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  • Esperanza Pamplona

El pulso entre ciencia y política

Las terrazas de Zaragoza este martes.
Las terrazas de Zaragoza este martes.
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He de reconocer que me ha costado entender eso de me puedo ir a tomar una caña a Tarazona y sentarme en una terraza pero no pasear por su casco urbano. Y que sin embargo, si uno quiere hacer bici o caminar no se puede salir del municipio donde viva, salvo que se vaya con la bici a tomar un café. También me cuesta asimilar cómo ir de tiendas sin pasear porque cuando puedo pasear se han cerrado las tiendas. Por no hablar de los variopintos protocolos que te encuentras en los distintos establecimientos, ya sean comercios o terrazas, y que cada uno aplica como dios le dio a entender. El público se doblega mansamente confiando en que el otro sepa lo que hace.

Y está el barullo de los niños y los colegios. Hace unos días Aragón se venía arriba y decía que estudiaba que el 25 de mayo las aulas se abrirían no solo para los menores de hasta 6 años, sino hasta los 12. En el País Vasco todos iban a volver a clase este próximo lunes con normalidad hasta que han tenido que recular. A día de hoy el Gobierno de Aragón dice que sus aulas no se abrirán para ningún niño. Pero lo que haga el resto de los centros queda a criterio de sus titulares. Mientras, la ministra afirma que lo de volver a clase o no es voluntario. ¿Pero no nos regíamos por criterios sanitarios?

Supongo que es como lo de los aviones, las separaciones, solo a la hora de embarcar, una vez dentro no hay límites porque no les salen las cuentas a las aerolíneas. O lo de “manifestarse un ratito por las tardes en su propia calle” que esgrime Ayuso sobre las protestas de los vecinos de la milla de oro de Madrid -que serán ricos, cayetanos e inconscientes pero tampoco está bien que un vicepresidente del Gobierno se burle cuando anuncia que gravará los patrimonios-.

Por no hablar de la trápala con las mascarillas: hemos pasado de desaconsejarlas a exigir su uso en algunos ámbitos.

Lo cierto es que es complicado confiar en lo que dicen nuestras autoridades cuando las incoherencias se suceden. El pulso entre ciencia y política ha sido históricamente un desastre. Mejor no repitamos errores.

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