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El legado de Gregorio Azaña en Aragón

Una exposición en la Biblioteca Nacional revela cómo el hermano mayor del que fuera presidente de la II República presidió la Audiencia Territorial de Zaragoza de 1932 a 1934. Su hija donó a Aragón varios recuerdos del juez.

El retrato y la insignia de Gregorio Azaña, hermano del presidente de la II República, expuestos en el despacho del presiddnte del Tribunal Superior de Justicia de Aragón, Manuel Bellido.
El retrato y la insignia de Gregorio Azaña, hermano del presidente de la II República, expuestos en el despacho del presiddnte del Tribunal Superior de Justicia de Aragón, Manuel Bellido.
Oliver Duch

La Biblioteca Nacional de España inauguró el pasado 18 de diciembre la exposición dedicada a Manuel Azaña, presidente de la II República, al cumplirse los 80 años de su muerte. Esta muestra pretende repasar la vida del político –que falleció en Montauban (Francia), en el exilio, en noviembre de 1940–, por su dimensión «humana, intelectual y política». Uno de los aspectos en el que incide la exposición es en su familia, que se exilió en México. De ahí la presencia en el acto de su sobrina nieta María José Navarro Azaña

Hace un año, habría acudido la sobrina del político Enriqueta Azaña Molés, hija de su hermano mayor, Gregorio Azaña Díaz, pero falleció a los 94 años. Enriqueta donó al Gobierno de Aragón un retrato de su padre y una insignia con un escudo de su etapa como presidente de la Audiencia Territorial de Zaragoza (1932-1934), que ahora se pueden ver en el despacho del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA), Manuel Bellido, y un ejemplar de ‘La velada en Benicarló’, obra de su tío.

Bellido califica la donación como «entrañable» y «curiosa», ya que el TSJA no puede aceptar ningún regalo y la Consejería de Justicia tuvo que dictar una orden para poder aceptar la donación. Su directora general, María Ángeles Júlvez, acudió a la casa de Enriqueta en Madrid para recoger el legado, en una tarde inolvidable. Además, el presidente señala que el escudo que lucía Gregorio Azaña portaba también la corona del Rey, y que ahora se guarda en una vitrina, entre dos maceros y tres tinteros de plata con pluma, históricos, que ya no se utilizan.

Enriqueta contó que su padre fue «muy querido en Zaragoza y que dedicó todos sus esfuerzos a la Administración de Justicia», lo que la inclinó a donar esos símbolos que su padre recibió en los dos años que presidió la Audiencia. Entonces ya había fallecido su mujer y vivía con sus hijos en el edificio judicial del Coso. Gregorio Azaña llegó a desempeñar, accidentalmente, varias veces, «el cargo de gobernador civil de la provincia, mostrándose como un caballero y un hombre de bien». Gregorio y Manuel –tenían otros dos hermanos más pequeños– llevaron vidas paralelas en su formación. Ambos siguieron la estela de su abuelo y bisabuelo, que eran notarios, lo que les llevó a estudiar Derecho: Gregorio, en la Universidad Central de Madrid, y el político, Manuel, en el Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial, aunque, al final, se examinó por libre en la Universidad de Zaragoza.

Antonio Marchamalo, abogado de Alcalá de Henares, localidad natal de los Azaña, detalla que la ruina familiar –al fracasar los negocios de tejares y de jabón– se acentuó por la quiebra de la fábrica de electricidad que montó Gregorio en colaboración con Manuel, lo que les impulsó a estudiar oposiciones. Uno se hizo juez y el otro se doctoró con su tesis ‘La responsabilidad de las multitudes’. Así paliaron los problemas económicos familiares. Gregorio Azaña sacó judicaturas en 1910 y se fue a Alhama (Granada), donde falleció su mujer, e hizo un periplo por los juzgados de Baza, Almería, Alcoy, Valencia y Zaragoza. 

Tras morir en la capital aragonesa, sus restos fueron enterrados en Alcalá de Henares. Su hermano Manuel no pudo asistir al entierro porque estaba detenido en el destructor Sánchez Barcaiztegui, anclado en el puerto de Barcelona, acusado de participar en la revolución secesionista de Cataluña en octubre de 1934. En la exposición, una de las obras más destacadas es el manuscrito original de ‘Mi rebelión en Barcelona’, escrito por Manuel en 1935, en la que contó su cautiverio y rebatió las acusaciones que lo vincularon a la proclamación del ‘Estado catalán’ y a la revolución de Asturias.

La carta del político al hermano, que no leyó

En la crónica del 24 de noviembre de 1934, HERALDO DE ARAGÓN detalló que Gregorio Azaña, poco antes de morir, había recibido una carta de su hermano Manuel, con quien estaba muy unido. Carta que reconoció por su letra, pero no pudo llegar a leer. También se resaltó que el magistrado había destacado «en el ejercicio de su alta función» y que evidenció «su solida preparación científica y la rectitud de su conducta».

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