Heraldo del Campo

ganadería

Pactos para unir lo que las montañas separan

Desde hace más de 600 años el uso de los pastos en ambos lados del Pirineo se ha regulado por medio de acuerdos entre ganaderos españoles y franceses. Algunos, denominados facerías, siguen en vigor y aseguran la pervivencia de la ganadería extensiva.

Paso de las reses por el ibón de Bernatuara entre el valle de Broto, en Huesca, y el de Barèges, en Francia.
Paso de las reses por el ibón de Bernatuara entre el valle de Broto, en Huesca, y el de Barèges, en Francia.
Enrique Satué

Desde el año 1376, con solo dos excepciones por motivo de sendos conflictos bélicos en 1797 y durante la Segunda Guerra Mundial, cada 13 de julio, se celebra en la denominada piedra de San Martín, un lugar fronterizo entre los valles de Roncal (Navarra) y de Baretous (Francia), el Tributo de las Tres Vacas. En este acto, los pastores franceses entregan tres vacas a los pastores españoles como compensación al largo conflicto que habían mantenido con motivo del uso de ciertos pastos. La sentencia, tras varios intentos fallidos, la dictaron "seis hombres buenos de Ansó", con su alcalde a la cabeza, en un laudo que se celebró en 1375 en la iglesia de San Pedro de la localidad oscense.

Este hecho es, además del más conocido, el más elocuente de la manera en la que se gestionaban y se gestionan, en algunos pocos casos, este tipo de conflictos entre valles y evoca la existencia de pactos que regían de uso de pastos en zonas fronterizas del Pirineo, unos acuerdos denominados facerías. Los más antiguos se remontan al siglo XIV, como el que rigió entre los valles de Tena y Ossau, actualmente sin uso, que data de 1328 o el establecida entre el quiñón de Panticosa que incluía a Panticosa, El Pueyo de Jaca y Hoz de Jaca por parte aragonesa y al valle francés de Saint-Savin, que se firmó en 1314.

El origen del término ‘facería’ no está del todo claro, si bien son dos las principales explicaciones de los expertos. Una de las teorías mantiene que este vocablo viene de la palabra ‘paz, paix o patz’, mientras que otros estudios atribuyen su origen al término ‘paisson’, es decir, pasto. Probablemente, las dos se complementen, puesto que las facerías eran acuerdos internacionales de uso de pastos que, en muchos casos, servían para mantener la paz en unas zonas en las que la ganadería ha sido y es la principal actividad de subsistencia, por lo que asegurar su continuidad y un buen uso de los pastos significaba asegurar la paz y viceversa. No obstante, estos acuerdos trascendían el uso de los pastos y regulaban otros aspectos como los derechos de paso, del uso de las aguas o de la explotación de la madera.

Se trata de unos acuerdos que defienden y reivindican una actividad como la ganadería extensiva y cuyo orden emanaba de las propias casas. Es decir, daban a las explotaciones familiares la capacidad de participación en la elaboración de los tratados.

¿Cómo se verificaba su validez y el cumplimiento? Los delegados de ambas caras de los valles firmantes ratificaban los documentos, que se redactaban en los dos idiomas y eran autentificados por notarios también de los dos lados. Además, cada lado del valle designaba a un denominado ‘agente facero’ cuyas funciones eran supervisar la ejecución del tratado, atender a la proclamación de paz perpetua, fijar los límites del término facero y determinar cada disfrute, establecer sanciones a quienes incumplieran los términos de los acuerdos así como las penas a los ladrones de ganado o asegurar la libre circulación de los habitantes de cada valle y garantizar la protección de los hospicios y hospitales localizados en los valles.

La extensión de los Pirineos, el aislamiento de los valles y el propio paso de los siglos han determinado que los acuerdos faceros establecidos sean prácticamente exclusivos y diferentes. Un trabajo llevado a cabo por varios profesores de Derecho de la Universidad Pública de Navarra, encabezados por María Razquin, analiza estas peculiaridades que atañen a aspectos como la propiedad del terreno. Así, los terrenos pueden ser propios de un país, que permite que los ganados del otro país pasten en ellos; puede existir la propiedad común, un sistema que rige en una de las facerías más activas, la de Broto-Barèges, que compartes 7.000 hectáreas de propiedad indivisa, o bien, existe la posibilidad de poseer terrenos en propiedad fuera de su territorio, como es el caso de Panticosa, que es propietaria de la montaña francesa de Jarret.

En algunas facerías se recoge la posibilidad de un acuerdo económico. En caso de existir, lo más habitual era una subasta de los terrenos. En otros casos, se produce el pago de un canon, económico o en especie como ejemplifica el Tributo de las Tres Vacas. Otros acuerdos contemplan el pago de una indemnización. También regulan estos acuerdos asuntos tan relevantes como la temporalidad, es decir, el momento en el que se pueden producir los pasos de ganado.

