Los pueblos reconquistan la calle

La ‘nueva normalidad’ se vive con prudencia en los pequeños municipios. Los alcaldes piden no tener prisa ahora que se permite el regreso a las segundas residencias dentro de la misma provincia.

La gente de los pequeños municipios ha vuelto a la normalidad sin límites horarios.
La gente de los pequeños municipios ha vuelto a la normalidad sin límites horarios.
Rafael Gobantes / Macipe

Sin prisas y con prudencia, pero la ‘nueva normalidad’ debe empezar desde lo rural a lo urbano. Esta es la propuesta de las localidades más pequeñas, que desde el 2 de mayo ya disfrutan de un primer ‘privilegio’: pasear o hacer deporte sin franjas horarias. Aquí no se ven aglomeraciones en las zonas verdes o los carriles bici: son pocos y tienen cerca el monte. Aragón entrará el próximo lunes en la fase 1 y espera beneficios para el medio rural, para los 313.246 habitantes de los 706 municipios de menos de 5.000 habitantes (el 23% de la población de la Comunidad). El resto, 1.006.045, se concentran en 25 ciudades.

"En los pueblos es muy fácil que la población se organice, que no haya concentraciones, y en general el nivel de cumplimiento es alto. La desescalada resulta más sencilla, se va a hacer con mucha tranquilidad", asegura Luis Zubieta, presidente de la Federación Aragonesa de Municipios y Provincias, partidario de "empezar a normalizar ya la vida social y económica".

Una de las cuestiones que más preocupa, sobre todo en los valles del Pirineo, es la ocupación de las segundas residencia. En principio habrá que esperar al mes de junio para viajar entre unas provincias y otras, dependiendo también de si están en el mismo nivel de desescalada, pero la libertad de circulación por el interior de las provincias que entran en la fase 1 del plan sí permite a partir de mañana mismo los desplazamientos a la casa del pueblo o al apartamento de la montaña, al igual que a hoteles y alojamientos turísticos. El Gobierno indicó inicialmente que se prohibía, pero el presidente Pedro Sánchez rectificó. Y ante las dudas por estas dos versiones contradictorias, el Ejecutivo aclaró que el asunto se evaluó nuevamente y el Ministerio de Sanidad confirmó que sí será posible.

En todo caso, al tratarse de movimientos dentro de la misma provincia, la ocupación de las segundas residencias será muy limitada. "La gente tiene muchas ganas de venir, pero hay que esperar. Por mes y medio más no pasa nada. Todavía no es el momento", advierte Fernando Sánchez, alcalde de Canfranc, donde hay un millar de viviendas de este tipo. Él hace un llamamiento a los visitantes para respetar al mundo rural. "Que no vengan de las zonas con más casos a las que tenemos más gente envejecida. Pedimos solidaridad y comprensión". A su juicio, la desescalada debe ser prudente y respetar los tiempos que está manejando el Gobierno central, para "por lo menos hasta mediados de junio no abrirse a otras provincias".

"Como la desescalada será por territorios, no llegarán todos a la vez", aclara Ignacio Abadías, alcalde de Benasque, un municipio con más de 2.000 segundos domicilios y 1.800 plazas de apartamentos turísticos. Muchos de los visitantes proceden de Madrid y Cataluña, que no han superado la fase 0. De momento, los vecinos disfrutan solos de la amplitud de espacios, "porque en cuanto sales 150 metros del centro del pueblo ya estás en el monte".

El municipio con el mayor parque inmobiliario de este tipo es Villanúa (2.300). "Hay que esperar a que se cumpla el calendario, lo que garantizará que cuando vengan haya menos posibilidades de contagio. Es necesario un último esfuerzo, aguantar un poco más. Necesitamos ese movimiento entre provincias para que venga la gente al Pirineo, pero no es necesario correr". El alcalde, Luis Terrén, baraja el 25 de junio como fecha para la apertura de los negocios turísticos municipales, las cuevas y el parque de aventura.

