Niños ucranianos acogidos en Aragón: "Quiero que la guerra se acabe y volver a España otra vez"

Menores de Ucrania pasan estas fiestas en paz con familias de acogida de la Comunidad. Unos volverán a su país el 27 de enero y otros al acabar el conflicto

Uliana Dzuibetska, Vika Holiaka, Nadia Racinska y Natalia García, en el tiovivo de la plaza del Pilar de Zaragoza
Uliana Dzuibetska, Vika Holiaka, Nadia Racinska y Natalia García, en el tiovivo de la plaza del Pilar de Zaragoza
Toni Galán

Nadia Racinska, de 14 años, es una niña de la guerra de Ucrania que lleva una semana viviendo con su familia de acogida en Zaragoza. Llegó junto a otros siete menores y una traductora en un largo viaje en furgoneta de tres días impulsado por la asociación Asistencia para la Infancia y volverá a su país el próximo 27 de enero. Vika Holiaka, de su misma edad, se ha reencontrado con sus ‘padres’ de Zuera gracias a una expedición de Torla que la trajeron a ella y a su abuela a principios de diciembre. Su idea es quedarse con ellos hasta que termine el conflicto.

Son dos de los chicas ucranianas que están pasando estas navidades alejadas de las bombas y los cortes de electricidad y agua gracias a la solidaridad de hogares aragoneses.

"Quiero que la guerra acabe y poder volver a España otra vez". Es el deseo de Nadia para el año que viene. Sus palabras las traduce Uliana Dzuibetska, que ha venido a Aragón con los niños del colectivo Asistencia para la Infancia, que lleva 26 años trabajando con menores vulnerables del área de Chernóbil. Nadia viajó por primera vez este pasado verano, por eso aún no se expresa en español, y está decidida a repetir.

"Vienen muy tocados psicológicamente, algunos tienen problemas para dormir y tampoco hablan mucho de lo que está ocurriendo en su país" (Marta Navarro)

"Vienen muy tocados psicológicamente, algunos tienen problemas para dormir y tampoco hablan mucho de lo que está ocurriendo en su país y cómo lo han vivido ellos", cuenta Marta Navarro, la madre de acogida de Nadia que se animó a traer a una chica adolescente porque tiene una edad muy próxima a su hija Natalia y a su hijo. En su caso lamenta que no lo ha tenido fácil con Educación para escolarizarla durante el tiempo que esté aquí y al final "el propio colegio lo ha gestionado". Como estudia ruso se entiende algo con ella y "si no siempre está el traductor". Su anhelo es que "estos chicos tengan una oportunidad, que se la merecen".

Un esperado reencuentro

Ana Gil y José Pardo, un matrimonio de Zuera, han compartido sus vacaciones con Vika desde que tiene 8 años, la edad mínima para participar en este programa de acogida. Pero desde que comenzó la guerra les fue imposible volver a tenerla con ellos. Cuando comenzó la invasión se marchó con sus hermanos a la República Checa donde residía su madre y el pasado septiembre regresaron a la ciudad ucraniana de Brovary donde viven habitualmente con su abuela.

Las dos vinieron a España con la expedición que partió de Torla con ayuda humanitaria el pasado septiembre. "Solo podía salir del país si le acompañaba su abuela, que es la que tiene la patria potestad. Por eso viajó hasta aquí y después de tres días regresó", explica Gil, que agradece la implicación de la gente de Torla, que las esperó hasta que pudieron unirse a la expedición, a la asociación y a las administraciones que les han facilitado todas las gestiones.

"El peor momento fue cuando tras estallar la guerra estuvimos un día entero sin poder contactar con ella y saber cómo se encontraba" (Ana Gil y José Pardo)

Vika habla bastante bien el español y, con un seguimiento de la DGA, la idea es que continúe sus estudios de 3º de la ESO en Zuera y regrese a Ucrania cuando todo termine. "El peor momento que pasamos fue cuando tras estallar la guerra estuvimos un día entero sin poder contactar con ella y saber cómo se encontraba", rememora esta pareja zufiarense.

María José García, vicepresidenta de Asistencia para la Infancia, recuerda la "odisea" que todos han pasado hasta pisar Aragón. El grupo de siete niños que arribó el pasado 17 de diciembre tardó nueve horas en cruzar las dos fronteras, primero la de Ucrania y luego de la Polonia. Su "ángel de la guarda", como la llaman, es la traductora Uliana Dzuibetska, el contacto de la asociación en ese país y que está pendiente de las necesidades de los menores durante todo el tiempo.

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