Pero estos acuerdos, contemplaban además otros aspectos al margen de la actividad ganadera. Algunos antiguos tratados, por ejemplo, los firmados en épocas de conflictos como durante la Guerra de los Cien Años recogían el compromiso de defenderse mutuamente e incluso de avisar de concentración de tropas. Era una manera de garantizar la supervivencia de la actividad ganadera de ambas comunidades.

Tres etapas

La historia de los acuerdos faceros puede dividirse en tres períodos definidos. El primero de ellos abarca desde el siglo XIV hasta finales del siglo XV. Es a partir del siglo XIV cuando se empiezan a plasmar por escrito lo que eran acuerdos orales hasta la época.

El segundo período histórico abarca desde finales del siglo XV hasta el segundo tercio del siglo XIX. Es en este momento cuando se firman los tratados más trascendentales para los valles aragoneses, los Tratados d’Arrem. El primero de ellos, redactado en occitano y aranés, que data de 1513, se firmó entre los valles de Bielsa, Gistaín, Benasque, Ribagorza, Barrabés, Arán, Pallars, Vilamur y la Cuenca de Orcau y los valles franceses de Aure, Nestes, Louron, Larboust, Oueil, Louchon Frontignes, Saint-Béat, Aspet, Castillonnais y Couserans. Es decir, afectaba al Pirineo oriental.

Un año más tarde se firmaba el segundo acuerdo, concerniente a los Pirineos Centrales Occidentales (los valles bearneses de Ossau, Aspe y Barétous, y los aragoneses de Tena, Canfranc, Villanúa, Aragüés, Hecho y Ansó).

Su importancia radica en que estos acuerdos sirvieron de referente para tratados posteriores.

El tercer período abarca desde el segundo tercio del siglo XIX hasta nuestros días. En este tiempo se llevó a cabo la delimitación precisa y definitiva de los terrenos franceses y españoles, una delimitación que, en su mayor parte, permanece vigente. Se logró gracias a los Tratados de Bayona que se firmaron entre 1856 y 1868. Aunque estos pactos perseguían determinar la frontera entre España y Francia, detrás de ellos subyacían los intereses locales de disfrute de los pastos, que quedaron recogidos también en estos acuerdos.

Broto-Barèges, vigente y viva

El estudio de la Universidad Pública de Navarra ha identificado once facerías que conciernen a valles aragoneses. De ellas, seis siguen vigentes con mayor o menor intensidad. Son la firmada entre los valles de Ansó y Aspe que atañen a los puertos de Estanés y Aspe; las suscritas entre los valles del Aragón por Aísa, por Jaca y por Canfranc y el valle francés de Aspe con referencia a los puertos de Candanchú, Espelunget y Rioseta, y de Astún, La Raca, La Raqueta, Chinipres y Bordoseta.

Asimismo, siguen vigentes las facerías firmadas por el quiñón de Panticosa de parte aragonesa y el valle francés de Saint-Savin y la facería de Broto-Baréges, que toma el nombre de los dos valles firmantes de la misma, y que regula el uso de los pastos del puerto de Usona y sus siete montes y los terrenos comunales de Gavarnie.

Es esta, precisamente, una de las facerías más características por su recorrido histórico y por el esfuerzo que los valles están haciendo para recuperarla y difundirla. La facería de Broto-Baréges. Se especifica que es propiedad común de ambos valles siete quintas partes del terreno de Usona que se extienden desde la cresta del Pirineo entre Vignemale y la Brecha de Roldán, hasta el terreno comunal de Gavarnie. El paso de los ganados españoles se lleva a cabo por el puerto de Bernatuara.

Esta facería, cuyo origen se remonta a 1390 se concretó y consolidó en el Tratado de Bayona, firmado en 1862. En su artículo 15, recoge que, a partir de esta fecha se determina que el valle de Bareges disfrutará todo el año los pastos de los cuartos denominados Puyasper, Especierre y Lacausta, y el valle de Broto los cuartos de Puyrabin, Secras, Plana Coma y Puymorons y los comunes de Gavarnie a partir del 15 de junio. Con este régimen de reparto se eliminaron las subastas. En 1954 se modificó este acuerdo para crear una división de ambos valles en cuatro partes a las que los ganaderos acceden de manera rotatoria.

Cada año, el 22 de julio los ganaderos de Broto y alrededores realizan una trashumancia de tres días para llegar a los valles franceses y que alrededor de 1.500 cabezas de ganado bovino puedan disfrutar de los pastos de la cara norte pirenaica. Este traslado, que es una de las fechas marcadas en el calendario del sector y que tiene en el paso por el ibón de Bernatuara uno de sus puntos más importantes, culmina con una comida de hermandad que deja patentes las buenas relaciones entre los pastores de ambas vertientes de los valles, algo que no siempre fue así.

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