Director de HERALDO DE ARAGÓN

Restos y fragmentos

Joaquín Serrano, Arturo Aliaga y Clemente Sánchez-Garnica
Joaquín Serrano, Arturo Aliaga y Clemente Sánchez-Garnica, en el PAR.
José Miguel Marco

La primera llamada que recibió Arturo Aliaga no fue la del PP, pero la realizada por los populares era la más golosa. Aliaga se aseguraba un escaño en el Congreso al situarse como número dos en la lista del PP por Zaragoza y, además, al PAR se le garantizaba un senador por Huesca y otro por Teruel. La oferta de Pablo Casado no se detenía en una coalición para las generales, el acuerdo también incluía un generoso pacto para las autonómicas y municipales que, pese al inicial deslumbramiento de Aliaga, despertó serias dudas sobre su rentabilidad futura para el proyecto político de los aragonesistas. Los riesgos eran elevados y Aliaga, que no quería pasar a la historia como "el enterrador del PAR", en palabras del presidente Javier Lambán, optó, tras semanas de debate interno y múltiples consultas, por rechazar la oferta. La proximidad en el tiempo de las citas electorales, que por el escaso margen entre ellas impedía desvincular a ojos del votante a las dos marcas, y los riesgos que implicaba la marcha de Aliaga a Madrid, descabezando la lista autonómica (cuestión bien distinta es si el presidente del PAR se atreverá a concurrir a las Cortes por Zaragoza) frenaron un pacto cuyo primer interesado era el PP. Con su decisión Aliaga recluía definitivamente al PAR en los límites de Aragón, pero se garantizaba una de sus principales fortalezas: la aceptación compartida de que al día siguiente de las elecciones autonómicas los aragonesistas están en condiciones de pactar tanto con el PSOE como con el PP.

La máxima precupación de Casado, que no tuvo ningún inconveniente en solicitar públicamente a Vox en Zaragoza su renuncia a presentarse en las provincias más pequeñas, pasa por la dispersión del voto de la derecha. La fragmentación y los restos son los principales enemigos de un PP que no solo se enfrenta al PSOE sino también a la Ley D’Hondt. Un acuerdo con el PAR, a imagen y semejanza del logrado en Navarra con UPN y Ciudadanos, hubiera servido para minorar desde Aragón el alto riesgo de caída de escaños en el Congreso y la posible pérdida de la actual mayoría en el Senado.

Aunque aún restan muchos días para la cita electoral de abril (todo un mundo en la nueva política), el viento sopla de cola en favor del PSOE. Mientras Casado se enreda entre sus anuncios y lo que él considera una campaña de desprestigio armada con ‘fake news’ y Albert Rivera tropieza internamente con la fallida elección de su candidata en las primarias de Castilla y León, alguien ha debido explicarle a Pedro Sánchez que lo más inteligente es que mantenga un perfil discreto y parapetado tras sus ‘viernes sociales’.

Reconocidas las diferencias entre socialistas y populares, ambos están coincidiendo, con primarias o sin ellas, en la idea de que la confección de las listas debe regirse sobre la afinidad hacia el líder. Sánchez y Casado no quieren a nadie en el grupo parlamentario del Congreso alejado de su influencia y ambos se están ocupando de la elección de unos candidatos definidos por su lealtad. Este ajetreado cambio de nombres, plagado de tensiones y peleas orgánicas, pero de escasa trascendencia en el voto, también ha beneficiado a Lambán. Pese a lo que pudiera parecer, su condición de barón resistente frente a los deseos de Ferraz, convertido al igual que Susana Díaz en defensor de la voluntad de la militancia, le fortalece mucho más de lo que piensan los supuestos vencedores.

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