Una mañana por Guara: ruta al dolmen de Belsué

En la sierra de Guara, donde el Pirineo comienza, proponemos una ruta circular que nos lleva por lugares de leyenda, como el salto de Roldán, monumentos megalíticos, como el dolmen de Belsué, y, siempre, por un hermoso paisaje.

El Salto de Roldán, en la sierra de Guara.
El Salto de Roldán, en la sierra de Guara.
Rafael Gobantes

Nos acercamos en esta ocasión al extremo occidental de la sierra de Guara para visitar escenarios de huidas legendarias como la del caballero Roldán, que ya lo habían sido de nuestros antepasados del Neolítico, a juzgar por esos restos megalíticos funerarios, y eso no es leyenda, que ahí están. Nos situamos, pues, en estas montañas donde el Pirineo comienza a ponerse de pie, junto al río Flumen, a su paso por el valle de Belsué, donde es amansado por su presa y por otra, más abajo, a los pies de los acantilados de Cienfuéns que, sin vértigo alguno, se asoman a tajo sobre el vaso de este segundo embalse. Haremos una ruta circular de 14 km desde las cercanías de Belsué hasta el dolmen homónimo, con vistas al Salto de Roldán.

Entre las sierras del Águila y Belarre, se encuentra el pequeño pueblo de Belsué, cercano a Huesca, capital de la comarca y de la provincia y, por qué no decirlo, de ese Alto Aragón que tantas bellezas atesora. Pues bien, llegados a Belsué desde la boca túnel de la Manzanera, en la antigua carretera del Monrepós, continuamos y, a menos de un kilómetro, algo pasada una señal indicativa que nos direcciona al pico del Águila y al dolmen de Belsué, con las marcas verdes correspondientes al Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, dejamos el vehículo, porque es por ahí por donde va a terminar esta ruta circular. Un itinerario que comenzamos andando por esa misma carretera dirección a Lúsera y, a unos 500 metros, tomamos un sendero a mano derecha, que no se muestra evidente en su inicio, pero que enseguida nos da ya la seguridad de estar en el camino correcto.

Entre cortados y embalses

Este callado valle se caracteriza por su paisaje vegetal de media montaña, rico en rebollos. Por un momento nos codeamos con el barranco Barranquero y, sin cruzarlo, vemos andar sus aguas cauce abajo para descargar en el de Senar, que sí atravesamos, por debajo de la casa del Romeral. Abrazadas ya sus aguas, van a engrosar el embalse de Santa María de Belsué.

Una vez cruzado el barranco, nos situamos ya sobre la orilla derecha del pantano, y con clara dirección hacia el sur, el sendero rinde a la pista que lleva a la presa que, sobrepasándola, se reduce a ancho camino y continúa jugueteando por dentro de la roca en varias ocasiones, para salvar este congosto de Belsué. Tras la presa se aprecian las ruinas de esas construcciones que sirvieron de cobijo a los trabajadores, que la vegetación va fagocitando lenta pero inexorablemente.

Pronto se hacen patentes a nuestra derecha los enormes acantilados de Cienfuéns, que se crecen y se crecen para hacer las delicias de los expertos escaladores en roca, poniendo bien a prueba su resistencia. Enseguida llegamos a la segunda presa, la de Cienfuéns. Hasta aquí el ancho camino, que ahora se convierte en sendero. A hora y cuarto de la salida, nos encontramos con un desvío cuyo ramal derecho está señalizado para el dolmen. Abajo vemos un edificio con pinta de haber sido un molino en sus mejores días.

Nos dirigimos ya hacia ese dolmen, con vistas al Salto de Roldán entre las peñas de Amán y San Miguel. Un largo y bonito pasillo de rebollos, enebros, romeros, gayubas y demás plantas rastreras hemos de pasar hasta llegar a un claro, en el que tenemos indicado el desvío que en 200 metros nos lleva al dolmen, que como todos los que visitamos tienen la capacidad de sobrecoger. ¡Si las piedras hablaran! Para el regreso, hay que volver al desvío y tomar ya rumbo por empinada cuesta, que nos sube para integrarnos en la pista que del salto va a Belsué, a donde nos llevan los pasos, burlándola por sendero en un par de vueltas. Se pasa por la que llaman ‘Caseta o carro’, que hicieron para resguardar el carro cuando hacían estas obras, y que anda ya medio destechada.

Mirador de Bonés

Poco a poco se nos va abriendo ya la vista al valle, cuyo fondo está ahogado por el embalse. Si se dispone de algo más de tiempo, ya con el vehículo, justo antes de llegar a la vieja carretera de Monrepós, donde grandes cipreses jalonan la pista, podemos tomar a nuestra derecha otra pista que, hasta poco más de un kilómetro, permite el paso motorizado para alcanzar el recién instalado mirador de Bonés. Toma el nombre de esta sierra que, por encima de los coladeros de los túneles que dan paso por este Prepirineo, alberga bonitos puertos en los que tiene la cuna el río Flumen, que nos ha acompañado hoy durante buena parte del recorrido.

El mirador nos ofrece muy buenas vistas sobre el Pirineo y sobre este valle, dominado por el Tozal de Guara, y que puede poner fin a una bonita mañana por el Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, el espacio protegido más extenso de Aragón.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión