Más de un siglo con la equidad como el arma más poderosa contra la desigualdad

La Caridad cumple 125 años dando servicio cada día a 1.600 personas y muy lejos del sistema asistencial de sus inicios 

Usuarios y trabajadores de La Caridad, con las representativas sillas que la entidad sacaba a la calle en Semana Santa.
Usuarios y trabajadores de La Caridad, con las representativas sillas que la entidad sacaba a la calle en Semana Santa.
Guillermo Mestre

La Caridad nació a finales del siglo XIX en pleno desarrollismo industrial, para erradicar la mendicidad que este fenómeno había traído consigo. Numerosas personas venidas del mundo rural en busca de una vida mejor se encontraron de bruces con una ciudad hostil y en la que no encajaban. Sumidos en la pobreza, encontraron en La Caridad una forma de sobrevivir. Las largas filas esperando la llamada ‘sopa boba’, que se hacía con sobras, fueron durante mucho tiempo lo más representativo. Afortunadamente, desde entonces la situación ha cambiado mucho. Y la entidad ha sido capaz de evolucionar también al mismo ritmo.

La Caridad acaba de cumplir 125 años muy lejos ya del modelo asistencialista bajo el que un día surgió. Ahora persiguen la inserción social de todas las personas con las que trabajan y para lograrlo la equidad es su máxima. Es el único modo, tal y como enarbola su presidente, Daniel Gimeno, de lograr una igualdad real: «El que más necesita, necesita más apoyo. Esa es la lucha que tenemos. La palabra equidad es más justa».

Y hay miles de personas detrás de esta premisa. Como los innumerables alumnos que han aprendido en sus aulas y se han sentado en sus pupitres durante todos estos años. O en particular como Serafín, un zaragozano que en 2002 relataba a HERALDO cómo La Caridad se había convertido en su segunda familia, aquella que la iba a permitir pasar la Navidad acompañado. O José Vicente, de Quinto, que cuatro años después contaba que su paso por el centro de rehabilitación psicosocial le estaba ayudando a poner fin a su problema de alcoholismo.

El trabajo diario, en cifras

La organización da servicio a unas 2.700 personas al año. Aunque se entiende mejor su labor pensando en el día a día. Son unos 1.600 ciudadanos a los que atiende la entidad en cada jornada a través de tres grandes áreas: la infancia, la juventud y las familias; las personas mayores y con cierta falta de autonomía; y el sinhogarismo y la salud mental.

«El trabajo que hacemos va dirigido a cubrir necesidades, con profesionales multidisciplinares y basándonos en la atención individualizada», resume Gimeno. Entre otras cosas, La Caridad colabora con el Ayuntamiento de Zaragoza en el reparto de comida a domicilio que surgió durante la pandemia y del que forman parte 1.100 usuarios. También atiende a 300 estudiantes en el colegio Cantín y Gamboa –que debe su nombre a la memoria del alcalde que inauguró la entidad en 1898– y 77 niños en el centro de educación infantil, así como a 120 personas mayores que acuden al centro de día y a 65 personas sin hogar y con enfermedad mental grave.

Gimeno explica cómo se fue pasando de aquellas grandes filas a lo que la entidad es ahora. «Muy rápidamente se vio que esas familias venían con niños y se crearon las escuelas», relata el director. Por aquel entonces todavía en el Coso Bajo, pues el traslado al edificio de la calle de Segismundo Moret que ocupan actualmente no se produjo hasta 1910.

Personas mayores haciendo gimnasia y varios niños en una clase en La Caridad.
Varios niños en una clase en La Caridad.
Guillermo Mestre

«A lo largo del siglo XX se fue mejorando el sistema de beneficencia que había en aquel momento, se mejoró muchísimo la educación, especialmente de las niñas para darles también una salida y preparación, y a lo largo de los años 80 se empezó a ver la necesidad de atender a las personas mayores», añade. Conforme iban surgiendo esas necesidades se iba produciendo también una profesionalización. En 2003 se sumó también el centro de día El Encuentro para personas sin hogar. «Ya no es asistencialismo, es una atención personalizada y buscando la integración de las personas», enfatiza.

Todo ello ha permitido que la «diversidad» sea también otro de los pilares fundamentales de La Caridad. Por un lado, con los alumnos, muchos de ellos niños y jóvenes hijos de familias inmigrantes y vulnerables que en un primer momento necesitan ayuda para adaptarse a un nuevo idioma o costumbres. Y por otro, por la cantidad de personas diferentes que diariamente forman parte del hervidero de actividad que es el edificio de la organización: pequeños, mayores, hombres y mujeres con distintas capacidades y procedentes de multitud de países.

Personas mayores haciendo gimnasia y varios niños en una clase en La Caridad.
Personas mayores haciendo gimnasia .
Guillermo Mestre

«Lo más bonito de La Caridad es la mezcla de colectivos que conviven en el mismo edificio, es lo que más riqueza tiene», asegura Gimeno, que destaca el «aporte educativo, social y emocional» que supone para los usuarios compartir un mismo espacio. Pone como ejemplo a los mayores que hacen actividades con los niños o a las personas sin hogar y sin respaldo familiar que encuentran muchas veces «esos referentes que les ayudan a ver la luz al final del túnel».

Una responsabilidad de todos

El director de La Caridad destaca, no obstante, que el papel de entidades como esta debe ser el de hacer de «instrumentos» para facilitar la integración y la inclusión social. Hace hincapié en que lograrlo es «responsabilidad de toda la sociedad» y de las administraciones públicas. «Si queremos una sociedad mejor, queremos que nuestro entorno sea favorable, tenemos que procurar que las personas que estén en desigualdad estén más cerca y más integradas dentro de la sociedad», reivindica.

En este sentido, aprovecha para hacer «un llamamiento a la colaboración», a la responsabilidad social de las empresas y de otras entidades, de los gobiernos y de las personas individuales. En comparación con el resto de España, cree que Aragón tiene «mejores expectativas» que otras comunidades. «Pero eso no quiere decir que estemos en una buena situación», añade Gimeno. La pobreza y la exclusión social afectan todavía al 20% de la población. «Ni hemos conseguido erradicarla ni dejarla en porcentajes bajos. Ese es el gran reto y es cosa de todos», sentencia. Aún queda largo camino por recorrer.

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