La gente ansía sumergirse en la naturaleza, salir de la urbe. El primer fin de semana se espera una avalancha. De ahí el llamamiento a la prudencia. "Ha llovido tanto en abril que el Pirineo está hecho una maravilla", dice Terrén, quien espera un verano ciertamente distinto, pero con unos mínimos para garantizar la supervivencia de los negocios. Mañana abrirán algunos locales, eso sí, de momento para los de casa.

Un toque de atención

Estos y otros pueblos de Aragón han dejado de ser lugares fantasma esta semana para ir reconquistando la calle. No obstante, no es lo mismo uno de 50 habitantes que uno más cerca de los 5.000, como Sariñena. Si el alcalde de Milán abroncó a sus ciudadanos por salir en masa a tomar el aperitivo, ese ayuntamiento de los Monegros dio un toque de atención a sus vecinos el primer día de desconfinamiento porque no cumplían con las medidas de distanciamiento. Se vivieron momentos "caóticos" e incluso pidió ayuda a las fuerzas de seguridad. "No podemos ir toda la familia a comprar. El comportamiento en las tiendas debe ser el mismo", advirtió en sus redes sociales. "Es cuestión de esperar, de ir poco a poco", reitera su alcalde, Juan Escalzo. "En Sariñena hemos vivido la epidemia muy de cerca con la residencia. No queremos ni pensar en un rebrote", dice.

En otra localidad especialmente azotada por el virus, Biescas, con la tasa más elevada de contagios de Aragón, la prudencia marca las primeras salidas, "con guantes y mascarilla". Su alcaldesa, Nuria Pargada, no cree que "haya que tener más cuidado que en otros sitios", ni le hubiera parecido justa una desescalada diferente, porque, pensando en el número de afectados, incluso habría menos posibilidad de expansión del virus. "Tener más contagios no significa que hayamos pecado de imprudentes". Aludiendo a los estudios de movilidad, recuerda que Biescas es uno de los sitios donde más se ha respetado el confinamiento.

En localidades del Pirineo como esta, ya se han podido recuperar las salidas a la montaña, una prerrogativa exclusiva de los vecinos, al menos hasta el lunes, cuando el inicio de la fase 1 ya permita los desplazamientos dentro de la misma provincia. De momento, en la última semana, los pueblos de las tres provincias han recuperado la vida en la calle.  

Así se ha vivido la desescalada en pueblos de las tres provincias 

Reportaje Sodeto / 7-5-2020/ Foto Rafael Gobantes [[[FOTOGRAFOS]]]
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"Lo que más echamos en falta es el contacto social en el bar"

