage para ver la final de Eurovisión, en Liverpool.
El zaragozano Alberto Baeyens, a las puertas del Eurovillage para ver la final de Eurovisión, en Liverpool.
A.B.

Sin embargo, “desde el principio vimos que no iba a haber chanelazo, como el año pasado”, confiesa Baeyens. “Las notas se iban sucediendo, pero muy discretamente para España”, recuerda. Hasta que llegó el televoto. “Fue un shock total. Hubo un ‘ohhhhh’ generalizado y la gente de otros países nos miraba como dándonos el pésame. No lo esperaba nadie”, confiesa este zaragozano.

"Las notas para Blanca Paloma se iban sucediendo muy discretamente pero el televoto fue un shock total"

“Está claro que la propuesta de España no gustó a la gente, no les llegó y no les llamó la atención. No sé si fue porque la melodía no era fácil de digerir, porque la puesta en escena estaba bien y era original”, analiza Baeyens. “Lo cierto es que el público prefirió propuestas más comerciales”, asevera.

Tras las votaciones, el ambiente en el Eurovillage acabó con fuegos artificiales y música que crearon un momento de “comunión internacional”. Después “nos fuimos a casa porque llevábamos más de 9 horas de pie y estábamos cansados. Era inviable irse de fiesta”, confiesa Bayens, que añade, bromeando: “Yo me quería cortar las piernas”.

Al día siguiente se sucedieron las despedidas y los viajes de regreso. En total 48 horas “frenéticas de compartir música y vivir el festival con una emoción conjunta”, afirma este eurofan. “Sin nada de competitividad entre los asistentes y muchas ganas de conocer gente, compartir experiencias y emociones”, continua. Al final, “a pesar del resultado, el viaje ha merecido la pena”, concluye Baeyens, satisfecho.

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