La presentación del hotel Royal Hideaway, del grupo Barceló, con 104 habitaciones, supone un banderazo de salida para la puesta en marcha de la anhelada reapertura del paso ferroviario internacional, cerrado en 1970 por los gobiernos de España y de Francia.

La recuperación del edificio, cuya construcción dirigió el ingeniero Fernardo Ramírez de Dampier, es un símbolo y un impulso para el trayecto ferroviario y supone la posibilidad de trasladar también 1,5 millones de mercancías cada año. La inversión de 110 millones del Gobierno de España para la línea ferroviaria, entre Plasencia y Canfranc, permitirá modernizar los 82 kilómetros con el fin de cruzar al país vecino para su puesta en marcha definitiva en 2023. A partir de ahí, faltará adecuarla al ancho europeo, la adaptación del túnel del Somport y la recuperación de los 32 kilómetros finales del lado francés, entre Bedous y la frontera. 

El presidente de Nueva Aquitania, Alain Rousset, tiene claro que llegar desde Burdeos (la capital de su región) a Canfranc "más que un sueño, es el resultado final" de un trabajo. Este político socialista ha logrado financiar desde su región los tramos entre Pau-Oloron y Oloron-Bedous, pero para la meta final faltan 400 millones de euros necesarios para el impulso definitivo que debe dar el Gobierno de Enmanuelle Macron.

Cada 18 de julio, los defensores de la reapertura, las asociaciones Creloc (en Francia) y Crefco (en España), se suman para reclamar que ese sueño llegue cuanto antes. Ese momento se acerca. El crecimiento del uso del ferrocarril de mercancías es una obligación ante los efectos del cambio climático y España apenas alcanza al 4% cuando la media de la UE está en el 17% (Francia aspira a llegar al 20%). El manifiesto reclamado por Aragón en 1853 atesora toda su vigencia. El Canfranc es más necesario que nunca.