Por
  • C. Peribáñez

Esenciales

esenciales
Pilar Monzalvo y Gemma Redolar, en el centro de salud de Báguena.
Laura Uranga

"No, no quiero ponerme a pensar ahora. Tiempo habrá para asimilarlo. Ahora estoy en ‘shock’ y prefiero seguir tranquilo con mi conmoción". Luis, el quiosquero de mi barrio, es un hombre sabio. Sin darse importancia, en el peor momento de la pandemia, me regaló algunas de las claves para tirar adelante. "Flaco favor haríamos si echáramos ahora el cierre –decía–. Continuar con las rutinas es lo que estamos obligados a hacer por todos los que sufren en los hospitales. Podemos frenar en seco, pero no podemos cerrar la vida".

Luis no es Paulo Coelho, aunque detrás del ‘Hola’ y la ‘Muy interesante’ tiene a la venta algunas de sus novelas. Tampoco es Jorge Bucay porque sus frases –podría dar fe de exabruptos varios– no son siempre tan redondas. Luis es un tipo que, incluso con miedo y consciente de que todo se estaba poniendo del revés, reaccionó con alma y sin heroicidades. Hizo lo que se esperaba de él y, de paso, compartió su ‘conmoción’ y a mí ese gesto me hizo sentirme menos solo. De eso se trataba entonces. Entonces y ahora.

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