religión

"¡Juan Pablo II, te quiere todo el mundo!": del catolicismo imperante a la diversidad de credos

En noviembre de 1982, recién estrenado el Estatuto de Autonomía de Aragón, Juan Pablo II visitó por primera vez Zaragoza. Repitió dos años después, y en las dos ocasiones fue recibido con gran fervor popular. España era entonces eminentemente católica. Cuarenta años después, el panorama es diferente.

Miles y miles de personas, de todas las clases y edades, procedentes de todo Aragón y de distintas regiones españolas, ocupaban desde primeras horas de la tarde -algunas desde la mañana- la plaza de las Catedrales. Estaba a rebosar, y también sus inmediaciones (...) A pesar del frío y de la constante amenaza de lluvia, el ambiente que reinaba ante la basílica mariana era indescriptible».

El 6 de noviembre de 1982, Juan Pablo II visitó Zaragoza en su gira por varias ciudades españolas y fue recibido con gran fervor popular, como relató HERALDO en un importante despliegue informativo de la mano de siete periodistas y tres fotógrafos.

Narraban aquellos compañeros que «todo fue clamoroso y emocionante» en la ciudad desde que Karol Wojtyla pisó suelo zaragozano en el campus de la Ciudad Universitaria. «El recorrido hasta La Romareda, la entrega de las llaves de Zaragoza por parte del alcalde -Ramón Sainz de Varanda-, la presencia de 40.000 niños en el estadio, el encuentro con los enfermos, la llegada al Pilar, la entrega de su propio solideo para que permaneciera para siempre como testimonio de su estancia entre nosotros, fueron acompañados por el entusiasmo y el cariño de cientos de miles de zaragozanos».

Dos años después, el 11 de octubre de 1984, el Papa repitió la visita, esta vez haciendo en Zaragoza su única escala en España «antes de partir hacia Iberoamérica para conmemorar el V centenario del descubrimiento y evangelización de América». En esta ocasión fue recibido en el aeropuerto de la ciudad por los reyes don Juan Carlos I y doña Sofía. También cumplimentó a Juan Pablo II el presidente del Gobierno, Felipe González.

En las dos visitas de Juan Pablo II a Zaragoza, HERALDO estuvo allí para contarlo

Y de nuevo el fervor popular caracterizó el viaje papal, de apenas 16 horas de duración. Como también narró HERALDO con en varias páginas, «tanto en la basílica del Pilar como en la avenida de los Pirineos, Papa y pueblo congregados -se calcula que más de 700.000 personas estuvieron con Juan Pablo II en Zaragoza- fueron los verdaderos protagonistas de una memorable jornada tanto para la Iglesia como para España y Zaragoza». Y todos estos ciudadanos completamente entregados gritaron al unísono, y hasta enronquecer, la popular rima "Juan Pablo II, te quiere todo el mundo" 

Un panorama radicalmente distinto

Todo el regocijo, la expectación, la devoción y la pasión con la que se recibió a Juan Pablo II en la ciudad se enmarca en una época en la que España era fundamentalmente católica practicante, y era raro que alguien profesara otra religión. En 1980, según el Instituto Nacional de Estadística, nada menos que el 97,89% de la población declaraba seguir el cristianismo. El último Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicado este pasado mes de marzo, ofrece una visión radicalmente distinta: el 59,8% de la ciudadanía española se definió a sí misma como católica, aunque ello no quiere decir que estas personas practiquen esta fe. De hecho, en un acto ‘medible’ como es asistir a misa, el 47,5% de quienes dijeron ser católicos afirmaron no hacerlo nunca o casi nunca, frente al 10,6% que contestó que asistía todos los domingos. Esto es, no solo es que en España haya cada vez menos católicos, es que el nivel de práctica ha caído de manera importante. En octubre de 2021 se dio la cifra de católicos declarados más baja de la historia: el 55,4%.

La Ley de Libertad Religiosa fue aprobada en el Congreso el 24 de junio de 1980. En Aragón, el Estatuto también recoge este derecho

Mención aparte merecen los jóvenes, que llevan liderando con décadas de antelación la progresiva secularización de la sociedad española. ¿Han dejado de creer en Dios? Según el CIS, gran parte sí. En 1981, menos del 20% de los jóvenes se declaraban ateos, agnósticos o no creyentes. Cuarenta años después, el porcentaje se ha triplicado y ya casi el 60% de ellos está fuera de la influencia de la religión en España.

Esta progresiva ‘descatolización’ del país discurre paralela a la implantación en toda la geografía nacional, desde hace ya algunas décadas, de una diversidad de grupos religiosos llegados de la mano de la inmigración. Si en 1980 solo el 0,01% de la ciudadanía profesaba la fe islámica, el 0,02% el judaísmo y el 0,02% el budismo, los creyentes de otras religiones ya representan un porcentaje importante en la sociedad.

