Políticos en la manifestación

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Un momento de la manifestación de ayer por la España vaciada.
Enrique Cidoncha

No era la manifestación de ayer en Madrid, que expresaba la ‘revuelta de la España vaciada’, una cita para los políticos de ningún color. Ellos eran los interpelados no los protagonistas. No era a ellos a quienes les tocaba hablar, porque ayer era la sociedad civil la que tomaba la palabra. Lo suyo, lo de los políticos, era escuchar, tomar nota y sacar conclusiones para su actuación futura. Los organizadores habían pedido que no asistieran representantes de los partidos ni de las instituciones o que, si acudían, se colocasen detrás, sin pretender chupar cámara. Era una marcha cívica, se trataba de hacer política pero en el más noble de los sentidos, sin partidismos. No obstante, algunos políticos tomaron parte en la manifestación; y tampoco es cuestión de reprochárselo. Siendo buenos, quizá demasiado, podemos pensar que su presencia se debía no a un mero cálculo electoralista, sino a que comparten la preocupación por el despoblamiento de la España interior. En todo caso, tanto los dirigentes políticos que acudieron como los que no, todos, deben caer en la cuenta de que en este asunto de los desequilibrios territoriales, que tanto duele en Aragón, los gestos ya valen muy poco. Y las palabras, casi menos. Obras son amores. Lo único que los ciudadanos de Teruel o del Campo de Daroca o de Zamora o de Soria se van a creer son los hechos. Hechos respaldados por las correspondientes partidas presupuestadas y por un apoyo parlamentario que no los deje al albur de los vaivenes de la confrontación partidista. Y cabe pedirles también un poco de coherencia. Por ejemplo, ¿cómo se entiende que asistan a la manifestación junto a Teruel Existe cuatro ministros cuando el Gobierno se dispone a ‘cerrar’ no ya una instalación eléctrica, sino la entera comarca de Andorra? Lo dicho, obras son amores.

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