Por
  • Mariano Gállego

La importancia de la información en el maremágnum de la confusión

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Asistimos en el actual sistema de comunicación de masas a un bombardeo constante de información que nos llega a través de multitud de canales públicos y privados. La irrupción de los medios digitales personales en un ecosistema formado hasta hace poco casi exclusivamente por la prensa, la radio, la televisión o el cine y la interacción -caótica en demasiadas ocasiones- de las redes sociales han conformado un nuevo universo comunicativo en el que se entremezcla la información de calidad de aquellos medios con una consolidada reputación con aquella banal o interesada que fluye sin filtros profesionales ni cortapisas morales.

Muchos contenidos son vertidos sin ningún control y en demasiadas ocasiones carecen de una autoría reconocible a la que exigir, si corresponde, responsabilidades. En este maremágnum, el proceso de selección y cribado de aquello que es relevante se complica en exceso. Y ante tanta confusión, la audiencia responsable y crítica incrementa los niveles de exigencia, demandando más que nunca contenidos rigurosos y ciertos para saber separar el grano de la paja, la sustancia del artificio y la objetividad del sectarismo.

En este mar de confusión donde la información fluye entremezclada con ruidos, mentiras, rumores, malentendidos y no poca ocultación, el faro más luminoso va a seguir siendo el buen periodismo, el que aplica con honestidad los principios clásicos de veracidad, contraste, contextualización y análisis. No hemos inventado nada. Es el que desarrollan nuestros equipos de profesionales cuando valoran la importancia de cada noticia, examinan las posibles consecuencias, aseguran un seguimiento y una investigación de los hechos, vigilan la corrección y claridad de la exposición y el lenguaje y cuidan la presentación de las informaciones con criterios éticos y estéticos. Con su firma, el periodista no solamente se atribuye la autoría, al mismo tiempo se hace responsable de ella. Un medio serio expone públicamente cuáles son sus principios editoriales, distingue también muy claramente la opinión de la información y promueve el debate social sobre las cuestiones relevantes de interés colectivo.

El elevado grado de exigencia de nuestros lectores debe seguir orientando la labor periodística en estos nuevos y apasionantes tiempos, reforzando la apuesta por la profundidad y la fiabilidad y evitando cualquier tendencia al sensacionalismo. Sobre estos pilares se asienta la credibilidad y la reputación de un medio de comunicación responsable y con compromiso social. Es el rigor el que alimenta la confianza que diariamente deposita la audiencia en nuestras informaciones.

(*) Mariano Gállego Palacios es Redactor jefe de Organización y Cierre de HERALDO DE ARAGÓN

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