Ruta por las ermitas rupestres de Bolea y Aniés

Recorrido circular de 14,7 kilómetros desde Bolea, partiendo de la ermita de Santa Quiteria y visitando los santuarios rupestres de San Cristóbal y de la Virgen de la Peña de Aniés.

Ermita de la Virgen de la Peña, la roca habitada para la oración.
Ermita de la Virgen de la Peña, la roca habitada para la oración.
Chema Tapia

Huesca es la provincia aragonesa montañosa por excelencia. Al hablar de ello, siempre nos vienen a la cabeza los Pirineos, pero no haríamos justicia al Alto Aragón si no tuviéramos en cuenta las llamadas Sierras Exteriores, un conjunto de sistemas montañosos menores que median entre la gran cordillera y el llano y que siempre merece la pena visitar. De este a oeste podemos encontrar muchas oportunidades para las excursiones de media montaña que llenarán de placer esas mañanas de acercamiento al medio natural y a esos tesoros que guardan en sus rincones menos visitados.

Hoy ponemos nuestra mirada en la Hoya de Huesca, para acercarnos a los aledaños de la sierra Caballera, y más concretamente a la villa de Bolea, para hacer una circular por las faldas de dicha sierra en olor de santidad, porque vamos a visitar tres puntos de interés, con halo religioso, pero que satisfarán nuestra curiosidad, especialmente las dos ermitas rupestres, en una circular que nos llevará hasta Aniés, más pegada a la sierra, y de vuelta a Bolea.

Llegados a Bolea podemos continuar con el vehículo por el PR-HU 111 como 1 km, para encontrarnos con la ermita de Santa Quiteria, donde podemos dejarlo y comenzar la ruta. Una ruta cuyo PR, con suavidad y sin estridencias, se deja transitar metiéndonos poco a poco en ese barranco que el incipiente Sotón ha ido labrando a lo largo del tiempo.

Vamos dejando visualmente al otro lado unos viejos bancales, pequeños corros de tierra que cuando se hacía corto con la del llano, había que ganarle al terreno para engrosar esa economía de subsistencia. Esos del llano, más cercanos al pueblo aún sobreviven la mayoría con almendros y centenarios olivos que habremos dejado atrás.

Eremitorio de San Cristóbal

El desnivel entre el lecho del río y el sendero se va acortando, hasta que en una hora convergemos debajo de los paredones de conglomerado que albergan el viejo eremitorio de San Cristóbal, donde el sendero se vuelve gorga. Cruzamos el barranco antes de iniciar el repentino ascenso al otrora lugar santo que supieron aprovechar en las oquedades que ofrecen estos paredones, que sin vértigo alguno se empinan enhiestos sobre el barranco. Unas escalinatas robadas al vacío es preciso subir para visitar el interior.

Se respira respeto ante el crujir del tiempo, que ha ido dejando un poco a su aire el viejo altar, una pintura mural, y otros elementos de la exigua estancia, cuyo fondo invita a salir al exterior y asomarse al vacío, contemplando los alrededores desde las alturas. Le podemos dedicar unos minutos a la visita y retomamos esas escalinatas que desafían al vacío para incorporarnos al sendero que, bajo un enorme morrón de la roca, emboscado sube hasta ese pequeño circo por sinuoso camino. Antes de coronarlo, podemos tener una última mirada a esa maravilla que el agua, el viento y el tiempo han sabido crear, que es el barranco que dejamos atrás.

Un poco más de ascenso, sorteando el pequeño arroyo, media hasta llegar a la pista, no sin antes pasar por lo que queda de unos viejos corrales y los campos que guardaban. La pista nos va sacando hacia ampliar la vista sobre el somontano de esta sierra de Caballera y la Hoya de Huesca, en un prolongado tramo junto al vallado de una finca trufera. En una de las revueltas que da, ajustándose al terreno, en media hora más, llegamos al arranque del sendero que sube al santuario de la Virgen de la Peña, otro de esos privilegiados emplazamientos en los que la recurrente leyenda de apariciones marianas han hecho de esta espectacular atalaya un lugar de culto.

Tras la visita, volvemos por el mismo sendero hasta la pista que se dirige al pueblo, y que burlamos por una trocha en los últimos compases. Atravesamos Aniés y tomamos el GR 1, que coincide con el Camino Natural de la Hoya de Huesca, que por 5 kilómetros de pista nos acerca hasta las proximidades de la localidad de inicio y de su ermita de Santa Quiteria, donde concluye esta bonita circular por el somontano de la sierra de Caballera, que se puede complementar con la visita a la Colegiata de Bolea.

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