Discurso de Javier Sada tras ser elegido presidente de las Cortes de Aragón

Texto íntegro de la intervención del socialista ante el Parlamento aragonés.

Imágenes de la sesión de constitución de las Cortes de Aragón
Imágenes de la sesión de constitución de las Cortes de Aragón
José Miguel Marco

Señor presidente del Gobierno de Aragón, señoras y señores diputados, autoridades, señoras y señores.

Antes de comenzar este discurso quiero denunciar los últimos casos de violencia machista.

Son ya más de 1.000 mujeres asesinadas. Tiene que ser una prioridad acabar con esta lacra e impedir su olvido u ocultación con denominaciones que escondan lo que son: asesinatos machistas.

Los diputados y diputadas que me hayan escuchado en estas Cortes saben que uno de mis autores preferidos que suelo citar en mis intervenciones es Baltasar Gracián, cuya infancia transcurrió en parte recorriendo las mismas calles que yo recorro a diario en Ateca, mi pueblo.

Así que voy a empezar con una cita bien conocida de él que se suele incumplir casi siempre que se dice: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Espero cumplirla y no defraudarles.

En primer lugar, me gustaría seguir mi intervención con el capítulo de agradecimientos.

Y este punto, cómo no, agradecer a quien ha estado siempre a mi lado y han sido parte de mi trayectoria política: mi familia, Juana y María.

También mención especial al secretario general del Partido Socialista y presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, por el apoyo que he sentido permanentemente.

Al Grupo Parlamentario Socialista, que durante ocho años ha sido mi casa y parte de mi familia.

Y quiero agradecer también a todos los diputados y diputadas. A los que me han votado, por supuesto, pero también, a los que no lo han hecho.

El que ahora os habla fue, hace ya unos años, un chico de barrio, concretamente de El Picarral, en plena efervescencia de lucha por las libertades, que después pasó a vivir en un pueblo y que, tras un tiempo, se da cuenta de que las revoluciones sociales, las transformaciones de la sociedad, el futuro… solo se hacen a través de los boletines oficiales o de los decretos.

Lo aprendí y desarrollé como alcalde de Ateca durante 20 años. Tiempo más que suficiente para tener claro que no hay trabajo ni puesto público más agradecido ni más duro.

Estoy seguro de que lo más respetable de la política son los miles de concejales y alcaldes, sobre todo, de los pueblos pequeños, que se dejan la piel, que trabajan de forma incansable por sus vecinos y a los que les deberemos siempre nuestro agradecimiento.

Desde esta casa de los representantes de los aragoneses, gracias.

Pero también he ejercido de diputado en diversas áreas, estos últimos 8 años como portavoz de mi grupo, tanto en la oposición como en el gobierno.

En esta etapa también he aprendido que la inmensa mayoría de los diputados y políticos con los que he tratado son gente honesta, cuyo trabajo desde la discrepancia en las ideas, incluso abismal, todos han dirigido sus esfuerzos a mejorar esta tierra, Aragón.

Ejemplo de ello fue Chesús Bernal y Antonio Torres. Desde aquí, mi recuerdo y reconocimiento a ambos.

En estos años en las Cortes he conocido a cuatro presidentes: Francisco Pina, José Ángel Biel, Antonio Cosculluela y Violeta Barba. De todos ellos he aprendido algo. Pero, sobre todo, lo que he aprendido es que el protagonista tiene que ser el Parlamento, y no uno mismo.

El papel de un presidente del Parlamento es garantizar, facilitar, defender la importancia y el derecho al debate, aunque sea con vehemencia pero en los límites de la corrección, facilitar los medios para poder controlar e impulsar al gobierno, así como abrir cada día más la participación de los ciudadanos en estas Cortes.

Pero, sobre todo, crear los escenarios para propiciar los máximos acuerdos y consensos pensando en los que aquí nos han puesto: los aragoneses. Acuerdos que permitan desarrollar nuestra tierra, mejorar la calidad de vida de sus gentes.

Para eso, tenemos un formidable instrumento, como es el autogobierno, cuya puerta abrió la Constitución que nos dimos todos los españoles en 1978 y que se desarrolló a través del Estatuto de Autonomía de Aragón, que nos permite y nos obliga a desarrollar las potencialidades de nuestra tierra, a defenderla y a defender sus intereses y el de sus ciudadanos.

Queda muy bien demostrado que estas décadas de autogobierno le han sentado muy bien a Aragón.

¿Alguien se imagina que se podrían mantener escuelas con tres y cuatro alumnos si la decisión no se tomara en Aragón?

No tengan duda: Aragón no sería el que es sin la posibilidad que hemos tenido de decidir nuestro camino.

Defender el autogobierno, el Estatuto de Autonomía, defender a Aragón y a los aragoneses es lo mismo, y es la tarea fundamental que tenemos encomendada este Parlamento.

A ello les convoco, sabiendo que su respuesta será siempre positiva.

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