Tercer Milenio

En colaboración con ITA

"Si los sabes interrogar, los minerales son parlanchines"

Cada uno de los 10.000 minerales que Miguel Calvo guarda en casa tiene una historia. Una colección es búsqueda, atesoramiento y conservación. También simbiosis con la ciencia. 

Miguel Calvo Rebollar estudia uno de los ejemplares que componen su colección de minerales
Miguel Calvo Rebollar estudia uno de los ejemplares que componen su colección de minerales
Guillermo Mestre

En muchos lugares de Aragón, a las típicas maclas del aragonito, con aspecto de prisma hexagonal, se les llama ‘torrecicas’ o ‘banquetes’. Cuando un mineral tiene nombre popular, significa que, también para personas no expertas, es sencillo reconocer su morfología. Pese a tener un nombre tan aragonés, este mineral no se describió en Aragón. El investigador alemán que lo bautizó asumió que la localidad de Molina de Aragón, donde se encontraron los primeros cristales descritos de este curioso mineral, estaba en Aragón en lugar de en Guadalajara. Es un gazapo de la mineralogía

En Aragón, se ha encontrado aragonito en varias localidades de Zaragoza y de Teruel y es un habitual en las colecciones de aficionados. Como la de Miguel Calvo Rebollar, que es catedrático de la Universidad de Zaragoza pero en el campo de la bioquímica de los alimentos; la mineralogía es su pasión particular, ejercida con tanta meticulosidad y dedicación que le ha llevado a publicar, entre otras obras, los libros ‘Minerales y minas de España’, en nueve volúmenes, y ‘Minerales de Aragón’. Esta semana ha presentado el ‘Atlas de minerales de España’, editado por Prames, un libro fotográfico de gran formato.

En la colección de minerales que guarda en su casa zaragozana conserva un ejemplar de aragonito muy especial que, como cada uno de los 10.000 que duermen, primorosamente etiquetados, en sus correspondientes cajitas, tiene su historia: "Pasó por muchas manos. Se lo compré a un coleccionista importante que había decidido quedarse solo con minerales pequeños". Procede del paraje de Los Molinillos, en Minglanilla (Cuenca), donde, cuando se descubrieron, "una persona simpatiquísima, conocido como ‘El Gallina’, además de venderles ejemplares de aragonito a los comerciantes americanos que vinieron a España para hacerse con ellos, los llevaba al sitio donde aparecían, picaban juntos y se llevaban gratis lo que sacaban; se encontraron ejemplares increíbles". 

Este aragonito tiene 5 cm de altura y un brillo fuera de lo común; se considera un ejemplar de tamaño relativamente grande en su especie.
Este aragonito tiene 5 cm de altura y un brillo fuera de lo común; se considera un ejemplar de tamaño relativamente grande en su especie.
Javier Romeo / archivo Prames

Esta de su colección es una pieza muy apreciada. "Es de los mejores, porque brilla por todas sus caras y eso no es habitual –destaca–; normalmente, por una cuestión cristalográfica, la base aparece con aspecto corroído".

Por otros aragonitos de Minglanilla intercambió una de sus piezas más antiguas, del siglo XIX. Perteneció nada menos que a Édouard de Verneuil, autor del primer mapa geológico de España, que donó su colección de minerales a la Escuela de Minas de París. Cuando Miguel Calvo hizo su ‘posdoc’ en la capital francesa, tuvo ocasión de, mediante este intercambio, hacerse con una pieza que es un cristalito pequeño de cinabrio de Almadén, "como la uña de un dedo, y que está perfecto porque ha estado siempre metido en cajones y tiene todo su brillo". 

Las 'piedras' hablan

Un tesoro es algo precioso, digno de estimación. En las colecciones de minerales como la de Miguel Calvo Rebollar, algunos de los ‘tesoros’ miden solo unos pocos centímetros, pero su interés científico es enorme. También hay yesos "realmente feos, pero con una vida muy dura", como aquel que nació yeso, se deshidrató por efecto de un incendio subterráneo que lo convirtió en otra cosa: anhidrita, y luego, al aflorar el nivel en que se encontraba, pasó otra vez a yeso. Y es que "las ‘piedras’ hablan"; basta con saberlas mirar y "si los sabes interrogar, los minerales son parlanchines", asegura Calvo.

El suyo no es un coleccionismo de vitrina. "Hay algunas piezas buenas, pero otras son pequeñas cajitas con un cristalito colocado encima de un palillo para poder fotografiarlo o mirarlo al microscopio", explica. Su variedad de materiales y procedencias la convierten en una colección importante en el contexto de la mineralogía española. Y también "en número de ejemplares es una de las más grandes que yo conozco; son ejemplares pequeños, claro, pero, en número, está al nivel de algunos museos españoles".

En perfecto orden, siguiendo la clasificación de Strunz, "la de todos los libros", guarda unos 10.000 ejemplares, todos españoles, para los que mandó fabricar armarios que le ocupan dos paredes. Todas las cajas que colman los estantes están llenas, así que la colección sigue creciendo "con complicaciones, porque no cabe ninguno más". Cuando consigue una pieza nueva, "divido en dos una casilla para poder colocarlo, haciendo un tetris... o recorto un ejemplar con alicates para hacer sitio". Además, unos cuantos cientos de ejemplares más esperan ‘en reserva’ o en estudio, sin acabar de identificar, en veinte cajas de cartón.

