entrevista

Amador Plaza: "Me miraba al espejo y no veía a un enfermo de párkinson"

Amador Plaza Díez, presidente de la Asociación Párkinson Aragón (Madrid, 1956) tenía 35 años y era padre de tres niñas cuando le diagnosticaron párkinson, enfermedad de la que mañana es el día mundial.

Amador Plaza, presidente de la Asociación Párkinson Aragón.
Amador Plaza, presidente de la Asociación Párkinson Aragón.
Toni Galán

Retrocedemos 25 años: "Amador, tienes párkinson". ¿Qué le viene a la memoria?

Empecé con los síntomas cinco años antes. Así que cuando me dijeron lo que era casi fue un alivio, porque era algo conocido, dentro del desconocimiento de la enfermedad. No se me cayó el mundo encima.

¿Cómo se consigue esa actitud?

Hay que pensar en el futuro, en el futuro que es hoy, no mañana. Hay que procurar no mirar atrás y, sobre todo, no tener nostalgia. La vida te cambia las reglas del juego de repente y, si te niegas a aceptar las nuevas, te vas a estrellar. Aquí no triunfa el más listo, sino el que mejor se adapta. En esta enfermedad es hacer ejercicio y acudir a profesionales.

¿Qué le llevó al médico?

El brazo izquierdo. Había llevado a la chica en brazos y a eso achaqué que estuviera cansado y que hubiera un ligero temblor.

¿Cómo era su vida antes?

Trabajaba como administrativo en el Ayuntamiento de Zaragoza y acababa de nacer mi tercera hija. Mi vida consistía en atender a las chicas, ir a trabajar y poco más.

¿Reconoció pronto la enfermedad diagnosticada?

Me miraba al espejo y no veía a un enfermo de párkinson, yo era Amador y los del párkinson, los abuelos. Cuando viene el párkinson te obsesionas, te rebelas... Mi estado se fue complicando y ya no podía andar cuando quería, así que me operé ahora hace 10 años, esta década ha sido un regalo. Mientras tanto, aún tuve el valor de estudiar Derecho con mi mujer, algo que teníamos pendiente. Entre los dos hicimos un buen tándem y nos licenciamos.

Así que no le ha parado nada.

Tengo un nieto en Inglaterra y una nieta en Canarias y cuando se podía ir, íbamos. He pasado por los aeropuertos, un poco torpe, pero he pasado.

¿Ha sentido rechazo alguna vez?

No saben lo que te pasa y te miran raro, eso es un poco pesado. Al principio tenía mucho temblor y me sujetaba las manos con las piernas o con los brazos cruzados. Hay que aceptarlo. Ayer, hace 20 años, tenía una letra estupenda y ahora solo soy capaz de escribir con mayúsculas. Afortunadamente nací en una época con teclados.

Pero no todo son temblores...

Uy, síntomas de párkisnon hay todos los del mundo, como insomnio, somnolencia, conductas impulsivas... Hay que tener cuidado con las decisiones que toman los ‘parkinsonianos’... Por ejemplo, yo tuve un tiempo de compra compulsiva de auriculares.

El párkinson es como un tatuaje, para toda la vida.

Los médicos dicen que no se muere de párkinson, pero se muere con él. Pero creo que en la vida en general se muere cuando psicológicamente te importa dos duros lo que te queda aquí. La sociedad no ha avanzado mucho respecto al párkinson y no lo conoce demasiado. No es una enfermedad de viejos, también hay jóvenes.

¿Qué les diría a esas personas de 30 años que reciben este mismo diagnóstico?

Que se acerquen lo antes posible a un sitio con especialistas y más enfermos. Yo no quería venir a la asociación, que ahora cumple 25 años, porque pensaba que solo habría mayores y cuando entré me recibió Carmen, la anterior presidenta. Me llamó la atención que sonreía y que la gente no hablaba del tema, que estaba hasta las narices ya.

¿Cómo era un enfermo antes de la pandemia y en la actualidad?

Ahora está más paralizado, porque durante el confinamiento el párkinson ha campado a sus anchas. Es como una araña que teje su tela, una tela que se rompe con la mano fácil, pero que cuesta si la araña da muchas vueltas. Así que con el párkinson hay que romper ese hilo todos los días. El ejercicio y un buen neurólogo son clave.

'Resistiré' era un himno para la asociación desde hace años. ¡Fueron unos visionarios!

La canción se ha vuelto un poco pesada. Ahora, como decía Pablo, otro socio, es mejor 'Hoy puede ser un gran día', de Serrat. 

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