Tercer Milenio

En colaboración con ITA

"Cuando empecé a entrenar dos días por semana, me lo tomé como otra parte del tratamiento contra el cáncer"

Ganar fuerza muscular ayuda a que los tratamientos oncológicos funcionen, reduce la fatiga, previene recaídas. Pacientes activos hacen del ejercicio físico un hábito de vida

Lourdes, Raquel, Rebeca y Menchu han incorporado el ejercicio físico a su vida diaria.
Lourdes, Raquel, Rebeca y Menchu han incorporado el ejercicio físico a su vida diaria.
Toni Galan

Cuando has pasado por una cirugía y, en pleno tratamiento de quimioterapia, te quedan por delante toda la radio y la inmunoterapia, sientes un cansancio que no sabes a qué achacar, que no se quita descansando. Así lo cuentan los pacientes oncológicos. Y si su médico les recomienda que hagan ejercicio físico, les rompe un poco los esquemas. 

"Te encuentras en un momento de mucha desorientación. Acabas de entrar en un mundo en el que no quieres estar; empieza un viaje y te ves en un tren, con un billete que te han comprado; han cerrado las puertas y te han dicho: ‘Hasta el final’". Son procesos tan largos que "te haces una crisálida para protegerte del mundo, piensas que así eres menos vulnerable, te quedas en casa y le haces un agujero al sofá"

"Poco a poco, ves cómo tu cuerpo responde y ganas fuerza"

El viaje de Lourdes Murillo empezó en mayo de 2021, cuando le diagnosticaron cáncer de mama. Ahora ya ha vuelto a trabajar. El día que su oncólogo le dijo que andar todo lo posible, como ella hacía, no era suficiente, pese al enfado que llevaba con el mundo, venció "esa tendencia a escondernos, a no salir, porque ‘esa larga enfermedad’ está socialmente muy oculta, sigue siendo un lastre" y, cuando empezó a entrenar dos días por semana, se lo tomó como otra parte del tratamiento. 

Cada vez son más los estudios que avalan que hacer ejercicio durante el tratamiento oncológico mejora su efectividad, ayuda al control de síntomas y al mantenimiento y mejora de la función física del paciente

Física y mentalmente se encontraba agotada, pero terminar la sesión –totalmente personalizada y dirigida– con la camiseta sudada, cansada pero satisfecha le hacía sentir que podía hacer algo para salir de ese tren. Había perdido masa muscular y, día a día, con constancia, fue viendo cómo podía levantar más peso o subir la intensidad del ejercicio. "Poco a poco, ves cómo tu cuerpo responde y ganas fuerza". Pero el beneficio llega más lejos. Cada vez son más los estudios que avalan que hacer ejercicio durante el tratamiento oncológico mejora su efectividad, ayuda al control de síntomas y al mantenimiento y mejora de la función física del paciente.

Al otro lado, pautando cada uno de los ejercicios de los pacientes tras estudiar su caso, con tratamientos y analíticas en mano, está Lucía Sagarra, entrenadora de personas con cáncer en su centro especializado de Zaragoza, ‘Be ONactive’. Doctora en Ciencias del Deporte y graduada en Ciencias de la Enfermería, esta profesora universitaria se ha centrado en un campo en el que, "afortunadamente, cada vez hay más literatura científica; durante años, la investigación estuvo centrada en el ejercicio físico después del tratamiento oncológico, pero ahora hay evidencia de los beneficios que conlleva practicarlo durante el mismo".

"Recomendar reposo se está empezando a desterrar a golpe de comunicación científica"

Sacar músculo frente al cáncer

Desde sus consultas en el Hospital Universitario Miguel Servet y en la clínica Quirón, la oncóloga Elena Aguirre recomienda "activamente" la práctica de ejercicio físico a sus pacientes de cáncer de mama. "Me preguntan si es necesario que guarden reposo, quedarse más tranquilas en casa, y la recomendación es que no, que hagan actividad física moderada y si la persona es candidata a un ejercicio más intenso, que lo haga". Es algo que "ya se ha incorporado en las guías de práctica clínica y que, entre las nuevas generaciones de oncólogos, de entre 30 y 50 años, se esta generalizando; aún queda la vieja escuela del reposo y la tranquilidad espiritual, pero es un enfoque que se está empezando a desterrar a golpe de comunicación científica".

