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Las quejas por ruido suben en plena pandemia y afectan ya a uno de cada seis hogares

El tardeo y el auge de las terrazas elevan los problemas de contaminación acústica en Aragón a niveles de 2013.

Exterior de la calle de Héroes del Silencio, en Zaragoza.
Exterior de la calle de Héroes del Silencio, en Zaragoza.
HERALDO

Los problemas por ruido y vandalismo han aumentado en plena pandemia y afectan ya hasta a un 17% de los hogares aragoneses, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos a 2020. Pese a tratarse de un año marcado por el confinamiento domiciliario, un 17,4% de las familias declaran sufrir afecciones por ruidos producidos por sus vecinos o del exterior. El dato representa un incremento de 5,8 puntos respecto a 2019, y para encontrar un porcentaje similar hay que irse a 2013.

Por su parte, las incidencias por delincuencia o vandalismo suben hasta el 11,2%, cuando en 2019 se limitaban al 6,5% de los hogares. Estos valores no se daban desde 2012 y 2013, cuando alcanzaron un 12,2%y un 15,2%, respectivamente. Tanto estos problemas como los relacionados con el ruido han ido a más en los últimos ejercicios.

Zaragoza es uno de los puntos que más quejas concentra, pero no el único. Desde el despacho R&M Legal, en Huesca, señalan que, ante problemas provocados por vecinos ruidosos, lo primero es «tratar de llegar a una solución por la vía amistosa». Si esto no funciona «hay que pasar a una siguiente fase», en la que es «muy recomendable» determinar el nivel exacto de decibelios. «En muchos casos, ni la presencia policial ni la imposición de una sanción logran que un vecino cese en sus actividades acústicas molestas y, por lo tanto, no queda más remedio que acudir al juzgado para resolver el problema», admiten. En cuanto a las sanciones, en municipios como Zaragoza pueden ir de los 150 a los 6.000 euros, según apuntan desde Comar Abogados. Recuerdan, en este sentido, que se puede actuar por la vía administrativa, por la civil y la penal, «la más compleja».

Antonio Pérez, portavoz de Stop Ruido Casco Histórico, confirma que los problemas «han empeorado» en el último año. «La gente le ha perdido el miedo al ruido, lo vive como algo normal, pero quienes lo sufren padecen a menudo estrés, lo que puede derivar en insomnio o afecciones cardiovasculares», recalca. El colectivo ha iniciado una recogida de firmas a través de internet contra la ampliación de terrazas. «No estamos en contra, pero queremos que se planifiquen con conocimiento. No pueden venir para quedarse, son una vía de contaminación medioambiental acústica e impiden el derecho fundamental del descanso de los vecinos», apuntan.

Aunque durante los primeros meses de pandemia vivieron «muy tranquilos», las quejas se han intensificado en puntos como la calle Mayor, la de San Jorge o la de Héroes del Silencio, llegando a producirse «incidencias graves» en los últimos meses. Especialmente, por el tardeo y la proliferación de terrazas en la vía pública.

Lo mismo ocurre con los problemas de vandalismo. En el entorno de la calle de Pignatelli siguen produciéndose «los mismos de siempre». «No han ido a más, pero tampoco hay una excesiva mejoría. Aunque desde el Ayuntamiento se están haciendo cosas, hasta que no se aborde todo desde un punto de vista integral, la suciedad y los problemas de infravivienda seguirán estando», lamenta Víctor Gené, vicepresidente de la asociación Calles Dignas.

Para sus integrantes, vivir en este punto de la ciudad es «un privilegio». Muchos llevan haciéndolo desde pequeños, y otros decidieron formar allí una familia. «Pero hay un incivismo, fruto de la dejadez de los consistorios desde hace muchos años, que hace que no siempre sea fácil. Queremos quitar esa imagen de gueto, pero si la gente, al pasear, lo que ve es suciedad y malos comportamientos, resulta complicado. Es la pescadilla que se muerde la cola», afirma Gené.

Así no se puede vivir, estamos presos dentro de nuestras casas

Los vecinos del entorno de Héroes del Silencio, en Zaragoza, aseguran sentirse «presos» dentro de sus propias viviendas debido al ruido que generan las decenas de personas que, «prácticamente a diario», se juntan en el exterior de una discoteca situada en esta misma calle.

Aunque no tienen quejas sobre la actividad que se desarrolla en el interior del local, lo que pasa fuera es otro cantar. «Muchas noches tiene que venir la Policía a disolver los grupos de hasta 60 chavales que salen a fumar y bailar sin mascarilla. Cuando cierra la discoteca se quedan, se ponen música con los móviles y siguen la fiesta de madrugada», dice Juan, uno de los residentes.

Los vecinos aseguran estar «hartos», y los hay que incluso están pensando en mudarse. El problema, según dicen, «ha ido a más». Hasta el pasado jueves, hasta un 50% de los locales de ocio nocturno permanecían cerrados por las restricciones sanitarias, lo que hacía que la afluencia se concentre en aquellos que siguen abiertos. Está por ver cómo afectarán los nuevos horarios a partir de ahora.

«Actúan con total impunidad. Cortan la calle y ni siquiera puedes sacar el coche en caso de emergencia. Así no se puede vivir», lamenta Juan. Este problema, comenta, viene ya de hace unos años. «En este tiempo no hemos estado de brazos cruzados. Hemos puesto denuncias ante la Policía Local y nos hemos puesto en contacto con partidos y con el Justicia, pero no vemos la solución. Estamos pensando incluso en tomar acciones legales», agrega.

Los vecinos han tomado incluso mediciones de los niveles de ruido, registrando más de 80 decibelios bien entrada la noche. «Con las restricciones, la fiesta, y por lo tanto los problemas, empiezan antes», insiste.

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