relevo generacional

Una fotógrafa entre hortalizas ecológicas

Marta Pérez va a poner en marcha cuatro hectáreas, con 2.000 metros cuadrados de invernaderos.

Marta Pérez, en un puesto del mercado agroecológico. UAGA
Marta Pérez, en un puesto del mercado agroecológico.
Sheyla Arnaiz

Marta Pérez tiene 39 años y es una de las mujeres que ha conseguido este año que su acceso al sector agrario cuente con la ayuda a la incorporación de jóvenes (están abiertas a solicitantes de hasta 40 años) que concede el Gobierno de Aragón, en cofinanciación con los fondos europeos, en el marco del Plan de Desarrollo Rural de Aragón.

Con este apoyo, pero especialmente con su propia inversión, pondrá en marcha una explotación de cuatro hectáreas, con 2.000 metros cuadrados de invernaderos, para la producción de hortícolas en ecológico que comercializará en venta directa.

No procede de una familia de tradición agraria ni creció en un pequeño municipio. Pero, su padre, amante de la agricultura aunque se dedicaba a la mecánica en Zaragoza, tiene sus orígenes en Arándiga, una localidad de la comarca de Calatayud, a la que volvía con su familia siempre que podía y donde cuidaba de sus campos de olivos y almendros. "Como no tenía hijos nos llevaba a mi hermana y a mí a que le ayudáramos y a mí me encantaba", cuenta Marta.

A pesar de la grata experiencia infantil en el campo, cuando decidió encaminar su vida profesional no pensó en tractores ni tierras. Estudió imagen y sonido y sus primeros sueldos los ganó tras una cámara fotográfica "haciendo reportajes para comuniones y bodas", señala Marta.

Hace 17 años su vida familiar la encaminó a Tarazona y allí descubrió la agricultura ecológica, en un primer momento como consumidora y a través de una empresa que comercializaba a domicilio cestas de verdura. "Me interesaba mucho este tipo de producción así que comencé a formarme de manera autodidacta y a través de cursos", explica. Uno de esos cursos permitía la realización de prácticas, que Marta hizo precisamente en la finca del productor que le servía a domicilio las hortalizas ecológicas. Allí ha trabajado durante seis años, en los que no solo ha aprendido sobre esta práctica agrícola y sobre los canales de comercialización, sino también en la que ha podido conciliar e incluso despertar el gusanillo por la agricultura de sus pequeños de 9 y 12 años.

Pero ahora quiere caminar por el sector "en solitario". Llevaba un tiempo que sentía la inquietud de tener su propia explotación, "de hacer las cosas a mi manera y en mis propios cultivos".

Y se lanzó a la aventura de convertirse en una empresaria agrícola. Buscó tierras -finalmente las ha alquilado- y tuvo claro que el mercado que le gustaba para sus productos era el de la venta directa, un canal que conoce sobradamente por su experiencia en el mercado agroecológico de Zaragoza. Presentó su proyecto a la convocatoria de ayudas publicada el pasado año y su plan empresarial ha conseguido la aprobación, lo que le permitirá contar con un apoyo público que ronda los 40.000 euros.

Marta habla de la agricultura con pasión. "Me di cuenta de que la profesión de fotógrafa no me llenaba, me faltaba algo, y con el campo lo he encontrado", detalla. Y destaca con orgullo que su padre "está encantado" con su decisión. "A él le hubiera gustado dedicarse de pleno al campo pero no pudo ser. Ahora incluso se ha puesto una huerta y es él el que me consulta a mí como tiene que hacer las cosas", explica.

Pero reconoce también que el camino no ha sido precisamente fácil. "Incorporarte de cero, sin tierras, sin maquinaria... es complicado", destaca Marta, que reconoce que lo habitual es que los jóvenes que llegan al campo lo hagan desde las explotaciones de su familia a las que se incorporan o que heredan.

Esta agricultura insiste en que los trámites burocráticos para acceder a las ayudas suelen ser demasiado farragosos. Recuerda además que, tal como establecen las bases de la convocatoria, si se quiere disponer de la ayuda no se puede comenzar la inversión hasta que el proyecto no cuente con la aprobación definitiva. Y este año este requisito ha sumado un inconveniente, ya que debido a la paralización de la actividad que supuso el confinamiento para frenar la expansión del coronovirus "todo se ha retrasado mucho".

A ello se suma, detalla Marta Pérez, que aunque esta línea de ayudas supone un acicate para la inversión, el dinero va llegando cuando se van presentando las certificaciones de los trabajos realizados y eso supone "adelantar el dinero y buscar una financiación que no siempre se encuentra tan fácilmente".

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