Esta diversidad se ha desarrollado bajo el amparo de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa que el Congreso de los Diputados aprobó, sin ningún voto en contra, el 24 de junio de 1980. Promovida por el ministro de Justicia del Gobierno de UCD Íñigo Cavero, la voluntad de la norma fue contribuir a la concordia de los españoles bajo la estela de la Constitución de 1978, que en su artículo 16 garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades. La acofesionalidad del Estado se matiza en el propio texto constitucional, que en el punto tercero alude a la realidad religiosa de la sociedad española y establece una suerte de relación de privilegio con respecto a la Iglesia católica, que quedó plasmada y sellada en el concordato suscrito con la Santa Sede en 1979.

En Aragón, el derecho al pluralismo y la libertad religiosa está recogido en el Estatuto de Autonomía, en cuyo artículo 6 se reconocen los derechos y libertades de los aragoneses, por nacimiento o residencia, que son los mismos que aparecen en la Constitución, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en los Acuerdos Internacionales que han sido suscritos por España.

Cuatro sacerdotes se inclinan ante el altar mayor del Pilar. En las misas en latín, los curas daban la espalda a la congregación, administraban la comunión en la boca y hombres y mujeres estaban separados en las iglesias.
Cuatro sacerdotes se inclinan ante el altar mayor del Pilar. En las misas en latín, los curas daban la espalda a la congregación, administraban la comunión en la boca y hombres y mujeres estaban separados en las iglesias.
Archivo Heraldo

A vueltas con las misas en latín (Dominus vobiscum)

El papa Francisco prohibió en julio de 2021 las misas tridentinas, en las que el sacerdote oficia el rito en latín y de espaldas a los feligreses. Consideró que tal celebración dividía a quienes preferían la liturgia antigua y quienes aceptaban la posterior al Concilio Vaticano II, presidido por Juan XXIII en 1959, que decidió que la misa fuera dicha en el idioma propio de los creyentes.

El rito, en realidad, nunca desapareció del todo. En 1982, Juan Pablo II permitió a los tradicionalistas que lo celebraran, siempre bajo la expresa autorización de los obispos locales. Su sucesor, Benedicto XVI, defensor de las tradiciones y crítico con los abusos de la liturgia moderna matizada con cantos, músicas y bailes, dio un paso más y en julio de 2007 publicó un decreto ‘motu proprio’ (por propia voluntad) que lo reactivó para allanar las diferencias entre los católicos ultraconservadores y los más moderados. Surgió entonces una duda. ¿La liturgia en latín podía acomodarse a las necesidades de los tiempos modernos?

El entonces delegado de Liturgia en Aragón, Jesús Aladrén, defendía la medida papal, con el argumento de que no imponía, solo reforzaba la posibilidad de que esas eucaristías pudieran celebrarse. Sacerdotes de barrios zaragozanos como San José y Casablanca admitían sin embargo un desconocimiento del latín que les impedía celebrarlas en condiciones. Y, en el caso de dominar el idioma, sus feligreses no las entendería. 

Los feligreses más nostálgicos, eso sí, reconocían añorar «esas misas sublimes» llenas de expresiones como ‘hic est enim calix sanguinis mei’ (este es el cáliz de mi sangre) o ‘Pater noster qui es in caelis’ (Padre nuestro que estás en los cielos). Aunque muchos de ellos las citaran ‘de corrido’ y sin saber su significado. Dominus vobiscum (el Señor esté con vosotros).

Diversidad de ritos

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Ramadán en la Feria de Muestras, bautizos de testigos de Jehová en el Príncipe Felipe, y el lamasterio de Panillo.
Ramadán en la Feria de Muestras, bautizos de testigos de Jehová en el Príncipe Felipe, y el lamasterio de Panillo.
Archivo Heraldo

En Aragón, como en cualquier otro punto de España, conviven desde hace años, en razonable paz y armonía, diferentes confesiones llegadas de la mano de la inmigración. Ya no resultan tan lejanas las celebraciones musulmanas del Ramadán (arriba, a la izquierda, rezo en la Feria de Muestras de Zaragoza), los multitudinarios bautizos de los testigos de Jehová (arriba a la derecha, en el pabellón Príncipe Felipe), las animadas y coloridas misas de los Evangélicos o la paz que se respira desde hace cuatro décadas en el templo budista Dag Shang Kagyu en Panillo, cerca de Graus (Huesca) (sobre estas líneas), visitable en cualquier momento del año.

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