"Tenemos que creer en nuestro territorio porque merece la pena"

Un auténtico flechazo. De esta manera puede resumirse la relación que siempre ha mantenido la zaragozana Carmen Olague con la localidad turolense de Montoro de Mezquita. Una historia que arrancó cuando ella era muy pequeña y sus padres, que no tenían vínculos con el municipio, iban de vez en cuando para llevar a un vecino suyo, originario de este bello rincón del Maestrazgo turolense, que no tenía carné de conducir.

Durante años, Carmen iba al pueblo tres o cuatro veces al año y siempre tenía claro que su sueño era vivir allí, algo que consiguió hacer realidad en el año 1993 cuando un revés laboral le hizo replantearse la vida. "Cuando yo llegué al pueblo no había ni luz, ni teléfono fijo ni móvil, pero tenía claro que este era mi sitio. Desde hace algunos años ya contamos con estos servicios básicos, pero seguimos luchando todos los días para tener el pueblo arreglado porque todavía quedan calles si pavimentar", indica.

Movida por el impulso de mantener con vida esta localidad, Carmen puso en marcha en el año 1999 su primera vivienda rural, conocida como La Casa del Obrador y que se asienta sobre el taller del último ceramista del pueblo. Años después, en 2008, abrió las puertas de su segunda vivienda, Valloré del Maestrazgo.

Fue este carácter emprendedor el que la llevó a apuntarse a unos cursos organizados por la Asociación para el Desarrollo del Maestrazgo (Adema), y que formaban parte del proyecto ‘Laponias Conectadas’, en el que también estaban implicados la oenegé Cives Mundi, el espacio soriano de ‘coworking’ El Hueco y la Universidad de Ciencias Aplicadas de Laponia.

Al finalizar el curso, los participantes presentaban su proyecto y los ganadores tenían la oportunidad de conocer de primera mano el día a día en Laponia. "Yo fui una de las ganadoras y la experiencia fue buenísima, ya que comprobamos el importante papel que juegan las administraciones para mantener con vida los pueblos. En estas zonas apuestan por el espíritu emprendedor y prueba de ello es que hay internet en cualquier punto del país, por muy perdido que esté, mientras que nosotros, en Montoro, hemos llegado a estar 28 días sin cobertura de telefonía móvil. Además, en Laponia les dan a las familias 800 euros por cada hijo hasta que cumplen los 16 años, con el fin de fomentar la natalidad, algo que choca con la realidad española", matiza.

En su caso, su hijo Andrés fue el primer niño que nació en Montoro "después de 28 años sin nacimientos", apunta con añoranza mientras recuerda que el pequeño se convirtió en el juguete de todos los vecinos mayores del pueblo.

Mermelada de rosas

El proyecto de Carmen consiste en hacer mermeladas de pétalos de rosa y licores artesanales con los árboles frutales autóctonos de Montoro, que son mucho menos productivos que las variedades actuales. Un proyecto que cuenta con el apoyo de Adema dentro de la plataforma ‘Custodia del Territorio’, con la que se comprometen a mantener el material genético de estos frutales para conservarlos y que no desaparezcan.

Carmen está inmersa en la fase de solicitud de permisos para arrancar con la actividad, y mientras esto ocurre elabora mermeladas que luego regala a los clientes de sus casas rurales.

"Es un proyecto laborioso, pero yo no me rindo y mi sueño es que todo el valle de Montoro, o cualquier pueblo del Maestrazgo, cuente con plantaciones de rosales, como ocurre con el espliego en la Provenza francesa", indica.

Carmen insiste en que "es muy importante creer en nuestros sueños y en nuestro territorio porque merece la pena. Es hora de dejar a un lado el victimismo que ha acompañado a algunas personas del medio rural, que creen que en el pueblo no hay futuro para su hijos. Yo creo que sí lo hay y es necesario luchar para conseguirlo".