entrevista

Rosa Llorente: "Nuestra escuela es democrática en esencia"

Directora del CEIP Ramiro Soláns de Zaragoza, Rosa Llorente García (Palencia, 1963) atesora 20 años de docencia en un colegio que ha dejado de ser un centro marginal para transformarse en una escuela de éxito. Acaba de ingresar en la prestigiosa Red internacional de Escuelas Changemaker y ha recibido un premio nacional a la equidad de género.

Rosa Llorente, en la biblioteca escolar del CEIP Ramiro Soláns de Zaragoza
Rosa Llorente, en la biblioteca escolar del CEIP Ramiro Soláns de Zaragoza
Toni Galán

¿Cómo están viviendo esta ‘nueva normalidad’ en el colegio?

Bastante bien. Solo hemos cerrado un aula de 3 años.

¿El confinamiento fue duro?

Para niños en contextos de vulnerabilidad, la escuela es insustituible porque iguala desigualdades. Nuestro primer reto fue contactar con todas las familias para mantener el vínculo emocional y detectar necesidades acuciantes. Solo el 27% tenía un ordenador o tablet; para el resto, el móvil, compartido por familias numerosas, fue su herramienta de trabajo.

Y aún así, no paran de recibir premios. ¿Qué tiene el Ramiro?

Un equipo docente con pasión y compromiso, que ha hecho del centro su proyecto de vida y ha creado una escuela de confianza social, donde cada persona es valorada, cuidada y querida.

Acaban de integrarse en la Red mundial de Escuelas Changemaker de Ashoka. Solo hay dos en Aragón y 20 en toda España.

Ha sido un hito muy importante, después de un larguísimo recorrido desde 2002. Esta red internacional identifica y conecta escuelas que quieren construir un mundo mejor y una sociedad más justa y sostenible. Y, en esa construcción, los verdaderos protagonistas son el alumnado y las familias.

¿Cómo se transforma un centro marginal en una escuela de éxito?

Partíamos de un absentismo del 40%, problemas de convivencia y las familias no valoraban la escuela, lo que se traducía en un fracaso escolar del 95%. Esta realidad generaba frustración profesional y personal. Teníamos dos caminos: acomodarnos o cambiar esa realidad que no nos gustaba. Y hemos construido una escuela inclusiva, que se basa en el compromiso y participación de toda la comunidad educativa y en la innovación, bajo el paraguas de la formación del equipo docente desde la coherencia, teniendo muy claro dónde queremos llegar. Se trata de escuchar a todos y de llevar sus propuestas a la acción. Si solo escuchamos, dejarán de participar y la nuestra es una escuela democrática en esencia.

Y han integrado en la escuela a muchas familias vulnerables del barrio Oliver...

Les abrimos las puertas, preguntándoles qué podía ofrecerles la escuela que les fuera útil. Un grupo de madres de etnia gitana dijo: ‘queremos clases de costura’, luego se unieron otras mamás migrantes y así nació el proyecto de innovación social ‘Hilvana’. Hoy, se han incorporado al mundo laboral desde la escuela. El proyecto ha recibido el Premio Nacional a la Equidad de Género.

Han rebajado el absentismo del 40% a 5%. Sus alumnos son niños felices, motivados...

La escuela para ellos es un espacio de seguridad y felicidad, donde, además de ser felices, aprenden y se sienten valorados. Hemos cuidado mucho el vínculo afectivo. Nosotros vemos su fortalezas, no sus debilidades. A través de metodologías activas –aprendizajes cooperativo y servicio, trabajo en equipo...– son protagonistas de su propio aprendizaje; se divierten aprendiendo. Y eso hace que no quieran faltar al colegio.

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