El proceso oncológico "es un pulso entre la enfermedad y la persona", describe Sagarra. "Físicamente, hay un deterioro muscular por efecto de los tratamientos y del reposo", destaca. Se añaden síntomas como "vómitos, náuseas, que provocan deshidratación, desacondicionamiento y, sobre todo, fatiga, que ellos remarcan mucho".

Hacer ejercicio reduce la fatiga, náuseas, falta de apetito, dolores articulares y musculares. Pero las investigaciones registran también una mejor respuesta a los tratamientos: "A nivel sistémico, el ejercicio físico ayuda a oxigenar todo el organismo, también las células tumorales, lo que incrementa la eficacia del tratamiento", explica Sagarra. Ella pauta hacer ejercicio 24 horas antes, incluso el mismo día.

"El ejercicio físico aumenta la probabilidad de que el tratamiento oncológico sea eficaz"

La doctora Aguirre añade que, particularmente, en cáncer de mama "hay más estudios que demuestran el llamativo impacto beneficioso del ejercicio físico y se está incorporando antes a la terapéutica habitual". Sabemos desde hace tiempo que, en población general, la práctica de ejercicio disminuye la probabilidad de padecer cáncer de mama. En pacientes ya diagnosticadas, como las que llegan a su consulta, "candidatas a quimio, el ejercicio físico aumenta la probabilidad de que el tratamiento sea eficaz". En los casos con tratamiento hormonal, "mitiga sus efectos tóxicos, tanto su frecuencia como su intensidad, sobre todo el cansancio asociado, y el dolor articular mejora".

Estar en buena condición física es también un billete a un futuro saludable. En pacientes que ya han superado la enfermedad, "si son personas activas, que hacen ejercicio físico, disminuye el riesgo de recurrencia –aunque está asociada a otros factores, porque estos perfiles suelen ser personas con menos sobrepeso y que siguen una dieta más sana– y de aparición de segundos tumores". "Si supieran la importancia que tiene en cuanto a prevenir recaídas y lo que aporta en la quimio, serían más prudentes quienes deciden no hacer ejercicio físico", señala Aguirre. Además, duermen mejor, evitan el sobrepeso, se compensa el azúcar..., lo que aleja una posible enfermedad cardiovascular colateral.

En la Universidad Edith Cowan de Australia se investiga el efecto del ejercicio físico sobre los pacientes. Allí, en primera fila para aprender de los estudios clínicos en marcha, estuvo tres meses de estancia posdoctoral Lucía Sagarra. Siempre al día de las publicaciones científicas al respecto, resume cómo "se ha observado que el ejercicio físico regular puede reducir el riesgo de recurrencia en cáncer de mama, colorrectal y próstata. Diversas revisiones sistemáticas y metaanálisis han evidenciado igualmente que las personas que realizan ejercicio durante el tratamiento tienen un riesgo hasta un 25% menor de mortalidad y recurrencia a la enfermedad que las personas inactivas; además de padecer menos efectos secundarios por el tratamiento".

Elena Aguirre insiste en que "es tanta la importancia cuantitativa de las evidencias científicas que la guía americana (de la American Society of Clinical Oncology) aconseja hacer ejercicio al menos dos horas a la semana". Incorporando ejercicios de fuerza y resistencia. Lo ideal, apunta la oncóloga, sería "no estar solo asesoradas por su médico, sino que luego tengan un buen entrenador o la referencia de un especialista en ejercicio físico que se dedique a estos temas". La Asociación Española contra el Cáncer en Aragón ofrece, en colaboración con la Universidad San Jorge, talleres gratuitos de ejercicios terapéuticos de fisioterapia enfocados a ganar fuerza.

