sanidad

Ocho sanitarios de La Jota atienden a mayores de 41 residencias desde marzo

El equipo Edore se desplaza a los centros del Sector Zaragoza I para cubrir los avisos urgentes por casos covid o distintas patologías todos los días de la semana.

El pasado 27 de marzo, en una de las peores semanas de las fases iniciales de la pandemia, comenzó a funcionar el Equipo de Atención Domiciliaria de Residencias (Edore) en el sector sanitario de Zaragoza I. Nació para dar respuesta a los centros de mayores, y también de personas discapacitadas, y ofrecerles una continuidad asistencial. 263 días después, desde el centro de salud de La Jota siguen atendiendo urgencias, tanto por covid-19 como por otras patologías, todos los días de la semana. Los ocho profesionales de este servicio cubren así las 41 residencias del área metropolitana y atienden a cerca de 3.500 usuarios de esta amplia área de la capital aragonesa, donde existen hasta 51 centros, incluyendo los de localidades cercanas.

El personal se reúne todas las mañanas para planificar la jornada y organizar cómo acudir a los avisos recibidos en los dos coches de los que disponen, entre las 8.00 y las 20.00, en turno de mañana y tarde. A primera hora, además, hacen el seguimiento de los resultados de las pruebas practicadas y gestionan las llamadas. El equipo Edore está compuesto por dos médicos de familia, Luis Miguel García y Yolanda Morte; cuatro enfermeros: Enrique Alegre, Juan Antonio Álvarez, Celia Buñuel y Raquel Jabal; un administrativo, Alberto Arguedas; e Isabel Sarmiento, uno de los médicos residentes que van rotando en esta unidad.

Edore nació en marzo de 2020 para dar respuesta a los centros de mayores y personas discapacitadas, así como para ofrecerles una continuidad asistencial. 263 días después, desde el centro de salud de La Jota, siguen atendiendo tanto avisos por covid-19 como de otras patologías todos los días de la semana
Heraldo

El teléfono móvil de Luis Miguel García, que es también el presidente de la Sociedad Aragonesa de Medicina de Familia y Comunitaria (Samfyc), no para de sonar. Recibe la información de los casos que deben ver y que se priorizan teniendo en cuenta la gravedad. El 061 Aragón se encarga del cribado masivo en residencias, aunque este equipo también realiza la toma de muestras en algunos casos. El pasado jueves por la mañana, de hecho, empezaron el turno acudiendo a uno de estos centros a hacer pruebas PCR.

Desde marzo, valora García, este servicio ha evolucionado: "Ahora tenemos más conocimiento y experiencia". Dos cualidades que también sirven, relata, para que los centros hayan aprendido cómo enfrentarse a la pandemia en esta tercera ola en la Comunidad y estén más protegidos: "Nos coordinamos con Salud Pública y Ciudadanía para generar planes de contingencia". Esto no evita, sin embargo, que el virus termine llegando a los geriátricos y sigan apareciendo brotes. "Aunque tomemos medidas –asegura–, la covid está ahí. Hay transmisión comunitaria y no podemos tener aislados eternamente a los mayores".

El radio de acción que cubren es muy amplio. Desde el ambulatorio de La Jota acuden a los avisos urgentes, bien sea por cuadros de deshidratación, infecciones o descompensación respiratoria, entre otras enfermedades, o por síntomas relacionados con la covid. Esta crisis sanitaria les obliga a extremar las medidas de protección y a todas las residencias acceden con el equipo completo:doble guante, bata impermeable, dos mascarillas –quirúrgica y ffp2– y pantalla facial. Se visten junto al vehículo y después desechan el material antes de acudir al próximo destino. En el escenario actual, valoran estos profesionales, se enfrentan a las secuelas que deja tras de sí el coronavirus en las personas mayores. El jueves acudieron a una residencia del Parque Goya para atender a una anciana y valorar su ingreso hospitalario y de ahí se desplazaron a otra del Actur para explorar a un usuario que había recibido el alta tras haber estado infectado.

Un "muro" en la comunicación

Isabel Sarmiento, médico residente de Medicina de Familia en el sector I de Zaragoza, reconoce que la comunicación con las personas mayores "es más difícil" por la barrera que supone el equipo de protección, con las mascarillas y pantallas faciales. A veces, cuenta, se hace complicado hacerse entender y empatizar con los pacientes, porque el epi "es como si fuera un muro", y todo se debe desarrollar de forma rápida. Según reconoce esta facultativa, "de cara al paciente anciano la verdad es que da mucha pena".

Cuando terminan la consulta domiciliaria en las residencias, tienen que retirar todo el equipo de protección y meterlo en una bolsa de basura, que se llevan en el coche, salvo las pantallas faciales, que desinfectan para volver a usarlas. Es una tarea exhaustiva, pero necesaria, cuentan, para evitar contagiarse del coronavirus. Enrique Alegre, enfermero, pertenece a este equipo desde abril: "Al principio estábamos más gente. En enfermería había dos grupos: uno se encargaba de los avisos y otro, de formación". Él, junto a otros compañeros, acudía a las residencias para orientar a los trabajadores sociosanitarios en esta crisis. Desde mayo, sin embargo, todos se ocupan de atender las urgencias del colectivo de mayores de residencias, la población más vulnerable ante esta pandemia: "Es duro pero vamos haciendo todo lo que se puede, y aprendiendo cada día".

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión