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Juan Herrero: "El planeta se tomó un respiro durante el confinamiento"

El profesor de Ecología reflexiona sobre las huellas de la pandemia coronavírica.

Juan Herrero, rodeado de helechos.
Juan Herrero, rodeado de helechos.
Heraldo

Un año y cuatro meses después del inicio del confinamiento pandémico, se pueden evaluar algunas huellas ecológicas de la covid. Las ausculta Juan Herrero, profesor del Área de Ecología en el Departamento de Ciencias Agrarias y del Medio Natural de la Escuela Politécnica Superior y de la Facultad de Veterinaria de Zaragoza.

¿Marzo de 2020 significó un antes y un después en nuestro planeta Tierra?

Comparándola con la pandemia de 1918, los niveles de globalización actuales son mucho mayores. A nivel científico, la reacción ha sido extraordinaria. En investigación, el esfuerzo ha sido mayúsculo. El gran fracaso ha sido la no vacunación de la población.

¿Ha dicho la no vacunación de la población…?

Sí. Porque no todos los países son como España o Europa. Hay países enteros en los que la vacuna es anecdótica.

La covid suspendió el tráfico aéreo, se ralentizó casi toda la actividad… ¿Respiró el planeta?

El planeta se tomó un respiro durante el confinamiento. Después, regresó la actividad industrial. Es obvio que se sigue contaminando, que se siguen emitiendo gases de efecto invernadero.

En las primeras semanas pandémicas, algunas especies abandonaron su hábitat, todo se alteró: patos por la calle, un cocodrilo en el Pisuerga…

No hay ninguna evidencia de que hubiera un cocodrilo en el río Pisuerga. No hubo ni evidencia fotográfica, ni de huellas, ni genética, ni de ningún tipo… Fue una visión de una persona. Probablemente, se tratara de una nutria, no de un cocodrilo.

Pero hubo animales por la calle...

Claro, al estar todos confinados, ocupamos menos el territorio. En Zaragoza, las aves acuáticas del río entraron en la ciudad y estaban mucho más cerca de lo habitual de nosotros. Esto también ocurrió con ungulados silvestres, con corzos, con jabalíes… Nosotros no estábamos ahí, no les molestábamos, y ellos invadieron territorios que en principio les eran ajenos. La vuelta a la normalidad hizo que este fenómeno fuera paulatinamente desapareciendo.

¿Con qué se queda del viraje covidiano?

Hay cambios que vienen para quedarse, sobre todo los mentales. Hay una mayor sensibilización ambiental. En los años 60, cuando se produjo la urbanización masiva de los países occidentales, hubo una urbanización física pero también mental, y disminuyó nuestra relación con el medio ambiente. Esta pérdida cultural, este distanciamiento de la naturaleza ha dado lugar tras el confinamiento a una necesidad de naturaleza, de ver, se sentir el medio natural.

Pocos territorios como Aragón para ver y sentir...

Con un rango altitudinal de más de 3.000 metros, la diversidad de Aragón es extraordinaria. Las zonas más bajas están por debajo de los 200 metros, y las más altas por encima de los 3.000. Pocas regiones europeas poseen esta diversidad de hábitats, luego de especies. El territorio ofrece una diversidad de sensaciones muy grande en recorridos relativamente pequeños.

Por ejemplo, hagamos un recorrido desde Zaragoza hasta Sallent de Gállego.

Variedad de todo tipo. En primer lugar, climática. Zaragoza es clima semidesértico. En Zaragoza no llueve lo suficiente para que pueda haber carrascas; hay pinos. Pero, en los alrededores de la ciudad de Huesca, ya hay bosques de carrascas. También hay quejigares en el Prepirineo. Más arriba, pino silvestre. Y un poquito más arriba, hayedos. Y después, pinar de pino negro. Es decir, en una hora y media de viaje, que es lo que cuesta llegar a Sallent, es como si fueras del sur del Mediterráneo al sur de Suecia, esa es la diversidad que nos ofrece el territorio. En términos de clima y de multitud de especies, estás en el sur de Suecia cuando estás en Sallent.

Antes y después de la covid, ¿qué tenemos que hacer con este tesoro llamado Aragón?

Admirarlo y conservarlo.

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