Programa de entrenamiento modulable en el centro especializado para personas con cáncer ‘Be ONactive’.
Programa de entrenamiento modulable en el centro especializado para personas con cáncer ‘Be ONactive’.
Toni Galan

Que la fuerza te acompañe

El denominador común de los programas de entrenamiento en pacientes oncológicos "debería ser la fuerza, pues se ha visto que el músculo tiene capacidad secretora de sustancias beneficiosas", asegura Sagarra. Aunque no todo vale para todo el mundo, ya que "no podemos estandarizar, se aconsejan intensidades moderadas, pero pueden llegar a ser altas según el tipo de tumor, estadio y persona".

"Hacer ejercicio encontrándote mal es muy duro; es el precio a pagar si quieres estar mejor"

Tampoco todos los días son iguales. "Hoy estoy fatal, Lucía, tengo muchas náuseas, no sé si podré". Algunas veces, Ignacio Bailón ha llegado así a su sesión semanal. Padece un tumor "un poco raro", dice, un tumor neuroendocrino, que se activa –y causa malestares, enrojecimiento y hasta síncopes– con excitantes como el café, la adrenalina, el calor, el alcohol y, paradójicamente, el ejercicio, por lo que hay que regular muy bien hasta dónde llegar. Los ejercicios dependen del día, "de cómo me ve: siempre hay algo de fuerza, a veces mezclado con aeróbico, trabajando el tren inferior, superior y core, con gomas, pesos... y también te hace moverte y hacer flexiones". 

Tras haber sufrido una recaída, y mucho tiempo de cama y sillón, perdió fuerza, "salía a pasear y me agotaba". Escuchó en una conferencia que, "para el cáncer, lo importante es ganar músculo, con un ejercicio productivo", y empezó a entrenar con Lucía Sagarra. "Me ha dado media vida: de no tener fuerzas para nada y perder la confianza en ti, empiezas a valerte por ti mismo". Pero no resulta fácil. "Hacer ejercicio cuando te encuentras mal es muy duro –reconoce–, pero sabes que tienes que ir, aunque no te encuentres bien, si te dejas llevar por el ‘hoy me quedaría en casa’, nunca es el día, nunca es el momento; si quieres estar mejor, es el precio a pagar".

Esther Ruiz, corriendo la media maratón de montaña en el valle de Tena
Esther Ruiz, corriendo la media maratón de montaña en el valle de Tena
E. R.

La clave está en asumirlo como un tratamiento más, complementario al prescrito por el oncólogo, "si el paciente lo entiende así, se adhiere al ejercicio físico como hábito de vida, que es lo difícil", manifiesta Sagarra. Porque, un día, indica Aguirre, "los tratamientos se terminan, pero el ejercicio físico lo tienes que incorporar desde hoy hasta el final; eso es lo que cuesta, ser constante". La oncóloga constata la importancia de la motivación: "Un grupo de tres o cuatro chicas que salen a correr o hacen pádel juntas está destinado a la victoria, van a seguir seguro". 

El deporte forma parte ya de la vida de pacientes suyas que, aunque durante las quimios y radios no pudieron pasar de caminar, se han reenganchado una vez recuperadas. Esther Ruiz ha vuelto a correr como ya hacía antes de su diagnóstico. Saca tiempo para hacer una carrera corta de 30 minutos entre semana, otra más larga el sábado o el domingo y yoga dos veces por semana. El 4 de septiembre completó una media maratón de montaña en el valle de Tena. "El ejercicio me ha ayudado a recuperar la energía y la fuerza, porque te sientes debilitada tras los tratamientos". 

Las últimas densitometrías le indican que mejora la calcificación de sus huesos, desprotegidos debido a la hormonoterapia. Ahora, practicar ejercicio es un hábito de vida "ya no como paciente oncológica, sino como persona; con el cáncer le ves las orejas al lobo, llevas un pequeño susto en el cuerpo que te hace estar más motivada y ser más constante, pero el ejercicio físico nos lo tendrían que recetar a todos". 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión