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La ‘rebelión’ de los jóvenes chinos: “No queremos trabajar todos los días como nuestros padres”

Las segundas y terceras generaciones que viven en nuestra Comunidad apuestan por un estilo de vida diferente al de sus progenitores.

La joven china Xiaomiao Lin.
La joven china Xiaomiao Lin.
José Miguel Marco

Xiaomiao Lin tiene previsto abrir muy pronto, junto con otros socios, una empresa comercializadora de energía en el centro de Zaragoza. La inauguración de una nueva firma no tendría nada de especial si no fuera porque detrás de ella está un grupo de jóvenes chinos que quieren innovar y apostar por un estilo de vida distinto al de sus padres, sin desprenderse del espíritu emprendedor que caracteriza a la cultura milenaria china. "No queremos seguir la estructura de abrir una tienda y trabajar todos los días como ellos. Queremos ir más allá del trabajo para tener más tiempo libre y poder estar con la familia. Acercarnos a vosotros", destaca Xiaomiao, de 23 años, que vino a la capital aragonesa con 10 junto a parte de su familia (su madre estaba ya asentada en España desde 2002) procedente de Zhejiang.

Se trata de las segundas generaciones de aquellos ciudadanos chinos que llegaron a Aragón sin apenas hablar español y cuyos hijos, en cambio, no han tenido problemas de adaptación y se han impregnado más de las costumbres de la sociedad española. Y a estas hay que sumar las terceras generaciones, tanto de matrimonios de la misma nacionalidad como mixtos.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en la Comunidad viven 5.825 chinos (2.960 hombres y 2.865 mujeres) a fecha del 1 de enero de este año. Los primeros ciudadanos del gigante asiático vinieron en los 80, aunque la mayoría lo hicieron a principios de los 90, tal y como explica Yu Liu, secretaria de la Asociación Chinos de Ultramar en Aragón. "La primera generación, como la de mis padres, vino con otra mentalidad: a trabajar para ganar más dinero que en China y ahorrar para regresar a su país. España también ha sido un país de emigrantes y se puede entender. Lo que ocurre es que al final se quedaron porque vinieron sus hijos; por lo general hijos únicos (la política de un solo hijo ha estado en vigor hasta hace pocos años). Y la segunda generación estamos intentando romper barreras y dedicarnos a otras cosas. En nuestra mente está la cultura china y la occidental", indica Yu, de 37 años, que aún recuerda que cuando vino a España hace casi dos décadas era la única joven china de su clase.

Abogados, policías o dentistas

Tiendas de alimentación y de ropa, bazares, bares y restaurantes son la cara más visible de los negocios regentados por ciudadanos chinos. Pero hay más: dentintas, abogados, policías, gestorías, autoescuelas, academias de idiomas, inmobiliarias… "Hay de todo. Las segundas y terceras generaciones han cambiado de mentalidad y son como un español más. Hablan el castellano, tienen carreras universitarias y quieren dedicarse al trabajo que les gusta. Y los que continúan con el negocio familiar lo amplían y mejoran", asegura Wang Xinte, de 41 años y natural de una ciudad del sur de China, que llegó a Zaragoza en 2006.

Wang empezó montando una cafetería y en la actualidad tiene una autoescuela y una academia de chino-español. "Los chinos siempre queremos hacer negocios. Creé la autoescuela hace diez años porque las personas mayores tenían dificultad con el idioma y no se podían examinar del carné de conducir, lo que era un impedimento para su trabajo", señala.

"Mi objetivo no es ganar dinero sino hacer lo que me gusta y hacerlo bien. Tenéis mejores costumbres e intentamos aprender las cosas buenas"

El caso de Andrea Luo, de 24 años, es distinto. Ella sí que nació en España al contrario que su hermana, de 34, que vino a Aragón -donde ya estaba su padre- junto a su madre desde la ciudad de Wenzhou. En la actualidad, regenta una tienda de ropa en el barrio de San José, que le traspasaron sus padres ya jubilados. "No sigo el mismo patrón que ellos; son de otra generación. Mi objetivo no es ganar dinero sino hacer lo que me gusta y hacerlo bien. Hemos aprendido que no tenemos que trabajar tan duro y que es importante cuidar la salud y estar con la familia", dice. "Vosotros podéis ganar igual de dinero descansando los fines de semana. Tenéis mejores costumbres e intentamos aprender las cosas buenas", añade Andrea, quien hace sus ocho horas de trabajo y si va a su comercio los fines de semana libra un día además de tener vacaciones.

También la secretaria de la Asociación Chinos de Ultramar en Aragón ha continuado con el negocio familiar: un bar-restaurante. "Pero mi hermano, que nació en Zaragoza, no va seguir. Y la generación de mis hijos, de 10 y 9 años, son diferentes. Son más españoles que chinos. Llevan siete años yendo los fines de semana a un colegio chino y no aprenden; y cuando se juntan con otros niños chinos solo hablan en español", dice.

Por su parte, la joven Xiaomiao, que estudió gestión administrativa y comercio internacional y transporte logístico, hace hincapié en el respaldo de su familia a la hora de montar la empresa Ezero, de próxima apertura. "Nos dicen que tenemos que aspirar a algo mejor y no seguir su rutina. Los chinos más mayores se han quedado con ese tipo de negocios ante la dificultad del idioma, pero si hemos estudiado queremos llegar más lejos. Somos jóvenes que no tenemos miedo al fracaso; si fracasas puedes volver a empezar de nuevo", resalta.

Los ciudadanos chinos que viven en España no tienen la doble nacionalidad. "China no te lo permite. Tenemos permiso de residencia", explica Yu Liu. "Si mis hijos solicitaran ser españoles, perderían la nacionalidad china", ahonda Wang Xinte, quien hace un llamamiento a los políticos aragoneses para que aprovechen lo que ofrecen los jóvenes chinos. "Es una comunidad muy importante. Si nacen aquí cuando llegan a la Universidad saben chino, español e inglés. Pueden hacer muchas cosas: negocios, intercambios China-España… Pueden vender bien lo que hay en Aragón; son chinos pero también de aquí", afirma. Algo nada baladí ante una potencia asiática que desde hace tiempo se lanzó a conquistar el mundo.

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