El origen de su pasión por los minerales se hunde en su infancia. "Siempre me he recordado con minerales". Con 6 años, ya tenía unos veinte en una cajita de puros compartimentada con cartoncitos. De más mayor, empezó a buscarlos él, le reglaron más, fue comprando..., "progresé lentamente porque entonces en España no había un comercio activo ni yo tenía dinero para comprar nada, solo había para un cuaderno y una caja de pinturas pequeñas". Fue suficiente para, con 10 años, poder copiar a mano su primer libro de mineralogía, el atlas de Font Altaba, en la biblioteca pública de su Soria natal, "incluidos los dibujos, porque si no podía comprarme un libro, me lo hacía". Siente no haberlo conservado.

De aquella primera caja de puros reconvertida a las bandejas apiladas en su casa de Soria, el primer mueble que se hizo a mano cuando se casó y, finalmente, la habitación dedicada a su colección y el encargo de tantos armarios al carpintero –"cuando pasé de becario a profesor"–, hay toda una vida y mucho disfrute: "Me he divertido mucho haciéndola".

En ella hay piezas regaladas por amigos, otras intercambiadas, "hasta con museos", también alguna comprada, "pues actualmente hay un comercio de minerales bastante activo", pero, sobre todo, "me he pateado toda España, hasta las Canarias, buscando minerales". Incluso oro. 

"Batear es muy divertido –señala–, en media España hay oro: en todos los ríos de Salamanca y León, en Galicia incluso en alguna playa. El oro es muy frecuente pero no es abundante. En Balaguer, bajo el puente que cruza el Segre puedes encontrar, poco, pero se encuentra: granitos chiquitines pero muy buenos; bajo la binocular, preciosos; te puedes pegar una mañana para coger una docena de granitos pequeños. Y es oro que has cogido tú, nada menos".

Uno de los lugares más fértiles en hallazgos son las escombreras de las minas. "Dan mucho de sí". Y pone el ejemplo de "una mineta pequeña en Teruel, en Lanzuela", donde, "simplemente rompiendo piedras allí sentado, salen minerales raros". Martillo de geólogo en mano.

También en las escorias de fundición tiradas al mar se forman minerales rarísimos por acción del agua salada. En Mazarrón (Murcia), "te sientas en la arena de la playa, empiezas a partir piedras y, cuando ves que algo brilla, lo guardas y, en casa, lo miras con la lupa binocular".

Reconoce que ser profesor universitario le ha abierto las puertas de muchas minas en funcionamiento. "En Reocín (Cantabria) nos pasearon por el interior, estuve en un pasillo enorme, donde era todo mineral de zinc químicamente puro, esfalerita, fue alucinante estar metido dentro de un mineral". Tuvo ocasión de coger un trozo de los 7,7 millones de toneladas que salieron de allí en 148 años de explotación y "que no conserva casi nadie porque parece muy feo".

Hace unos 15 años, se le quedó grabada la imagen de las cámaras gigantescas, de 20 o 30 metros de altura, que visitó en unas minas de Riotinto (Huelva): "Un lugar muy extraño, porque, debido a la alteración de la pirita, se forman estalactitas de sulfatos de color verde chillón y hay que tener cuidado de dónde te metes porque gotean ácido sulfúrico. Con las paredes violeta, con zonas azules y rojas, con puntitos negros... Increíble, no he visto nada parecido". Hoy no existe, "dejaron que se inundara y todo se ha disuelto, queda agua ácida". Llegar hasta allí fue una pequeña aventura: "Ya no funcionaba la mina, solo estaban las bombas para desaguar, y bajamos por una galería de descenso en espiral, con una cuesta poco pronunciada, en un 'landrover' sin techo que frenaba chocando contra la pared". Repitió tres veces.

Buscar minerales "está muy bien, pero cada vez resulta más difícil porque hay menos minas en funcionamiento y están restaurando minas viejas, aunque yo no lo llamaría restaurar porque hay un patrimonio científico ahí", reclama.

El papel de los aficionados

Miguel Calvo considera que "hay mucho por estudiar en este tipo de mineralogía, que no atrae mucho a los profesionales porque no tiene interés económico", justamente por eso "hay que contar con los aficionados". Aunque no estamos al nivel de Italia, donde incluso existe un museo para los minerales que encuentran los aficionados, cree que en España "cada vez hay más colaboración entre científicos y coleccionistas"

En este momento, "cuando se publica algo en una revista científica sobre una especie nueva, más de la mitad de los ejemplares los han encontrado aficionados y se los han pasado a profesionales". Algunos de estos minerales nuevos son muy raros no solo por su escasez, sino por presentar estructuras muy extrañas. Ahora está haciendo mucho ruido la herbertsmithita, "con unas propiedades físicas inéditas, que es la primera vez que se descubren en un material y que no consigo entender qué diablos son". Piensa que "pronto empezarán a hacer materiales sintéticos que mimeticen su estructura". Porque la naturaleza sigue inspirando los nuevos materiales artificiales.

