Millonario por el Gordo... y sin dinero para ir en taxi a Calatayud

En 1992, cuatro taxis se negaron a llevar al afortunado a Calatayud donde prometió pagarles la carrera.

Se acerca el día más esperado de la Lotería Nacional, el Sorteo Extraordinario de Navidad, que ha dejado muchos millones y unas cuantas historias curiosas en Aragón. Una de las más llamativas ocurrió a principios de los 90, y la protagonizó el presidente de la Peña Rouna de Calatayud. Esta peña ha celebrado en 2018 sus primeros 60 años de existencia y el 22 de diciembre de 1992 vivió una jornada muy especial, porque el cuerpo se queda de maravilla cuando repartes millones con la lotería de Navidad. Fueron 5.100 millones de pesetas (algo más de 30 millones de euros) en participaciones, la mitad de lo que tocó en Calatayud en ese sorteo; el número 31.466 se vendió en la administración número 1 de la ciudad bilbilitana, además de en Barcelona, Sevilla y el pueblo segoviano de Cantalejo. El número se cantó a las 9.26, nada más empezar el sorteo, con lo que la fiesta se prolongó durante todo el día en Calatayud y los lugares a los que había llegado la suerte desde allá en forma de participaciones y décimos.

Un Gordo con recargo que muchos rechazaron

En su crónica del acontecimiento, publicada el día 23 en las páginas de HERALDO, Ramón J. Campo recordaba que Juan Carlos Pablo Sánchez y Miguel Angel Monge -entonces vicepresidente de la peña- fueron los distribuidores de la lotería, y recalcaba que en muchos sitios se rechazó por el recargo de 50 pesetas (30 céntimos de euro) que llevaba, destinado a paliar las deudas de la peña; cada participación valía en total 250 pesetas, algo más de euro y medio.

Una crónica sin desperdicio

En la peña hubo anécdotas de todo tipo, pero quizá la más curiosa fue la que vivió Miguel Ángel Artal, que tenía entonces 34 años y era el presidente de la peña. El horno de pan familiar le esperaba temprano por la mañana. Lo curioso es que se enteró de que se había hecho millonario (él y su familia) y de que había repartido una fortuna entre sus conocidos y vecinos de una manera bien pintoresca: mientras se encontraba en Zaragoza tras una noche de juerga. “El regreso resultó de lo más complicado. Ningún taxista quería llevarle de regreso a Calatayud, ya que el nuevo millonario se había quedado sin un duro”, relataba Ramón J. Campo.

Los detalles de la crónica no tienen desperdicio. “El padre de Miguel Ángel, César, se enteró a la vez que su hijo de la buena nueva: sudoroso y con restos de harina por el cuerpo, César no paraba de desenvolverse por teléfono desde la panadería con los micrófonos de las radios; el hijo, tras una noche movidita en la capital aragonesa, buscaba desesperadamente un taxi en la calle Pignatelli que lo quisiera llevar a su casa, donde prometía pagar la carrera”.

Cuatro taxis se negaron a llevar al peñista hasta que Alfonso Fuerte confió en él y lo trasladó a Calatayud. “Me ha dicho que había vendido el ‘gordo’ y que se había enterado en un bar”, comentaba el taxista mientras esperaba que su cliente se deshiciera de los abrazos y le abonara las 9.000 pesetas de la carrera, unos 54 euros actuales. La familia Artal se llevó un buen puñado de millones de pesetas, sumando las participaciones adquiridas por todos ellos.

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