En Sodeto, un pueblo de Monegros de apenas 200 habitantes, ya no se aplaude desde ventanas y balcones. A partir del 2 de mayo, los vecinos, a las 20.00 en punto, ya bajaron a la plaza para mostrar su solidaridad con los sanitarios. Aquí se ven, aunque tengan que permanecer a unos metros de distancia. Es uno de los cambios en su vida social desde que hace una semana comenzó el desconfinamiento.
​No hay horarios para salir a la calle, cosa que agradecen. "Sodeto parecía un pueblo fantasma. Ahora, por lo menos, manteniendo las distancias, nos podemos ver en la plaza», cuenta Rosa Pons a 2 metros de su vecina, Virginia Rivas. Ellas, como casi todos los habitantes de esta localidad de los Monegros, disponen de amplios patios, jardines y corrales, por eso han notado menos la diferencia cuando se levantó la prohibición del paseo.
​Virginia y Rosa ven jugar a sus nietas, Paula y Elia (en la foto), mientras esperan delante de la furgoneta de Miguel Berdún, el panadero de Alcubierre que periódicamente se desplaza por la zona para hacer el reparto. "Lo que más echamos en falta es el contacto social en el bar. Todos los días a las 11 íbamos a tomar un café", comenta Virginia. Podrían hacerlo desde la próxima semana, en la amplia terraza del local de Sodeto, pero el anterior concesionario del servicio ya no está y tendrán que esperar al nuevo.
El local de la asociación de amas de casa, famoso por repartir el Gordo de la Lotería en el año 2011, es un punto neurálgico. Cerró con motivo del estado de alarma, pero aquí ya se ha empezado a notar la desescalada: el martes abrió el servicio de lavandería, muy demandado, y confían en que pronto pueda seguir el gimnasio y se retomen las actividades para los mayores y las sesiones del coro.
"El presidente Lambán tiene razón cuando dice que se debe tener en cuenta primero a las zonas rurales, por sus singularidades", comenta Rosa, aunque entiende la dificultad de hacer decretos a la carta. "Somos pocos y aunque nos den permiso para salir todo el día no se producen aglomeraciones. ¿Qué problema puede haber en un pueblo como Sodeto?". Asegura que el confinamiento se ha respetado. "La gente incluso tenía las persianas bajadas, como si por ellas se fuera a colar el virus. Había miedo".
​Miguel Berdún, el panadero, también es partidario de avanzar la desescalada en los pueblos, "donde corre más el aire". "Hay que empezar a abrir los negocios. Un pueblo sin bares no es nada, sobre todo en verano: cenas, meriendas, aperitivos el domingo...".
​En el otro extremo de la plaza Victoria Gayán compra en la única tienda. Están solo ella y el tendero, Alfredo Azón. "Podemos salir a la hora que queremos, pero las distancias la guardamos. ¡Como somos pocos!", coinciden.

Lucas Ortiz, vecino de Alcalá de la Selva, practica senderismo por la ribera del río.
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"Somos pocos vecinos, deberían habernos dejado salir antes"

Lucas Ortiz (en la foto), 20 años, estudiante de Derecho y Ciencias Políticas y vecino de Alcalá de la Selva –350 habitantes– defiende que en su pueblo la vuelta a la normalidad pudo iniciarse mucho antes. "Es raro encontrar en la calle a más de dos vecinos en un día normal, no hay aglomeraciones nunca", subraya. Este joven dice no entender por qué la gente no ha podido salir al monte, ir al huerto o pasear por el río, "si aquí el problema es la falta de población". 
Lucas cree que en Alcalá de la Selva, donde la covid-19 no ha tenido incidencia, hace días que debieran estar permitidas las reuniones de al menos 10 personas. "Disfruto mucho de la naturaleza, que tras las abundantes lluvias está exuberante, pero echo de menos estar con mis amigos sin una pantalla de ordenador de por medio", afirma.

Ibáñez contempla el tono amarillento de los planteros.
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"Nos hemos arriesgado más yendo a comprar que al huerto"