Como buen químico, es la propia química de los minerales lo que más le fascina: "Un mineral con una composición retorcida me encanta". La rodalquilarita es de sus favoritos. Porque es un telurito de hierro, y el teluro es muy poco común; porque se descubrió en España; y porque detrás del que forma parte de su colección hay "una historia de amiguetes" que le hace sonreír. Cuando terminó su ‘posdoc’ en Francia, pasó por la Escuela de Minas a despedirse. El conservador, que conocía bien su interés por la rodalquilarita y que toda la que se encontró en España se había enviado a París para estudiarla, le dijo: "Espere, tengo un regalo para usted". Oyó una sierra "y me apareció con un trocito serrado de los ejemplares de la reserva de la escuela, ¡de los primeros descubiertos en España!, como regalo de despedida". Emocionado, sintió que flotaba al caminar, escaleras abajo.

Miguel Calvo, con su 'Atlas de minerales de España', ante los 10 metros de pasillos de libros y revistas de minerales y revistas.
Miguel Calvo, con su 'Atlas de minerales de España', ante los 10 metros de pasillos de libros y revistas de minerales y revistas.
Guillermo Mestre

El atlas de las maravillas

Abrir el ‘Atlas de minerales de España’ que se presentó esta semana en el Museo de Ciencias Naturales es como asomarse a una prodigiosa caja de minerales. En lugar de en compartimentos, los atesora en 2.219 fotografías realizadas con todo tipo de técnicas, incluyendo fotografía convencional, microfotografía o microscopía electrónica de barrido. En total, el libro recoge 927 especies minerales, algunas citadas por primera vez en España. Obra de Miguel Calvo Rebollar y Christian Rewitzer, es el fruto de un enorme trabajo de selección de piezas procedentes de diversas localidades y conservadas en diferentes colecciones y museos. Rewitzer, farmacéutico de profesión y estudioso de los minerales por afición, está considerado uno de los mejores fotógrafos de microminerales del mundo. En colaboración con la Universidad de Múnich, ha estudiado muchos minerales raros; en España, ha descubierto dos especies nuevas a nivel mundial: la alcantarillaíta y la fehrita.

El libro es también la culminación de la monumental obra en nueve volúmenes ‘Minerales y minas de España’, que Miguel Calvo empezó a publicar en 2002. Porque lo que hace décadas empezó siendo "un hobby sencillito que no pensaba que iría a más –dice–, cuando me puse más en serio, vi que podía hacer algo en mineralogía española". Él firmó, en una revista americana, lo primero que se publicó sobre los yesos de Fuentes de Ebro. "Lo mío es la mineralogía topográfica", en la que, además de pura diversión personal, hace valiosas aportaciones divulgativas y también científicas. "De los yesos de Zaragoza publiqué una morfología curiosa, de espada romana, y, años después, científicos italianos definieron un tipo especial de maclado: les di la pista para que ellos hicieran ciencia. Es el papel del mineralogista aficionado: hacer un inventario de lo que hay y dar material para que los investigadores ‘de verdad’ lo estudien. Si una pieza de mi colección debe morir por la ciencia, morirá".

Cristales transparentes de yeso, con forma de espada romana, que se conservan en la colección de Miguel Calvo. Proceden de una cantera ubicada en el Monte Patillas de Fuentes de Ebro (Zaragoza).
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Espadas romanas transparentes

Estos cristales transparentes de yeso, con forma de espada romana, aparecen en cavidades formadas por disolución parcial de bolos de alabastro. Esta pieza se conserva en la colección de Miguel Calvo y procede de una cantera ubicada en el Monte Patillas de Fuentes de Ebro (Zaragoza).

Aerinita procedente de Estopiñán del Castillo (Huesca).
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El azul del románico

Los azules del románico de Jaca son de aerinita, un mineral muy raro que se encuentra en el Pirineo. A mediados del XIX, se vendía a los turistas en Barcelona como ‘cobalto del Pirineo’, y así lo compró Arnold von Lasaulx, quien se dio cuenta de que era una especie nueva, que describió en 1876. Este es de Estopiñán del Castillo (Huesca).

Cristales maclados de tetraedrita de la mina Nueva Virginia, en Lanzuela (Teruel)
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Una mina de rarezas

En la escombrera de la mina Nueva Virginia, en Lanzuela (Teruel), aparecen minerales tan raros como la zinkenita, la polidimita, la ullmannita, la fülöppita, la semseyita o la bottinoita, y otros más comunes pero tan perfectos como los cristales maclados de tetraedrita que posan en esta fotografía.

Piromorfita procedente de las minas del Horcajo, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real).
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De muy cerca

Maravillas como estas no pueden verse a simple vista. Mide 4 mm y solo se deja contemplar así bajo una lupa binocular. Se trata del detalle de una piromorfita procedente de las minas del Horcajo, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real). El microscopio hace posible ‘entrar’ en el mineral y sumergirse en otros paisajes.

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