Habas despuntadas a destiempo, matas de bisalto atadas a la fuerza, lomos recién abiertos… Este era parte del balance que dejan más de 40 días de confinamiento en el huerto de Abilio Ibáñez, vecino de Paracuellos de la Ribera, en la comarca Comunidad de Calatayud. "Empezar ahora no va a ser igual, porque de normal le das vueltas, echas fiemo y plantas. Ahora es preparar corriendo y sembrar. No sale igual una comida hecha en un cuarto de hora que si estás toda la mañana".
​A eso se suma, que esta zona "es muy temprana". El año pasado a "3 de abril puse tomate injertado y en junio ya los cogía, pequeños, pero ya tenía". Sin embargo, ahora reconoce que "necesitan dos meses y los planteros no están igual, porque los han tenido que conservar más de lo normal", dice mirando su color amarillento.
​Una vez que la orden ya daba permiso oficial para ir a los hortales, Abilio se acercó a Calatayud para comprar todo lo que necesitaba. "Compré pimientos, berenjena, tomates, pepino y calabaza", enumera mientras los saca en bolsas del maletero.
​Para él, uno de los mayores problemas de que no se contemplara la posibilidad de ir a sus fincas de autoconsumo es que ha tenido que salir a comprar fuera del pueblo. "Nos hemos arriesgado más a contaminar a otros o a que nos contaminen teniendo que comprar fuera verduras que si hubiera podido venir aquí".
​En otro punto de la comarca, en Valtorres, con apenas 61 vecinos censados, Marta Fernández, vallisoletana asentada en la localidad y profesora en la Escuela de Idiomas de la cercana Calatayud, remarca que "lo hemos vivido de otra forma que en las zonas urbanas y por eso tendrían que estudiarlo bien y tener un gesto con el medio rural".
​En su caso, suele desplazarse a tierras castellanas para ver a sus padres, cosa que no ha podido hacer en todo este tiempo: "Es lo más duro de todo y no saber cuándo podré cambiar de provincia…", se plantea resignada. Asimismo, recuerda que dentro de la localidad, "aunque no nos viésemos, creo que hemos estado más pendientes de nuestros vecinos, llamándonos y preocupándonos". "Cuando hemos salido, cumpliendo las normas, es muy difícil que te cruces con nadie", insiste.
​Por su parte, en su labor docente de forma telemática por las circunstancias, recuerda que "en las zonas rurales creo que nos enfrentábamos a un reto mayor: las comunicaciones. Y creo que lo hemos superado con nota a pesar de los fallos de cobertura móvil o de internet".

Teruel
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"El confinamiento en pueblos pequeños no era necesario"

Para Lucía Grau, el confinamiento en una población como la suya, Tronchón, de 70 habitantes, "no era necesario". A su juicio, la Administración debió tener en cuenta la falta de servicios y el aislamiento que padecen ya las pequeñas localidades para, al menos, permitir a los vecinos el beneficio de la libertad. «Hasta que se permita viajar entre provincias, aquí solo vienen el cartero y el médico y no hay más establecimiento abierto que la tienda de alimentación», explica. "No hay riesgo".
​Lucía celebra que Tronchón haya recuperado "la vida" en los últimos días. "Antes no se veía a nadie por la calle, ahora todos vamos a un mirador desde el que se divisa un paisaje precioso y podemos saludarnos, aunque sea guardando la distancia", dice. 

Teruel
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"El temor no debe apoderarse de nosotros"

Pepe Delgado, profesor de inglés en un instituto de Calamocha -4.500 vecinos-, se muestra contento de poder salir a la calle sin estar sujeto a franjas horarias. Advierte, no obstante, de que la progresiva recuperación del trasiego de gente generará un temor a contagios, especialmente en los núcleos más grandes y con más turismo, con el que habrá que aprender a convivir. «El temor no debe apoderarse de nosotros. No podemos convertirnos en policías de balcón», destaca.
​Delgado subraya el "respeto" que el coronavirus infunde entre los vecinos, quienes, por lo general, observan todas y cada una de las medidas de prevención impuestas o recomendadas desde las administraciones. "Nos saludamos de lejos, no nos estrechamos la mano y la mayoría llevamos mascarilla; cuando coincidimos dos personas en una acera estrecha, uno baja de ella", destaca. En su caso, echa de menos poder salir al bar a tomar un café, como hacía de costumbre, si bien disponer de un corral con animales le ha ayudado a sobrellevar el confinamiento hasta ahora "con menos agobio".
En su opinión, si bien los municipios recuperan poco a poco la normalidad, esta no será completa "hasta que se encuentre una vacuna contra la covid-19". Estima que la desescalada en el medio rural debería haberse hecho "más ajustada" a las condiciones particulares de estos territorios, pues muchos propietarios de huertos apenas han llegado a tiempo de sembrar debido a la prohibición de atender estas parcelas. Relata que muchas familias tienen ahora una economía complicada en la que los productos hortofrutícolas que ellas mismas cultivan tienen un papel importante de cara a su autoabastecimiento.
​Añade que, en aras a evitar contagios, en España se ha aplicado un confinamiento muy estricto que en otros países europeos no se ha dado.

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